Sigo viajando hacia el norte en busca del mar Cantábrico y llego, por carreteras locales, a una de las villas más antiguas e históricas del viejo condado de Castilla: Covarrubias, cabeza que fue de un importante señorío monástico.
Desde que enfila el viajero su puente sobre el Arlanza pronto echa de ver que no se trata de un pueblo cualquiera, y al llegar a la entrada principal lo recibe el inconfundible edificio del Archivo de Indias, con su arco que hace de puerta a la villa.
Explorando sus calles pintorescas vengo a dar a una bonita plaza, recoleta y algo umbría, cuyo nombre me trae a la memoria los primeros versos de aquel simpático romance que recitaba un tío mío, y del que nunca pude recordar el resto:
A veinte leguas de Pinto
y treinta de Marmolejo,
había un castillo viejo,
que edificó Chindasvinto…