Fantasía estival (fragmento)

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Tú que, irreverente, cruzas los silentes ámbitos de la noche: el eco de tus pisadas escudriña el cóncavo secreto de estancias que abren sus ventanas al reguero de tu estela juvenil. Tú que, viviendo la forzosa y difícil inocencia de un tiempo perdurable en un espacio limitado, ignoras tu propia dicha porque aún desconoces la tribulación… dime: ¿qué es ese tenue reflejo de ilusión que hoy luce en el fondo de tu pupila?

El aroma perdido de los jazmines y la ocasional fragancia de la dama, que guardan en las noches de verano tu rumbo cierto, han observado que llevas el andar más liviano, el gesto más desenfadado y el corazón más ligero. ¿Qué legión de desordenados pensamientos se atropellan hoy en tu cabeza embriagada de novedad?

Cada minuto de esta sofocante noche canicular, tierra caliente y aire enrarecido, reclama ahora un lugar exclusivo en tu bullente imaginación para condimento de los instantes más sabrosos a los que, ávida, retorna, recreándose en ellos con deleite de gourmet. Fue hace apenas unas horas, y no quieres orillar ni un detalle…

A un descanso de la orquesta, la pandilla -sudor en la piel y garbo en el ánimo- avanza por la carretera entre voces roncas, alegres chillidos y risas disonantes, adentrándose en la clandestina oscuridad sin luna que, insaciable, engulle sus figuras. Inconsciente búsqueda de un contraste reparador: silencio, tiniebla y comunicación frente a la frivolidad, la luz y el bullicio. Atrás van quedando las últimas lámparas del alumbrado, y el compás de la música se hace jirones con la distancia. Tras la curva, tan sólo el resplandor difuso del mercurio y el tungsteno; algunos débiles acordes de policarbonato a merced de un mudable, ocasional soplo de viento. Para ti, un paseo de tantos como en la temporada menudean.

La sangre fluye ágil por las venas encendidas. En la voz, crueles bromas sin maldad de nacientes amistades que crearán esos necesarios vínculos, eternos, en los que reflejar la vida propia; manoseados chistes que aún se ríen por cortesía, aunque hayan perdido su gracia con el tiempo como aja el comercio los billetes; ademanes de admiración, palabras que ensayan una alcahuetería endémica, precipitadas e inconscientes declaraciones de voluntad, imprudentes confidencias, y todo cuanto compone cada pequeño drama humano que se desarrolla -suprema soledad- en cada mente.

Escarceos en la charla. Al tenor de un comentario todos los rostros se dirigen al cielo estrellado, tan cerca y tan lejos. Hay una extraña armonía en el universo que vincula las siderales alturas con el efímero hinojo que se intuye en la cuneta.

Quisiste fijar la mirada en una estrella que titila, pero desapareció de tu vista.

Poco a poco, diverso el caminar, plural la conversación y dispares las aficiones, os distanciáis inadvertidamente unos de otros en tríos o en parejas, insoslayable dinámica de grupo. A tu lado, una voz. No es bonita ni fea, pero querrías que no cesara nunca porque acaricia tu oído con un timbre hasta ahora desconocido para ti, que se te antoja cargado de promesas. A una de sus palabras giras la vista. Ahí mismo, en la cercana calígine allende el arcén, se adivina una mancha blanca: es el amplio brocal del pozo Cayetano, del que las madres advierten a sus hijas que se guarden, como a César de los idus de marzo el adivino. ¡Pamplinas! Tú te ríes, acaso más ruidosamente de lo que impone la sinceridad, y desprecias las historias con un gesto de desdén.

¿Y al frente? Flotando en la distancia, despojadas de suelo y cielo, aparecen las fantasmales luces de A… como fingida nebulosa que flota en la negrura, imponiendo un límite lógico al firmamento y sirviendo, bajo la estrella polar, de norte al caminante.

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Acerca de The Freelander

Trotamundos, apátrida, disidente y soñador incorregible
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2 respuestas a Fantasía estival (fragmento)

  1. Julio dijo:

    …la carretera del cementerio, pasando el pozo Cayetano…

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