El país más saludable del planeta

Cuando escuché que Netflix iba a dejar de emitir en Rusia, lo primero que pensé fue: “¡Ah!, ¿pero es que el Kremlin permitía esa emisión? ¡Qué imprudencia!”

A ver: me considero un entusiasta de la libertad y enemigo de prohibiciones y censuras. Creo en el libre mercado y, en principio, soy partidario de que todo el mundo tenga acceso a los bienes y servicios que quiera y pueda; y esto pese a que, en general, la capacidad de la gente para elegir lo que más le conviene suele dejar mucho que desear. Para mí, lo ideal sería que la libertad de elección viniese acompañada de una adecuada educación o, al menos, información… Pero creo que estoy divagando y entrando en un debate muy complicado. De momento, básteme decir que, por mí, si alguien elige ver determinado canal o contenido online, pues que lo vea.

Ahora bien, cuando pienso en Netflix (o Amazon Video, HBO, Disney Channel, DW, etc.), confieso que mi creencia en la libertad flaquea un poco y dejo de estar seguro de hasta qué punto la antepongo a cualquier otra consideración. Y no es porque las producciones de esos proveedores sean peores que infinidad de otras que circulan por ahí, Sigue leyendo

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Buscando el casus belli

Vista la enorme superioridad militar del ejército ruso sobre el ucraniano, parece claro que, por mucho armamento y mercenarios que éste reciba de la OTAN, sin la intervención directa de las tropas atlánticas en el conflicto será totalmente inevitable que Vladimir Putin acabe imponiéndose sobre Volodimir Zelenski; es decir, sobre Joe Biden. Si esa intervención no se produce, de nada les servirá a los soldados ucranianos, con su regimiento Azov declaradamente neonazi, secuestrar a la población civil -por el procedimiento de impedir su pactada evacuación- para protegerse tras ella frente a las tropas rusas, que tienen órdenes rigurosas de minimizar las víctimas civiles; ni les servirá de nada, como no sea para aumentar las muertes y el sufrimiento de la población, las sucesivas remesas de munición y material bélico que tan hipócritamente les enviamos los países de la Alianza no para que tengan una posibilidad de vencer a su enemigo, sino para que resistan todo lo posible y el enfrentamiento se prolonge lo suficiente como para que el pueblo ruso, que es quien injustamente padece el embargo occidental, se levante contra Putin y reclame un cambio de régimen; pues este es, y no otro, el verdadero objetivo de sus verdaderos enemigos.

Pero la mencionada victoria rusa significaría, de hecho, nada menos que la derrota del imperialismo norteamericano y sus vasallos europeos, amén de un duro revés al globalismo, pues, no nos engañemos, lo que de verdad se dirime aquí no es una Ucrania de más o de menos, sino la supremacía occidental sobre Rusia, esa nación rebelde que no quiere doblegarse ante Usa, el Nuevo Orden Mundial, los designios del Foro de Davos o la Agenda 2030, que todo viene a ser lo mismo. Como ha dicho con gran acierto un analista político, “Estados Unidos va a luchar contra Rusia hasta el último soldado ucraniano”. Y es aquí donde residen mis más aciagos presagios, porque ¿cómo va a tolerar Usa tal derrota sin precedentes?; ¿cómo consentir que Putin le doble el brazo a Occidente? Que el dirigente eslavo se salga aquí con la suya equivale, literalmente, al principio del colapso de la dominación mundial useña, al fin del dólar como moneda de intercambio universal, a un cambio radical en el status quo de las relaciones comerciales internacionales, a la esterilidad de imponer sanciones económicas sobre un país con recursos propios y, en fin, al ridículo mundial más vergonzoso en la historia del arrogante supremacismo useño. ¿Como creer, pues, que el imperio con el ejército más poderoso del planeta vaya a permitir que tal cosa suceda? Porque Putin se saldrá con la suya si el imperio no lo impide; y eso: que se decida a impedirlo, es lo que más miedo me causa.

O mucho me equivoco -y sabe Dios cuánto deseo equivocarme-, o dentro de poco la OTAN se procurará cualquier casus belli para justificar su intervención militar en el presente conflicto, aunque para ello tenga que traspasar la peligrosa y frágil frontera de las hostilidades bélicas contra Rusia, probablemente realizando una operación de falsa bandera; lo cual significaría el inicio de una contienda en toda regla entre ambos ejércitos, es decir una guerra mundial que, por desgracia, puede escalar muy fácilmente a nuclear, con las devastadoras consecuencias que todos imaginamos. De hecho, mientras que ya algunas voces en Occidente empiezan a gritar: “¡Pero debemos hacer algo!” (y hacer algo sólo puede significar una escalada bélica), el ministro de defensa ruso ha alertado de un supuesto plan ucraniano para atentar sobre diplomáticos useños y europeos en Lviv y culpar de ello a Rusia, de cara a conseguir que la OTAN se involucre en la guerra.

Mi única esperanza de que este peligro se conjure y la situación no desemboque en el desastre atómico total reside en que la Agenda Globalista, la que profetiza -y procura- el final de Usa como primera potencia mundial para el año 2030, se imponga sobre la Agenda Hegemónica de ese mismo país, en cuyo caso bienvenido sea, por una vez, aquel proyecto. Pero mi ignorancia sobre los entresijos del poder no me permite imaginar cómo puede esto lograrse, habida cuenta de que, hasta donde creo saber, ambas agendas coinciden actualmente en uno de sus objetivos, que es acabar con Rusia, a quien tanto la una como la otra consideran un fuerte estorbo a sus respectivos proyectos. Y así las cosas, sólo puedo, glosando la letra de aquella canción de Sting, confiar en que los occidentales también amen a sus hijos.

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La Dirección General de Tráfico es ahora un agente comercial

Hace cosa de un año el fabricante de mi automóvil hizo una campaña para que los propietarios de cierto modelo, entre los que me hallo, pasáramos por alguno de sus talleres para que nos efectuaran en el vehículo una “actualización gratuita del software del motor” que, supuestamente, mejoraría su eficiencia. La carta que recibí (por correo ordinario) venía remitida no por la casa, sino por la Dirección General de Tráfico; y como no me pareció lo bastante importante para molestarme en ir al concesionario, la dejé pasar.

No obstante, meses después la DGT me envió la misma carta pero por correo certificado, con el correspondiente sobresalto por mi parte (pues es sabido que los certificados de Tráfico no suelen traer buenas noticias). Tras leerla, la tiré también a la papelera. Pero ahí no acabó la cosa, porque al cabo de un trimestre me llegó otra, también certificada; y otra más al trimestre siguiente, con el mismo tipo de envío. Todas con idéntico contenido, indicándome que me acerque por un taller-concesionario de la casa para la propuesta “actualización”. Y me parece que la broma pasa ya de castaño oscuro.

Y pasa ya de castaño oscuro porque, en primer lugar, me surge la siguiente pregunta: Sigue leyendo

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Cui prodest bellum

Cualquiera que sea el resultado de la “operación militar especial” rusa en Ucrania, esto podemos dar por seguro: el electorado de la Europa atlantista quedará persuadido de la absoluta necesidad de la OTAN y -relegando al olvido cualquier idea de disolver una alianza que, en puridad, perdió su razón de ser hace ya más de tres décadas- dará carta blanca a sus gobernantes para embarcarse en enormes incrementos del presupuesto militar en sus respectivos países. Con la disculpa de que necesitamos perentoriamente defendernos del oso ruso, los miembros europeos de la OTAN gastarán en material bélico fabulosas cantidades de dinero extra que saldrá, por supuesto, del bolsillo de los contribuyentes. Ya el canciller Shcolz ha anunciado su intención de aumentar el gasto militar de Alemania en unos cien mil millones de euros para el próximo año. Los demás países de la Alianza a este lado del Atlántico harán, en mayor o menor medida, otro tanto; e incluso el muy pacifista gobierno de Pedro Sánchez se verá presionado para aumentar nuestro presupuesto de defensa, mal que les pese -al menos de boquilla- a sus socios comunistas.

Y una buena mitad de la multimillonaria cifra que Europa puede llegar a gastar durante los próximos años en armamento, tecnología y material bélicos irá a parar a las arcas del Tío Sam, Sigue leyendo

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Indefensión del paciente maltratado. V: La indefensión

(Viene de aquí)

Así, armado con esta confirmación judicial del maltrato recibido, el paciente hizo un nuevo intento para que dicha conducta fuese sancionada, dirigiéndose al efecto una vez más, mediante sendas cartas, a quienes tan poco crédito le habían otorgado hasta el momento: Antonio Sanz Marca, director del hospital Parque Vía de la Plata, y Pedro Hidalgo Fernández, presidente del Colegio de Médicos de Badajoz. En ellas, solicitaba la reapertura del expediente disciplinario contra el siquiatra. Pero ambos destinatarios, desentendiéndose de la insoslayable realidad que los hechos acreditados ponían de manifiesto, no se dignaron siquiera acusar recibo de esta nueva solicitud, pese a la responsabilidad que podría caberles si, dejando impune la conducta descrita en la sentencia, su autor la repitiese de modo semejante -o peor- con otros enfermos.

En vista de este silencio, el paciente acudió por último, en busca de amparo, a quienes estaban en condiciones de ofrecerle alguno, y presentó dos nuevas reclamaciones: una ante la compañía Segurcaixa Adeslas (como asegurado de la cual había acudido a tan malhadada consulta), responsable última de la calidad del servicio médico prestado a sus clientes, y otra ante la Consejería de sanidad y servicios sociales de la Junta de Extremadura, garante de los servicios sanitarios y derechos del paciente en dicha comunidad; pero nuevamente sus denuncias fueron desoídas, pues ambas instancias “echaron balones fuera” y se desentendieron del caso. Adeslas respondió con un incoherente escrito, firmado por Juan Romero Cadaval (jefe del Servicio de atención al cliente en Badajoz), en que venía a aducir que los centros y profesionales concertados trabajaban bajo su propia responsabilidad -lo cual es cierto-, sin someterse al control y los criterios de la aseguradora, lo cual es perfectamente absurdo, ya que Adeslas siempre puede eliminar de su cuadro a un médico del que tenga acreditada queja, y por tanto los profesionales concertados tienen que someterse, directa o indirectamente, a los criterios de la aseguradora; así que sostener lo contrario tiene poco sentido. Por su parte, Laureano Marín Lencero, médico jefe del Servicio de inspección sanitaria de la Junta de Extremadura, se lavó las manos mediante un argumento de escaso o nulo rigor jurídico, aduciendo que no procedía resolver ninguna actuación investigadora al respecto porque “la discrepancia” (sic) en la atención sanitaria dispensada por el siquiatra había sido “dilucidada a nivel judicial”, lo cual resulta falaz, toda vez que lo así “dilucidado” no fue discrepencia alguna, sino la posible comisión de un delito de coacciones contra el facultativo; asunto éste muy distinto -por mucho que hubiese una conexión- del elevado por el paciente al Servicio de inspección sanitaria: a saber, la acreditada falta de respeto del siquiatra para con él. Así que, mediante esa evasiva respuesta, el Sr. Martín Lencero dejaba de manifiesto su escasa voluntad de ocuparse de tan intolerable conducta médica, pese a que dentro de las competencias de su Consejería entra la supervisión de la calidad de los servicios médicos en los centros públicos y concertados.

Conclusión:

La indefensión en que se hallan los usuarios de los servicios médicos en España es total. Como se ve en el caso aquí relatado, ni el colegio profesional, ni la dirección del hospital, ni la compañía aseguradora, ni el gobierno autonómico tuvieron interés en corregir, o al menos tomar en consideración, el inaceptable trato deparado a un enfermo por parte de su propio siquiatra, aun tras haber quedado acreditado tal dato según descripción judicial. Pero la indefensión no quedó ahí, porque lo cierto es que, pese a ser la salud asunto tan absolultamente prioritario en la percepción popular y no cesar de confirmar su importancia todos nuestros políticos, ora para inflar o adornar sus discursos, ora para elogiar hasta el rubor las excelencias de un sistema sanitario cada vez más en entredicho, no hay en nuestras administraciones públicas un solo organismo, negociado, observatorio u oficina que tenga como misión específica la defensa del paciente.

Ahora, eso sí: desde los medios de comunicación no cesan de influir para que nos alineemos con la omnipotente corporación médica y sus plañidos por las agresiones que ellos sufren a manos de sus pacientes, mientras los poderes públicos no escatiman ninguna medida para “proteger” a los médicos de quienes, en realidad, se encuentran a merced de éstos, e infinitamente más indefensos. Y si ya es bastante deplorable -aunque en cierto modo coherente- que esto suceda con gobiernos de corte liberal, supuestamente más proclives a favorecer los intereses de castas privilegiadas aun en perjuicio del ciudadano de a pie, que suceda lo mismo con gobiernos de pretendido énfasis social que dicen defender a ultranza los intereses de “la gente” supone, además, una grosera burla.

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Indefensión del cliente maltratado. IV: La sentencia

(Viene de aquí)

Mientras el hospital Vía de la Plata y el Colegio de Médicos de Badajoz contribuían, con su inacción, a que el tiempo fuese borrando las huellas y el recuerdo del maltrato deparado por el siquiatra a su paciente, tuvo lugar la vista oral del juicio seguido contra éste a partir de la denuncia penal que -para mayor infamia- fue interpuesta contra él; y recayó la correspondiente sentencia, que fue absolutoria. La denuncia era tan poco digna de crédito que, pese a haberse presentado la acusación en juicio acompañada de un testigo para declarar contra el paciente -en tanto que éste no contaba con testimonio alguno a su favor-, el juzgador no pudo sino resolver su absolución. De hecho, el propio denunciante pudo haber contribuido a que recayese esta sentencia desestimatoria, pues en la vista oral dio muestras de su atrabiliario carácter enfrentándose con manifiesta hostilidad al defensor del denunciado.

Más aún: del propio tenor de la sentencia se desprendía, como derivada directa, la deplorable profesionalidad del médico, pues, entre otras cosas, en su texto el juez establecía como acreditado que existió “una falta de respeto recíproca entre ambas partes […] a todas luces reprochable moral y socialmente, a la par que inaceptable; viniendo con esto a confirmar, en buena medida, la existencia del indigno trato originalmente denunciado por el paciente. Y el hecho de que un juez, en un pronunciamiento, calificase de ese modo la conducta del siquiatra debería haber sido de trascendencia decisiva para el Colegio de Médicos y Hospitales Parque, en tanto reforzaba, con valor jurídico y legal, lo que hasta entonces se habría podido considerar sólo como la mera palabra de un paciente -sin presunción de veracidad- contra un miembro de dicho colegio y empleado de dichos hospitales -con presunción de inocencia-; y si la conducta del especialista fue reprochable e inaceptable moral y socialmente, con más razón lo sería ética y profesionalmente. Bien es cierto que, careciendo -insistimos- de testimonios a favor del paciente, el juzgador afirmó de éste otro tanto (la falta de respeto -sentenció- fue recíproca); pero tal circunstancia, aunque fuese verdadera, no habría justificado ni excusado el inaceptable proceder del facultativo, pues cuando se produjo el incidente los roles de denunciante y denunciado no eran equiparables: no se trataba de dos ciudadanos cualquiera enzarzados en una disputa, sino de médico y paciente; y estando el segundo bajo los cuidados clínicos del primero, tenía éste la obligación laboral y profesional, no condicionada a reciprocidad, de procurar el bienestar de aquél y tratarlo con respeto y calidad humana, como dispone el código deontológico.

En concreto, al proferir ofensas y amenazas contra un enfermo, el colegiado estaba vulnerando no uno, sino varios preceptos del código que debe regir su conducta; a saber: el deber de anteponer la salud del paciente ante cualquier otra conveniencia (art. 5.3), el deber de no perjudicarlo jamás en modo alguno (art. 5.4), el deber de guardar las formas y observar una conducta adecuada (art. 8.1), el deber de tratar al enfermo con corrección y delicadeza (art. 9.2), la prohibición de estigmatizar al paciente psiquiátrico (art. 13.4), evitar que las quejas del paciente afecten a la relación o a la calidad de la atención prestada (17.2) y la obligación de prestar una atención de calidad humana (art. 21.2).

(Continúa…)

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Una media verdad es una mentira completa: La variante Ómicron, inmunidad cruzada y la inventada ilusión de un virus sin precedentes

(NOTA: esta entrada es la traducción literal de este artículo publicado por Julius Ruechel. Donde habla de “nuestras instituciones”, “nuestros funcionarios”, etc., se refiere a Canadá, salvo que del contexto se infiera otra cosa. El lector sabrá si es extrapolable a su propio país. Con la palabra “coronavirus” se refiere a toda esa familia de virus. Para especificar, utiliza “SARS-CoV-2”.)

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Un estudio publicado en medRxiv el 2 de diciembre de 2021 (preimpresión) encontró que: “los indicios a nivel poblacional sugieren que la variante ómicron lleva asociada una significativa habilidad para evadir la inmunidad adquirida tras una infección anterior”. A primera vista, esto parece en directa contradicción con el elevado número de estudios recientes que demuestran una inmunidad duradera al covid tras una infección natural (más de 141 estudios hasta la fecha). ¿Cómo pueden ambas cosas ser ciertas?

Entretanto, otro estudio publicado en medRxiv (preimpresión) el 8 del mismo mes confirmaba que la variante Ómicron está escapando a la vacuna, lo cual significa que la hornada actual de vacunas no es capaz de neutralizarla. Mala suerte para quienes llevan ya tres dosis del elixir mágico: de vuelta a la casilla de salida.

Pfizer ya ha asegurado al mundo que puede tener lista una vacuna Ómicron para marzo del 2022. El director de BioNTech ha confirmado que la vacuna Ómicron será de tres dosis. Y en una entrevista en el Wall Street Journal, cuando preguntaron al director de Pfizer si es una buena noticia que la variante ómicron se contagie más rápido pero sea menos nociva -y por tanto ofrezca una salida a la crisis vía inmunidad natural-, respondió que no sería buena noticia porque más contagios pueden significar más mutaciones (o sea, nuevas variantes). Sí: en efecto, le preguntaron a un fabricante de vacunas si la inmunidad natural podría proporcionar una solución alternativa para acabar con la pandemia (ahí no hay conflicto de intereses). Por supuesto dijo que no. Por supuesto la excusa es… el riesgo de más “variantes”. Y por supuesto la única solución que le parecía viable es… más vacunas. No dejemos que el espejismo de una crisis se desperdicie, ¿eh?

Y en el colmo de la demencia, Sigue leyendo

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Indefension del paciente maltratado. III: La infamia

(Viene de aquí)

Las denuncias que la víctima del mencionado maltrato interpuso ante ambas instancias contra el psiquiatra del Vía de la Plata no sólo cayeron en saco roto, sino que, tras incumplir Hospitales Parque su promesa de realizar una investigación del incidente, y decaer por parte del Colegio de Médicos el interés inicialmente expresado en preservar el buen ejercicio deontológico de la profesión, a aquel desdichado le esperaba una sorpresa aún peor: por toda respuesta a sus indignadas reclamaciones, recibió una notificación del Juzgado de Zafra comunicándole que se instruía proceso penal contra él por una denuncia que el psiquiatra había presentado acusándolo de un delito de coacciones. Es decir, que no contento con haber deparado un trato denigrante a su paciente (con ofensas, amenazas y revelación de datos personales en público), el médico, tras haber tenido conocimiento de las reclamaciones contra él interpuestas, no dudó en denunciarlo penalmente (a modo “defensivo”, y acaso también con ánimo vengativo) merced a una distorsión de los hechos; añadiendo con esto, al agravio, la infamia.

En la denuncia penal, entre falsedades e imprecisiones, venía a ofrecerse el siguiente relato (las cursivas son extractos del escrito de denuncia): Sigue leyendo

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