Comprendo que la parte más harinosa –por así decirlo– de la masa ciudadana que vota PSOE se sienta especialmente llamada a las urnas este próximo 28 de abril, habida cuenta el pasado abstencionismo socialista en Andalucía y temerosos del impetuoso avance de Vox en toda la nación. Convencidos seguramente de que a sus conmilitones andaluces se les fue la mano en generosidad cuando se quedaron en casa para dar al Destino, encarnado en oposición, la oportunidad de efectuar el muy necesario cambio en esa comunidad autónoma, muchos de ellos creerán ahora su obligación contrarrestar dicho error y, por tanto, no faltarán a votar.
Comprendo asimismo que los sociatas, e incluso los socialistas de bien, que los hay, entren en pánico ante el riesgo de que un partido como Vox, que no se rinde al groupthink, a la corrección política o al revisionismo histórico –por poner sólo algunos ejemplos–, pueda ejercer una considerable influencia en la sociedad española de la próxima década, en el sentido de defender –o incluso impulsar– a ese peligroso enemigo del socialismo cultural que es el pensamiento crítico.
¡Y cómo no voy a comprender al millón de potenciales opositores que ahora mismo se frotan las manos esperando fiar su futuro laboral a alguna de esas treinta mil nuevas plazas funcionariales que el irresponsable chuleta de La Moncloa, cual magnánimo Rey Mago arrojando caramelos a la chiquillada, nos ha regalado -con nuestros impuestos- para que lo votemos! ¿Quién no desea hacer realidad ese sueño tan español, esa aspiración tan siglo XX –curiosamente, tan franquista– que es vivir con el mínimo esfuerzo hasta jubilarse por el único mérito de haber aprobado un examen un día, varias décadas atrás? Claro que sí: yo también soy funcionario.
Del mismo modo comprendo que a los dos millones y medio de trabajadores a quienes beneficia el desmedido incremento del salario mínimo en 2019 les entre el canguis sólo de pensar que “las derechas” puedan revertir tal medida, y se apresuren a votar a “la PSOE” el 28-A para apuntalar ese inesperado maná cortesía de Narciso Sánchez Bello; a costa, eso sí, del descalabro económico de miles de empresas y del deterioro en las cifras de empleo; pero el que venga detrás que arree. Continue