2 de agosto, Moquegua
El trayecto por la sierra desde Omate hasta Arequipa figurará entre los más inolvidables de mi vida. Algunos de los paisajes que pude contemplar son tan distintos a cualquier otra cosa que yo haya visto, que su descripción escapa a mis habilidades literarias. De hecho, ni siquiera las fotografías y vídeos que tomé desde el autobús le hacen justicia a la pintoresca, a veces fantasmal y casi siempre sobrecogedora naturaleza que esas lamentables carreteras atraviesan. Se trata de una ruta de tierra (salvo en los tramos primero y último) por toda la serranía, de la que el autobús (una tartana que no tendría menos de cuarenta o cincuenta años) sólo se desvía para dar servicio -por otro camino todavía más mísero- a Amata, una minúscula comunidad en mitad de la montaña.
Aparte, el viaje tuvo para mí todo el sabor folclórico de unos aldeanos Sigue leyendo