Kagarlitsky, otra víctima del Kremlin

Ayer mismo Rolo Slavskiy publicaba un medio artículo (la segunda mitad es de pago) que me ha resultado curioso incluso sin conocer sus conclusiones, ya que tiene detalles informativos interesantes y expresa algunas opiniones con las que estoy bastante de acuerdo, así que ofrezco aquí mi traducción libre del mismo.

La “lichocracia” del Kremlin se cobra una víctima más

El viejo agitador marxista Boris Kagarlitsky ha sido detenido

Kagarlitski: una expresión que inspira confianza

Boris Yulyevich Kagarlitsky, un agitador de la época soviética, fue detenido por el FSB (el órgano sucesor del extinto KGB) hace un par de semanas por sus críticas a la guerra, y ahora es acusado de apología del terrorismo y del extremismo, posiblemente la misma razón por la que detuvieron a Strelkov un mes antes. Según News.ru:

Rosfinmonitoring ha incluido al sociólogo Boris Kagarlitsky (considerado por el Ministerio de Justicia ruso como agente extranjero) en la lista de terroristas y extremistas. Kagarlitsky había sido previamente detenido por presunta apología del terrorismo.

El 26 de julio, el juzgado de Syktyvkar detuvo al sociólogo por un período de dos meses. El detenido manifestó a los periodistas que no estaba de acuerdo con la acusación y que la recurriría.

Fue la abogado Yulia Kuznetsova quien primero informó sobre la apertura de diligencias penales contra Kagarlitsky, de lo cual tuvo noticia a través del psicólogo Alexander Archagov, al que entrevistaba con ocasión del arresto a aquél.

Kagarlitsky fue después oficialmente acusado por el FSB de convocar públicamente actividades terroristas a través de internet, por lo cual podría ser condenado a siete años de prisión.

Su abogado Sergei Erokhov explicó que el caso lo investigaba la Sección del FSB para la República de Komi, por lo que el detenido fue posteriormentetrasladado a Syktyvkar. Erokhov agregó que su cliente niega los cargos.

Curiosamente, esto ocurría justo después de que Boris publicase un artículo sobre las razones de la detención de Igor Girkin (alias Strelkov). Un texto muy bien elaborado, y razón única por la que Rolo se toma la molestia de analizar este asunto, pues por lo demás él detesta la cosmovisión marxista de Kagarlitsky: Si yo y los míos estuviéramos en el poder dice el bloguero- detendríamos a los marxistas como él y los enviaríamos a un gulag sin más contemplaciones. Esa repugnante ideología homicida y quienes la promueven sólo me inspiran desprecio. (Bien dicho — Freelander).

Pero lo que importa ahora es qué hizo o dijo Boris para justificar la imputación de tales cargos. Lo que se le atribuye a Strelkov es secreto de estado, increíblemente; pero es muy probable que Kagarlitsky, pese a su odiosa biografía y a profesar una ideología del culto a la muerte, sea inocente de lo que se le acusa. Conviene recordar que quienes suponen realmente un peligro o una amenaza para el Estado no corren mucho riesgo de ser detenidos: el Estado únicamente detiene a quienes no tienen poder, porque tiene poder para hacerlo; lo cual sólo supone una paradoja para quien se niegue a entender cómo funciona realmente la política.

Este asunto debería preocupar a cualquier ciudadano o residente ruso crítico con el Kremlin. Aunque no se sabe de qué acusan a Strelkov ni por qué, la creencia general es que, al reunir a más de cinco personas en un lugar, cruzó alguna línea tácita de la política rusa, pasando así de ser un mero crítico en internet a un terrorista contra el Estado del Miedo (en ojos de éste). El Kremlin es implacable con cualquier organización política y las persigue sin cuartel, lo cual es un vestigio de la era comunista, cuando el Estado ilegalizó literalmente todos los clubes, grupos y organizaciones que no estaban directamente bajo el control de los bolcheviques. Incluso los gimnasios de kárate o judo eran ilegales y tenían que actuar en la clandestinidad. Curiosamente, fue un club de judo concreto el que acabó haciéndose con las riendas del país (¿no fue la pandilla karateca de Putin en San Petersburgo la que terminó derrotando a las élites de Moscú?), así que tal vez los bolcheviques no iban descaminados: al fin y al cabo, la única forma de lograr cambios en la sociedad es organizarse y trabajar coordinadamente con otros, de modo que al prohibir las asociaciones puede minimizarse la probabilidad de que surja cualquier rival político que desafíe al gobierno. Ahora bien: esto no funciona si los oponentes pueden refugiarse de forma segura en el extranjero o integrarse en algún grupo criminal clandestino. (Se me viene a la cabeza el caso de ETA — Freelander).

Solzhenitsyn solía elogiar a EE.UU. por el espíritu cívico que encontró aún vivo allí: la gente conservaba la capacidad y la habilidad para organizarse y resolver así problemas tanto a nivel de comunidad como políticos. Pero después las agencias estatales se pusieron manos a la obra, inventándose crisis y banderas falsas básicamente para prohibir, so capa de luchar contra el terrorismo islámico, la supremacía blanca o el narcotráfico, cualquier asociación cívica “no autorizada” en situación de resistir los dictados de la agenda del Nuevo Orden Mundial.

El comunismo asegura ser muchas cosas, pero sus características más notables son la prohibición de todas las organizaciones no oficiales, su expansivo Estado del Miedo y sus sofocantes y opresivos dogmas ideológicos. Según este criterio, en este momento no hay un país en Occidente que no sea comunista. Todo ese rollo del proletariado es totalmente auxiliar: una simple cortina de humo ideológica para inducir a las masas campesinas a pensar que hay una causa noble tras la prosaica y evidente toma del poder por parte de unas élites extranjeras hostiles. El que alguien diga estar a favor de todas las cosas buenas y en contra de todas las malas no significa que sea cierto. No debemos creer absolutamente ninguna afirmación política, ideológica o religiosa por su mero enunciado. Tras cualquier constructo ideológico (o sea, artificial) que se impone a las desventuradas masas campesinas, ya sea el comunismo, el cristianismo o el confucianismo chino, se oculta una agenda elitista. Siempre. Y si usted no está de acuerdo… bueno, eso sólo significa que ha caído en una de esas estafas y le enoja que se lo hagan ver.

Muchos comunistas rusos de la vieja escuela se opusieron en principio a la OME (operación militar especial) por razones de solidaridad proletaria, lo cual tiene muy poco sentido habida cuenta que el Donbass es, literalmente, una región proletaria llena de campesinos desarraigados de sus tierras por los comisarios políticos de antaño y reubicados luego para trabajar en las fábricas y las minas de dicha región. Debido a esto, el sentimiento procomunista, curiosamente, es más fuerte en Donbass que en cualquier otro lugar de Rusia, salvo quizá el Cinturón del Óxido (una región donde las industrias abandonadas se oxidan por falta de uso) en Siberia. Está sujeta a debate la verdadera motivación de marxistas y comunistas para no apoyar a la OME, pero ahora que ésta ha demostrado ser un desastre sin paliativos ésos van a ganar muchos puntos políticos. Quizá sepan instintivamente que cualquier cosa que el Kremlin haga (privatizar la atención médica, reformar la educación, subir la edad de jubilación, restricciones covidianas, la OME…) es impopular y equivocada, por lo casi cómicamente viciosos, estúpidos y rapaces que son los rufianes que dirigen el país.

De hecho, a raíz de la detención de Boris, de Strelkov y de otros analistas que escriben sobre la guerra, ¿el replicar sus palabras o darles voz públicamente lo pone a uno en peligro de ser también encarcelado por traición, por extremismo o por ofender al Ministro de Defensa? ¿Cuáles son ahora las reglas? En realidad nadie lo sabe; estamos en un territorio inexplorado. El Kremlin puede compararse con una entidad casi muerta, pero no del todo, parecida a un liquen, y está claramente agrediendo con saña a todo el que pueda. Y lo más triste es que Rusia, sobre todo comparada con Occidente, solía ser un país con relativa libertad de expresión antes del covid y la OME. Pero la detención de Strelkov fue un aviso a navegantes porque demostró que las reglas habían cambiado y que ahora vuelven a entrar en vigor las de la URSS.

Y podrá decirse lo que se quiera sobre el colapso de la URSS, pero los años 90 fueron en realidad una época de libertad de expresión casi absoluta en Rusia, por la sencilla razón de que la situación estaba fuera de control y los mafiosos tenían otras cosas en mente, como por ejemplo saquear el país. En las condiciones existentes durante aquella suerte de República de Weimar, Alexander Dugin tenía un programa en la tele sobre vampiros y magia negra. Pero una vez la situación se estabilizó, pasados los 90, las tuercas volvieron a su lugar y empezaron a apretarlas lentamente en todos los ámbitos -no sólo el de la televisión nocturna, donde se hablaba de extraterrestres y apariciones- hasta llegar a donde estamos ahora, en que uno recuerda los últimos días de la URSS, marcados por la represión y las persecuciones de la KGB a civiles en todas las repúblicas de la Unión. Por aquella época, fichaban a los estudiantes por participar en acciones de las Juventudes Comunistas que fuesen críticas con la gerontocracia del Partido, y tenían que esconderse por un tiempo. Pero entonces comenzó el follón en serio y las detenciones nunca llegaron.

Al inicio de la OME parecía que el gobierno iba a verse obligado a permitir el discurso patriota, pero pronto se hizo evidente que sólo estaban autorizados los relatos del Kremlin y los debates “antifascistas”, y que la OME era una completa farsa a todos los niveles. Entonces muchos patriotas entusiastas comenzaron a centrarse casi exclusivamente en criticar al Kremlin, y en la actualidad los reproches le llueven con fuerza desde todos los ángulos del espectro político nacional. Ahora, a medida que las cosas se salen de madre, es plausible concebir un escenario en que incluso a Dugin lo encierren en una espeluznante mazmorra. Ese parece ser el destino de quien se atreve a criticar a Putin o Shoigu.

Acerca de The Freelander

Trotamundos, apátrida, disidente y soñador incorregible
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