Letonia off-road

.

El norte me llama con voz poderosa, y no veo el momento de escapar del campo gravitatorio de Riga con su trazado radial de carreteras; pero antes de marcharme, y una vez aparejada la burra, paso por una tienda de souvenirs y compro una pegatina de Letonia y para la moto.

Desde el casco histórico tardo un buen rato en dejar atrás la ciudad y su extrarradio, en parte porque los mapas de mi smartphone se han confundido y me encaminaban por dirección prohibida. Antes de emprender este viaje estuve dudando mucho qué servicio de mapas utilizar. Google quedaba descartado porque, aunque la cartografía e indicaciones son bastante buenas, requiere de una permanente conexión a internet, complicada y cara cuando circula uno por lugares perdidos y cruzando fronteras cada pocos días. Otra opción eran los programas de pago, pero me ofrecían poca confianza y los mejor valorados no tienen aplicación para el deplorable Windows Phone 8, que es lo que corre mi deplorable Lumia; así que me conformé con Here Maps, el propio servicio de Nokia: mapas offline bastante fiables, rápidos y fáciles de usar, a veces mejores que Google, aunque de vez en cuando el programa se confunde con las direcciones o los nombres, y el software de guiado (Here Drive) no admite puntos de ruta intermedios, sino sólo comienzo y fin.

Saliendo –como decía– de Riga en dirección nordeste por la A-2, en cuanto tengo la primera oportunidad me desvío a la izquierda hacia el norte por carreteras secundarias; y de las varias alternativas para entrar en Estonia sin desviarme sensiblemente del rumbo, escojo la más alejada, pues Letonia me ha sabido aún a poco y quiero, si me es posible, pasar en este país una segunda noche, en algún lugar pequeño. Aquí por fin, después de diez días conduciendo sobre terreno llano, el paisaje empieza a ondularse un poco: me encuentro con algunas lomas y algunas curvas a las que doy la bienvenida, por aquello de no olvidar cómo se cogen. Las carreteras son muy malas, pero me gustan estos paisajes agrícolas, poco poblados, moteados de coloridas casas rurales y llenos de folklóricas escenas campestres. Enseguida se echa a ver que es un país mayoritariamente –casi exclusivamente– agrícola. Apenas he visto industria, ni siquiera en los alrededores de Riga.

Guardando el heno en el granero para el invierno. Típica granja de estas tierras.

Guardando el heno en el granero para el invierno. Típica granja de estas tierras.

Ahora bien, por aquí repostar puede ser un problema. Sigue leyendo

Publicado en Viaje a ninguna parte | 2 comentarios

En busca del lat perdido.

.

Los dioses, mostrándose generosos, me regalaron ayer una experiencia entrañable y cálida en Panevezys; pero bien sabe un veterano errante como yo que nunca hay en el camino dos días iguales y que no es sensato querer pisar por segunda vez la misma senda. No hay que demorarse sobre el escenario de los recuerdos so pena de que éstos pierdan su pureza, igual que se pierde una imagen cuando se impresiona dos veces el mismo negativo.

Pese a mi empeño por evitar las ciudades, hoy no he tenido más remedio que pasar por Riga, pues a Riga llevan todas las carreteras en esta zona. Saliendo de Panevezys, he tomado hacia el norte una carretera secundaria que va por Birzai, un tranquilo pueblo junto a un lago y donde, por su proximidad a la frontera, esperaba encontrar una oficina de cambio donde vender mis últimas litas y comprar algunos lats, la moneda de Letonia. Y a cuenta de estos lats me ha ocurrido hoy una anécdota bastante graciosa.

Curiosa casa de madera en Birzai.

Curiosa casa de madera en Birzai.

Por cualquier parte en Lituania no dejo de admirar, y en cierto modo envidiar, la autenticidad y hermosura de sus casas, y ese estilo de vida que guarda aún frescos los aromas del siglo XX. Sigue leyendo

Publicado en Viaje a ninguna parte | Deja un comentario

Cánticos de la vieja Rusia.

 

Un día más. ¿Cuántos van ya? Hace siete semanas que salí de casa; siete que viajo errabundo sin saber a dónde voy, con un vago rumbo norte, acaso huyendo del calor sin haberlo hasta ahora logrado. Ahora el sol nos sigue, a mi moto Rosaura y a mí, por los marjales de Lituania; pero tal vez esta tarde tengamos tormenta: apenas pasa del mediodía y ya una calima espesa comienza a dibujar perfiles de nube en el horizonte, como dibuja orillas el pigmento de acuarela en los bordes de la mancha acuosa.

Haciendo acopio de leña durante los meses del estío.

Haciendo acopio de leña durante los meses del estío.

A poco más de cincuenta quilómetros al norte de Kedainiai, donde he pasado la noche, me detengo en Panevezys, una fea ciudad industrial, con intención de explorar su casco antiguo en busca de algún tesoro oculto. Pero me decepciona bastante: fue casi totalmente destruido por las autoridades soviéticas en la etapa de industrialización que siguió a la SGM.

Al cabo de una hora pateando las calles más céntricas, cansado y sudoroso, vengo a tropezar con una escena que, al pie de un viejo edificio de ladrillo muy deteriorado, aislado en mitad de un solar, me atrae con fuerza casi irresistible: en las mesas de una terraza a la sombra de un toldo, un hombre canta en ruso una bella canción con informal desenfado acompañándose de su guitarra, mientras otros clientes ora le hablan, ora se le unen en coro al estribillo, o se enzarzan en alguna breve discusión. Me acerco un poco más, pero la aprensión me detiene unos instantes: el lugar es muy desaliñado, todos beben y algunos están ebrios. En estos países nunca se sabe. Al final, la curiosidad puede más y decido tomarme ahí algo.

Un cantor casual y un borrachín.

Un cantor casual y un borrachín.

Cruzo la puerta y me hallo en un local sombrío, sin ventanas y mal iluminado. Es una extraña cervecería donde, al parecer, no sirven otra cosa más que cerveza, de distintos tipos y marcas. No sé cuál pedir, así que me dejo aconsejar por la camarera, una joven muy guapa de grandes ojos azules y ese aire de mujer fatal, de esas que conducen a los hombres a la locura. Mas yo, que he venido a disfrutar del espontáneo cantor y no a volverme loco, cojo mi consumición y salgo a la terraza. Me siento a una mesa esquinada y me dispongo simplemente a escuchar… Sigue leyendo

Publicado en Viaje a ninguna parte | 1 comentario

Conexión Lituania

.

Desde hace semanas el calor es intenso y la humedad considerable, así que voy conduciendo en mangas de camisa; arriesgado, lo sé, pero ¿qué no lo es? A cada momento en la vida estamos decidiendo, acaso sin saberlo, a qué placeres renunciamos a cambio de seguridad. Aun con el traje de cuero, ¿no es más arriesgado viajar en moto que en coche? Y el coche, ¿no es a su vez más peligroso que el autocar? ¿Y este que el tren? Etcétera. Vivir es arriesgado. Quizá para compensar, conduzco a ritmo muy tranquilo, disfrutando la carretera, los paisajes, parándome cada dos por tres a sacar alguna foto.

Casa en el campo, adornada con una cruz. Lituania.

Casa en el campo. Lituania.

En estas latitudes y época del año –plena canícula– ya se empieza a notar la brevedad de las noches. Aunque estoy aún muy lejos del círculo polar –¿es ahí adonde me dirijo?– ya se advierte que el sol se acuesta después y se levanta antes que en España. También en la agricultura, más tardía, se notan la latitud y el clima: hace un mes que en Castilla los trigales amarilleaban, mientras que ahora empiezan a amarillear aquí.

Una granja típica cerca de Vabalninkas. Lituania.

Una granja cualquiera cerca de Vabalninkas. Lituania.

Lituania, el menos septentrional de los estados bálticos, es claramente más pobre que Polonia; menos desarrollado. Aquí no hay apenas otra riqueza que la de los sectores primarios, y me resulta curiosísima la maquinaria agrícola que utilizan, tan vieja que en España no se ve ya sino en los museos. Las casas de las granjas y otras construcciones rurales son todas de madera, antiguas aunque casi siempre muy bien cuidadas, bellamente pintadas, con jardines floridos y árboles ornamentales. El campo es aquí entrañable, aunque el campesino no parece hospitalario; su desconfianza es evidente. Desde el arcén le saco un par de fotos a una de estas bonitas granjas, y se me acercan dos mujereso protestando, no photos. Son altamente suspicaces hacia una cámara en esta parte del mundo, y no titubean en ponerse agresivos.

En general, encuentro a los lituanos algo hoscos, quizá poco acostumbrados al turista extranjero no eslavo.

Predominio absoluto de la madera en las construcciones rurales.

Predominio absoluto de la madera en las construcciones rurales.

Desde que he cruzado la frontera sur por Sejny viajo rumbo norte por carreteras secundarias, atravesando sembrados, pastizales y arboledas en un paisaje liso como la palma de la mano, que siglos atrás estuvo cubierto por ciénagas y aún hoy abunda en terrenos pantanosos. Esquivando Kaunas, la segunda ciudad del país, he venido a recalar en Kedainiai. Pero todo lo que es hermoso, incluso idílico, en las aldeas y pueblecillos, se hace feo en las ciudades o pueblos grandes como este, donde la mayor parte de los edificios son bloques cuadrangulares de ladrillo u hormigón, estilo soviético. Sólo su pequeño casco antiguo es bonito, con calles empedradas y viejas casas de madera.

Vista parcial de Kedainiai. Lituania.

Vista parcial de Kedainiai. Lituania.

Me doy una vuelta por este tranquilo centro histórico y escucho, en cada restaurante por el que paso, algún grupo de gente hablando ruso. Esto es muy corriente aquí. Por una parte los estados bálticos están llenos de turistas rusos, y por otra el 60% de la población lituana habla el ruso con fluidez. Indiscutiblemente, dicho idioma es más útil que ningún otro en esta zona de Europa. Se me ocurre pensar que, en un mundo global, estas lenguas tan extrañas y minoritarias, el letón y el lituano, tienen sus días contados. Son viejas ramas del indoeuropeo que ya no se parecen a nada ni son de utilidad internacional alguna. Fuera de ellos mismos, ¿quién va a aprenderlas? E incluso para ellos, el ruso es mucho más útil. Igual destino, desde luego, les depara al vascuence, al gaélico y a un largo etcétera.

En el hotel donde me he alojado hay dos ruidosos estadounidenses y cuatro no menos ruidosos polacos, como siempre algo bebidos y soltando kurwas (puta) por la boca. Oigo las voces de unos y otros justo bajo mi ventana. Una chica, probablemente natural de aquí, esconde su mal nivel de inglés abusando del fucking, del gonna y del wanna; ¡cosa tan típica!

Soberbia iglesia de madera de los Carmelitas. Kedainiai.

Soberbia iglesia de los Carmelitas, dedicada a San José. Kedainiai.

Por lo demás, es Kedainiai uno de esos pueblos llenos de testosterona donde el entretenimiento favorito de la juventud masculina es andar pegando derrapadas y acelerones con el coche; sistema de ligue que, desde luego, habrían abandonado hace mucho si no diese buen resultado con sus bellísimas mujeres —¡oh mujeres tan divinas!— al estilo soviético.

Jovencitas paseando junto al parque. Kedainiai.

Jovencitas paseando junto al parque. Kedainiai.

Ceno un plato de goulash en un restaurante cercano, atendido por una hosca camarera, y pido también una botella de kvas, esa bebida fermentada de centeno tan popular en los países bálticos y eslavos. En la mesa vecina hay una pareja extranjera. Me llama la atención encontrar tanto turista en esta ciudad pequeña y desconocida, cuyo único mérito es –creo– el de ser una de las más viejas en Lituania.

Anochece. Hay aún animada concurrencia en la terraza del hotel y me siento –solitario– a una mesa para tomar una cerveza. Unos extranjeros, altos y rubios como elfos, suben por las escaleras hacia sus habitaciones llevando cada uno consigo un enorme perrazo. Por suerte no son de los que ladran. Poco a poco las mesas se van vaciando y, al cabo, me recojo yo también a mi cuarto. Leo durante un largo rato y, antes de dormirme, tengo aún que sufrir más de media hora las destempladas voces, en la calle bajo mi ventana, de dos machos alfa que no han ligado esta noche y quieren hacer pagar a los vecinos por ello…

capítulo anterior | capítulo siguiente

Publicado en Viaje a ninguna parte | Deja un comentario

Sejny, tierras de frontera

.

Ha querido la casualidad que, desde Bialystok (donde me quedé los últimos días) y buscando un paso fronterizo secundario hacia Lituania, haya venido a parar a la pequeña localidad de Sejny (a diez quilómetros del país báltico) justo en el día de sus fiestas locales.

Desfile de majorettes. Sejny.

Desfile de majorettes. Sejny.

Me resultó curioso el desfile de majorettes –algo que no veía yo desde mi niñez– con la banda local de música detrás, y pasearme por el real de la feria, en la explanada junto a la iglesia, curioseando en los puestecillos de comida tradicional mientras un grupo de sabor nostálgico toca en el escenario canciones de inconfundibles acordes eslavos. Haz clic en esta foto para un breve vídeo encantador.

Especialmente curioso me ha resultado el hecho de que al Camino de Santiago en Polonia, que precisamente pasa por Sejny, se lo nombre aquí en español, Camino Polaco, antes que en su propio idioma, Droga Świętego Jakuba. Estos polacos tienen criterios muy peculiares cuando se trata de adoptar extranjerismos. Por ejemplo, hace poco oí de una nueva calle a la que han bautizado como el héroe de la Guerra de las galaxias, Obi-Wan Kenobi, pero declinando el genitivo al estilo polaco, lo que resulta en la peculiarísima Calle Obi-Wan Kenobego.

El Camino de Santiago en Polonia pasa por Sejny.

El Camino de Santiago en Polonia pasa por Sejny.

Las fronteras, que con tanto fervor patriótico se defienden y a costa de tantísimas vidas, no son sino el capricho de cambiantes leyes que pocas veces se corresponden con una realidad social.

Sejny fue fundada en la alta edad media por tribus bálticas, luego disputada durante la baja edad media entre Lituania y los caballeros Teutones, y sólo después, en el s. XVIII, los polacos empezaron a reclamar derechos sobre el territorio y a librar batallas para obtenerlo. También los alegres suecos pasaron por allí, asolando la ciudad como el caballo de Atila; y los imperialistas prusianos, y los omnipresentes rusos.

Al final fue Polonia quien se llevó el gato al agua, ¡cómo no!, tras la SGM, pero todas las naciones mencionadas han pretendido esta tierra en algún momento de la historia, pese a tratarse de una ciudad muy pequeña y de escasa relevancia económica. Sejny ha sido durante siglos objeto de luchas y destrucciones y ha cambiado de manos muchas veces. Tal es el destino de los territorios fronterizos. Resulta, por otra parte, signfiicativo que, tras los varios asolamientos que ha sufrido, fueron siempre los monjes quienes, con su lento y humilde trabajo, la hicieron resurgir de un modo u otro, asentándose y reconstruyendo sus monasterios allá donde el miedo a la guerra había hecho huir a las poblaciones.

Dicho sea de paso, me irrita la poca comprensión de la historia que muestran los modernos anticristos con su visceral odio a la Iglesia, queriendo aniquilarla y borrar de nuestras sociedades todo rastro de ella, ignorando que ellos mismos no existirían, probablemente, de no ser por el cristianismo; o como si el pasado pudiera cambiarse modificando el presente, orwelliana idea.

Peculiar monasterio fortificado de los Dominicos, único edificio que sobrevivió a la asolación sueca.

Peculiar monasterio fortificado de los Dominicos, único edificio en Sejny que sobrevivió a la asolación sueca.

El hotel donde me alojo en Sejny, pese a los evidentes signos de remodelación, conserva también, aún, cierto sabor de años 70 en su estilo y mobiliario. Limpio y decente, el precio me resulta ridículamente bajo. Se nota ya la proximidad de los países bálticos.

A la mañana siguiente lo primero que hago es comprar moneda lituana en uno de los varios kantor (oficinas de cambio) que encuentro junto a la plaza. Polonia es uno de los mejores países que conozco para esta tarea: abundan los kantor, que nunca cobran comisión y suelen tener unos márgenes muy pequeños, a veces de apenas el 0,2 %.

Pese a la homogeneidad de los países europeos, cada vez que cruzo una de sus fronteras experimento una ligera emoción, como quien espera una pequeña sorpesa. ¿Que habrá detrás, cómo serán las carreteras, cómo vivirá la gente, qué tipo de idioma tendrán, serán amistosos u hostiles, será fácil la comunicación..?

Cruzando la frontera lituana.

Cruzando la frontera lituana.

El punto fronterizo por  el que cruzo está totalmente desierto, sin policía ni control aduanero. Apenas hay unas parcas instalaciones desiertas cuyo estilo hace ya presentir la pobreza del país en que estoy a punto de adentrarme…

Pero aquí lo voy a dejar, de momento. Lo que haya de encontrar en Lituania será ya objeto de un nuevo capítulo.

capítulo anterior | capítulo siguiente

Publicado en Viaje a ninguna parte | 4 comentarios

Cazando recuerdos

Calle Nuestra Señora de Calatañazor, Soria.

Calle Nuestra Señora de Calatañazor, Soria.

Mis primeros recuerdos de Soria son apenas media docena de imágenes, vagas e inciertas en la memoria. Contaba yo quince abriles, y en mi clase del Instituto Santamarca se había organizado un fin de semana en esta pequeña capital de provincia. Veo un vagón de Cercanías y una treintena de chavales inquietos, jugando, charlando, mientras las soleadas colinas de una serranía parda y rojiza pasaban tras los cristales de las ventanillas. Veo después un día frío y nublado en una ciudad que es casi un pueblo, cubierta por la nieve entre áridas lomas baldías. Veo una cama antigua, grande, de madera, en una habitación de paredes azul celeste, desde cuya ventana hay una vista sin obstáculos hacia una plaza. La comparto con mi compañero Carlos Groizard, de quien secretamente envidiaba su ascendiente francés, sus delicados rizos castaños y esa desenvoltura, que sólo da la familiaridad, con que trataba a las chicas de clase. Veo un paseo en grupo hasta un otero cercano, desde donde se veían los campanarios de las iglesias, destacando sus oscuros sillares contra la nieve. Y veo por último, muy vagamente, la cálida iluminación de un bar al anochecer, y el tormento por la indiferencia que me mostraba la chica a la que yo quería, y a quien Carlos, en cambio, se permitía chulear.

Eso es todo.

Cuando, un cuarto de siglo más tarde, volví a Soria para residir un año, hurgué emocionado en la memoria para recobrar esos recuerdos y en vano los perseguí durante meses: las imágenes me resultaron elusivas como esos filamentos que a veces se desplazan errantes por nuestra retina y que, tímidos o traviesos, se esconden cuando intentas enfocarlos; y de ese mismo modo, cuanto más me esforzaba en precisar aquellos recuerdos con nitidez, en recuperar sus detalles y fijarlos para siempre en la memoria, más confusos y equívocos se me aparecían, más huidizos e irreales, como si hubieran sido invención o sueño. Tampoco fui capaz de identificar, con esta Soria que tenía por segunda vez ante mis ojos, ninguno de los lugares que aquellos fugaces fotogramas habían recogido. Me parecía como si estuviese tratando de superponer, al contraluz, dos dibujos que deberían ser iguales pero cuyos trazos no coinciden exactamente: pese a tener la certeza (¿cómo podría ser de otro modo? de que los viejos edificios de entonces, las iglesias, las plazas, las colinas, estaban ahí igual que en ese viaje de mi adolescencia, ambas copias no se correspondían. ¡Tan pobres y borrosos eran mis recuerdos! Y luego, claro, la ciudad tampoco era la misma. Aquella Soria de antaño era poco más que un pueblo, puro casco antiguo y nada más, mientras que la de hogaño era diez veces mayor, y nuevos barrios la separaban del campo y del paisaje.

Hoy, una década más tarde, he vuelto a Soria otra vez, pero ya no son aquellos lejanos recuerdos de mi adolescencia los que evoco, perdidos sin remisión, sino los del año que viví aquí, éstos sí nítidos, sólidos, cercanos. Tal vez se desdibujan un poco en los bordes como se erosiona una roca en sus aristas, pero ahora las imágenes son inconfundibles; mientras que aquellos otros de mi viaje con la clase del instituto no han hecho sino desdibujarse cada vez más, irrecuperables, como al cabo del tiempo se desdibuja un carboncillo sin fijador. Los nuevos suplantaron a los viejos, que no son ya sino recuerdos de recuerdos, retazos tal vez imaginados, el rastro dejado en la memoria por un esfuerzo de recordar.

Legendaria ermita de San Saturio, sobre el Duero a su paso por Soria.

Legendaria ermita de San Saturio, sobre el Duero a su paso por Soria.

 

Publicado en Relatos | 1 comentario

A través del arco iris

.

Tras hablar en el capítulo anterior de los nuevos dioses sociales –el capitalismo sin coto y el consumo sin medida– alcanzo casualmente Toruń, ciudad antes entrañable y hoy no tanto, paradigma de las que dan su alma al diablo, renunciando a su carácter para venderse al tintineante oropel de las divisas.

Inconfundible vista de Torun sobre el río Vístula.

Inconfundible vista de Torun sobre el río Vístula.

Antes de esta metamorfosis, y precisamente por la autenticidad de su belleza, Toruń solía ser mi ciudad polaca favorita, y en ella viví una temporada. Fue fundada (como casi todo el norte de la actual Polonia) por los germánicos caballeros de la Orden de los Teutones en la baja edad media, y se ha conservado casi incólume pese a las guerras, soberbia con sus históricas torres, iglesias y murallas en inalterable ladrillo rojo, recibiendo el sol de mediodía en las fachadas de sus casas, reflejandose sobre las aguas del Vistula a cuya orilla se yergue. Fue cuna del astrónomo Copérnico, que dio forma a su sueño heliocéntrico y es hoy símbolo de la ciudad.

Pero no voy a detenerme hoy en las virtudes de Toruń ni en su acelerada vulgarización de la última década. Baste decir que he hecho una parada de varios días para visitar a algunos amigos que aún me quedan aquí; y que una mañana –tan calurosa como las anteriores– cojo de nuevo la moto y, en mangas de camisa, continúo viaje por la bochornosa llanura central polaca, ahora en dirección este, en busca de mi añorada Podlasie, una región de Polonia frontera con Bielorrusia donde todo comenzó y todo acabó, yo me entiendo. Hace unos años escribí estas palabras sobre Podlasie, que algún lector puede encontrar incluso poéticas.

Para llegar aquí desde Toruń lo ruta más bonita es por Mazury (o región de los lagos, como le dicen aquí), haciendo un leve arco hacia el norte; pero yo quería visitar a otra amiga en su chalet de Popowo Kościelne, cerca de Varsovia, o sea un poco hacia el sur, y he tenido que apechugar con las monótonas carreteras del llano central.

Listo para un paseo al atardecer. Popowo Kościelne.

Listo para un paseo al atardecer. Popowo Kościelne.

Hago, pues, una noche en Popowo, en el chalet, y la siguiente en Ciechanowiec, donde el amable dueño del Hotel Nowodwory, preocupado por la seguridad de Rosaura y careciendo de cochera, me insiste en que la aparque en el mismísimo vestíbulo, pese a mis protestas de que, tratándose de un pueblo, no hacía falta. Pero el hombre porfía: To jest Polska!, exclama: esto es Polonia. Como diciendo: aquí ningún lugar es seguro.

Rosaura, invitada de honor en el hotel Nowodwory.

Rosaura, invitada de honor en el hotel Nowodwory.

Por cierto que en este hotel aprovecho para cenar tatar, uno de mis favoritos de la cocina polaca. Es un plato no apto para pusilánimes: carne cruda picada servida con una yema de huevo también cruda, cebolla y pepinillos. Ideal acompañada con un chupito de vodka.

Tatar wołowe.

Tatar wołowe.

Y así, desde  Toruń y cuidando siempre de mantenernos alejados de las frecuentadas rutas principales, tres días más tarde Rosaura y yo llegamos por fin a la capital de Podlasie: Białystok.

Pese al fuerte vínculo emocional que me une a esta ciudad, reconozco que no tiene mucho de bonito ni apenas otro atractivo que la notable densidad de mujeres guapas; que no es poca cosa, claro. Pero careciendo de casco antiguo y habiéndose desarrollado en la época del socialismo, pese a llamarse a sí misma la Versalles de Polonia lo más que puede hacer el turista es visitar el emblemático palacio Branicki (mandado construir por un ambicioso cabecilla, o hetman, que también aspiraba a cruzar su arco iris y quiso ser rey de Polonia), explorar sus espléndidos parques y pasear de arriba a abajo por la única calle peatonal de la ciudad, Lipowa, que concentra la mayoría del comercio y el ambiente.

Sobre Lipowa hay una plaza y en la plaza un gran café: Esperanto, que se llama así porque en Bialystok nació el judío Lezer Levi Zamenhof, el físico que inventaría el famoso, si bien que fracasado, lenguaje universal.

Palacio Branicki, en Bialystok.

Palacio Branicki, en Bialystok.

Por cierto, decir que Zamenhof era polaco es forzar un poco la gramática y la historia; como decir que Julio César era italiano o Mozart austríaco. Zamenhof era ante todo judío (y ya sabemos todos que este pueblo no admite más nacionalidad que la propia), de ascendencia lituana, y nació siendo Bialystok parte de Rusia. De hecho, se crió bilingüe yiddish-ruso, y sólo más adelante aprendería el polaco, junto al hebreo y otros idiomas.

Al vivir en esta Babilonia donde los conflictos entre quienes hablaban diferente lengua eran el pan nuestro de cada día, con muy buen sentido Zamenhof concluyó que la razón principal de los odios y los prejuicios entre las gentes radicaba en el desentendimiento mutuo, y que la lengua era la mayor barrera entre los pueblos, obstáclo mucho más poderoso y efectivo que cualquier arbitraria frontera (esto último es de mi cosecha). De ahí su interés en crear un idioma común. Pero este bienintencionado proyecto estaba llamado al fracaso desde su misma concepción, pues lo que el judío lituano pasó por alto fue que las gentes antes prefieren aferrarse y morir por sus prejuicios y chauvinismo que no vivir en armonía si ello implica renunciar a preservar esa parte tan importante de cada uno como es el lenguaje materno.

Difícil tarea, sin duda, determinar “cuál es la más noble acción del alma” en tales casos y cuánto esfuerzo debería ponerse en allanar barreras lingüísticas, es decir dejar morir idiomas que aunque éstos formen de algún modo parte de nosotros; pero lo que, mírese como se mire, no puede considerarse sino fruto de mentes rencorosas y estrechas es eso de acrecentar dichas barreras, o crearlas, donde antes no las había; eso de querer resucitar lenguas moribundas, reabrir debates olvidados y avivar problemas que iban desapareciendo por sí solos. Tal es el caso del gallego, el vascuence o el catalán en España, como lo es del gaélico en Irlanda, el lapón en Finlandia y muchos otros ejemplos.

Sábanas bordadas en mi hotel de Bialystok. Algo que ya se ve muy poco.

Sábanas bordadas en el hotel Kamienica. Algo que ya se ve muy poco.

Pero dejemos los idiomas y observemos cómo los niños alcanzan sus propios sueños frente al café Esperanto.

En los días calurosos del verano, es costumbre en Polonia (y privilegio de un país donde el agua no escasea) enganchar una gruesa mangera a una boca de riego y, situando un deflector metálico junto al otro extremo, fijado al suelo en mitad de alguna plaza, abrir el grifo para crear una cortina de agua donde poder refrescarse y jugar. Y es una verdadera delicia apostarse junto a una de estas pantallas líquidas y observar cómo los niños disfrutan, empapados por completo, intentando repetidamente cruzar el arco iris mágico.

Niños cruzando el arco iris.

Niños jugando en el agua irisada.

Quizá estas imágenes sean una metáfora, o incluso una alegoría, sobre mi propio viaje a ninguna parte. Pero, en cualquier caso, ¿quién de entre nosotros no ha soñado, alguna vez, también con alcanzar el arco iris?

A través del arco iris.

A través del arco iris.

capítulo previo | próximo capítulo

Publicado en Viaje a ninguna parte | 6 comentarios

Increíble historia con Jazzcard / Jazztel móvil por una línea cancelada

.

El servicio de telefonía móvil prepago de Jazztel, Jazzcard móvil, está rubricado de principio a fin por el engaño, la pésima prestación del servicio y un trato insultante para los clientes. Si quieres saber cómo se las gastan, sigue leyendo y conocerás la vergonzosa tomadura de pelo de que me han hecho objeto.

A mediados de 2013 solicité portar mi número a Jazztel, grave error del que me he arrepentido desde entonces.

Para empezar, Jazztel me dejó varios días sin servicio porque, sin razón ni explicación alguna, y pese a que la operadora anterior ya había cedido el número, en Jazztel rechazaron mi portabilidad. Tuve que cursar una reclamación para que me dieran de alta.

Mientras he estado con Jazzcard, los inaceptables cortes en los servicios de voz y datos han sido constantes. A veces de sólo unas horas y otras de varios días (como el caso del 12 de marzo de 2014).

Aparte, Jazzcard móvil no proporciona servicio de roaming y manifiestan que no tienen la menor intención de hacerlo; cosa que no se comprende hoy día, y de la que no te enteras hasta que ya estás con ellos, puesto que en su publicidad no informan.

En septiembre de 2014, sin más aviso ni comunicación, me han cancelado la línea unilateralmente. Dicen que, aunque síhe hecho las recargas cada dos meses, no he hecho ningún consumo con coste. Esta segunda condición se la han inventado hace poco y no han avisado. Cualquier lector se imagina el serio trastorno que supone perder el número de móvil, así que he intentado por todos los medios recuperarlo, hasta el momento sin éxito.

La correspondencia que me he visto obligado a mantener con consultasjazzcardmovil@jazzcard.com parece sacada de una película de los hermanos Marx.

CORRESPONDENCIA CON JAZZCARD

A mi primer correo pidiendo explicaciones respondieron lo siguiente:

“Tu linea movil se encuentra dada de baja debido a que tienes realizar una recarga y un consumo con coste en los últimos 60 días , si no lo haces, tu linea pasara a un estado de bloqueo de llamadas salientes. Se les avisara por SMS de este estado y de que debe realizar una recarga para salir de él. Durante los siguientes 60 días continuará ese bloqueo, salvo que recarguen , si pasa ese plazo sin recargar, la línea se dará automáticamente de baja.”

El castellano que utilizan es ininteligible y el tuteo inaceptable. Parece que han contratado a discapacitados mentales. Pero lo más significativo aquí es que lo que dicen no es cierto, ya que NO me avisaron de nada por SMS, ni por correo.

Al pedirles información ampliada (fechas de bloqueo y de baja, y posibilidad de reactivar la línea), me envían la siguiente respuesta:

“Tu linea movil se encuentra dada de baja debido a que tienes realizar una recarga y un consumo con coste en los últimos 60 días , si no lo haces, tu linea pasara a un estado de bloqueo de llamadas salientes. Se les avisara por SMS de este estado y de que debe realizar una recarga para salir de él. Durante los siguientes 60 días continuará ese bloqueo, salvo que recarguen , si pasa ese plazo sin recargar, la línea se dará automáticamente de baja. Es debido a este estado que no puedes recargar.”

Es decir, no sólo no contestaron a ninguna de mis preguntas sino que además ¡me enviaron una respuesta idéntica a la anterior! Palabra por palabra y punto por punto. Ya se adivina la tomadura de pelo, pero por favor continúe Vd. leyendo.

Al hacerles ver mi indignación por la burla y reiterarles con extrema claridad mis preguntas, me responen:

“Tu linea movil se encuentra dada de baja de forma definitiva , eso significa que es imposible recuperarla . El motivo de la baja es porque no realizaste un consumo con coste en un plazo de 60 dias , luego tu linea pasa a un estado congelado en el cual solo podias recibir llamdas y realizar llamadas de emergencia , otorgandote un nuevo plazo de 60 dias para realizar una recarga y que no de de de baja tu linea . Debido a que no se realizo la recarga tu linea movil paso e ser dada de baja . La ultima recarga realizada fue el dia 31 de Julio y desde el mes de Junio que no tienes consumo con coste , debido a eso a fines de Septiembre se dio de baja tu linea movil.”

Continúa la insultante burla hacia el cliente, acompañada esta vez de una contradicción flagrante: primero dicen que la baja fue por no haber realizado consumo con coste en 60 días, y después dicen que fue por a no haber recargado en 60 días. ¡Pero ni siquiera habían transcurrido 60 días desde la recarga anterior! Aparte, dicen que es imposible recuperar la línea (¡falso!) y que la baja fue a fines de septiembre. ¿Pero qué fecha concreta es “a fines de septiembre”? ¿Qué clase de respuesta es esa?

Por otra parte, su contrato dice que se puede portabilizar un número dado de baja, según disponen las “especificaciones técnicas de portabilidad” (aunque no dice cuáles son). Así que, sin rendirme aún, les vuelvo a escribir para pedirles A) que me aclaren la patente contradicción de su anterior respuesta, B) que me devuelvan el saldo no consumido, y C) que me digan cuáles son las “especificaciones técnicas de portabilidad” a que alude su contrato.

La burlona respuesta de Jazzcard / Jazztel no se hace esperar:

El motivo de la baja es por no realziar consumos con coste en los plazos indicados […] no realizaste un consumo con coste en un plazo de 60 dias , luego tu linea pasa a un estado congelado en el cual solo podias recibir llamdas y realizar llamadas de emergencia , otorgandote un nuevo plazo de 60 dias para realizar una recarga y que no de de de baja tu linea . Debido a que no se realizo la recarga tu linea movil paso e ser dada de baja . Se deben cumplir las 2 condiones para que tu linea se mantenga activa recargas y consumo con coste en un plazo de 60 dias . Tu ultima recarga fue antes que tu linea pasara a estado congelada y que se cumplieran los primeros 60 dias sin consumo.”

¡Es verdaderamente insultante! Les pido que me aclaren la contradicción y me contestan con la misma contradicción, repetida una y otra y otra vez: “el motivode la baja es por no realizar consumos con coste/el motivo de la baja es que no se realizó recarga”. Inaceptable, imperdonable y además falso, porque las recargas sí que las hice. Para colmo, no contestan a dos de las tres preguntas que les hacía.

Vuelvo a la carga solicitando que me devuelvan el saldo no consumido y que me informen de las “condiciones técnicas de portabilidad”.

Transcurre una semana sin respuesta.

Les reenvío el correo y emprendo por internet una campaña de descrédito contra Jazztel.

Entonces sí me responden, copiando y pegando ¡por quinta vez el mismo texto!

“Tu linea movil se encuentra dada de baja de forma definitiva , eso significa que es imposible recuperarla . El motivo de la baja es porque no realizaste un consumo con coste en un plazo de 60 dias , luego tu linea pasa a un estado congelado en el cual solo podias recibir llamdas y realizar llamadas de emergencia , otorgandote un nuevo plazo de 60 dias para realizar una recarga y que no de de de baja tu linea . Debido a que no se realizo la recarga tu linea movil paso e ser dada de baja .”

La ofensa a la inteligencia del cliente es intolerable e indignante. Esta vez, tras el texto de marras, me indican que les envíe mi número de cuenta bancaria para proceder a la devolución del saldo no consumido. “Algo es algo”, pienso.

Les envío un sexto correo con mi cuenta bancaria e insistiendo en que me informen de las “condiciones técnicas de portabilidad” bajo las cuales puede portabilizarse una línea dada de baja.

Aparte, escribo también al “defensor del usuario” defensor.del.usuario@jazztel.com dando parte de toda esta gran burla.

El defensor del usuario no se ha dignado en contestar, pero dos semanas más tarde recibo por fin, del mismo correo de siempre, un mensaje muy distinto a los anteriores, que ya no está redactado por un robot:

“Esperamos que sepa aceptar nuestras disculpas si ha sentido que no le tratábamos de forma correcta en algún momento, o si la información que usted solicitó no le ha sido facilitada de forma completa o apropiada , te informamos que si lo deseas podemos reactivar tu linea movil con el mismo saldo que mantenias al momento de la baja.

En JAZZTEL trabajamos a diario para mejorar la calidad [bla, bla, bla] y le pedimos disculpas de nuevo por los inconvenientes que esta circunstancia le haya podido ocasionar.”
Parecen buenas noticias, ¿verdad? Por fin reaccionan, y parece que después de todo no perderé el número ni el saldo. Pues no, nada de eso. Es sólo una continuación de la misma tomadura de pelo tan ofensiva. Para empezar, dicen que pueden reactivar mi línea cuando dos semanas atrás decían que era imposible reactivarla. Es decir, que o mentían entonces o mienten ahora. Pero lo peor de todo es que no han hecho ni una cosa ni otra: ni han reactivado la línea ni me han devuelto el saldo.

Al esperanzador mensaje último les respondo que sí, deseo que reactiven mi línea con el saldo que tenía, y les pido que me mantengan al tanto.

A ese correo, el 17 de octubre me responden así:

“Le informamos que hemos abierto una solicitud con el numero 2681333 , que tiene un plazo maximo de 72 horas para concretarse. Te contactaremos para entregarte la resolución.”

Pero sólo se trata de otra mentira más.  Transcurridos cinco días desde que me dijeron que resolverían en tres, les mando un correo recordatorio, y me contestan:

“Te informamos que tu solicitud aun se encuentra en proceso , inmediatamente se reactive la linea nos pondremos en contacto con usted para informarte.”

Y a 27 de octubre, o sea diez días (o 240 horas) después, aún no me han comunicado el restablecimiento de mi línea ni resolución alguna, pese al plazo de 72 horas que ellos mismos se impusieron.

He estado con muchas operadoras móviles en España, y ninguna otra me había dado nunca un trato tan insultante como el de Jazztel, lleno de mentiras y engaños, ni me habían quitado la línea sin avisar ni darme una oportunidad para no perderla.

Pero la historia continúa: mientras todo este problema se sustanciaba, para no perder el número y puesto que aún estaba en plazo, pedí portabilidad a otra compañía, me mandaron la tarjeta y funcionó. Pero hoy, por curiosidad, he metido la tarjeta de Jazztel con la línea supuestamente cancelada y resulta que… ¡funciona también! Así que ahora tengo dos tarjetas activas y funcionando con un único número de teléfono. Desde ambas puedo hacer llamadas salientes y enviar SMS, pero sólo a la nueva compañía me llegan mensjes y llamadas. Caso insólito. Ahora, a ver cómo lidio este toro, y todo por la total incompetencia del personal de Jazztel, que no sólo no saben escribir ni expresarse, sino que tampoco saben leer, y no se enteran de nada…

Publicado en Consumo | 5 comentarios