Realizada en Japón en el año 2016, esta obra del director Hidenori Inoue, con guión de Yutaka Kuramochi -nombres que a la inmensa mayoría de occidentales no nos dirán absolutamente nada-, es una de las producciones teatrales más atractivas que he visto últimamente. No se trata de teatro llevado al cine, sino de la filmación cinematográfica de una representación real, donde las cámaras atraviesan con frecuencia la cuarta pared y nos permiten ver a los espectadores en la penumbra de la sala, los focos que iluminan el proscenio, u otros detalles más o menos secundarios del tinglado teatral, de modo que el televidente se convierte a su vez en espectador, si bien privilegiado y ubicio, de la obra.
En cuanto a su género, o subgénero, se me hace que este drama no encaja bien en ninguno de los habituales, ya que, aunque combina elementos trágicos con unos cuantos buenos golpes de humor y otras tantas escenas conmovedoras, no se trata de una tragicomedia al uso; pero tampoco es tragedia ni comedia pura. Si hubiese que acuñar una nueva expresión para definirla, quizá sirviese la de “tragedia de enredo y amor”.
La acción transcurre en el Japón medieval, a fineles del siglo XVIII, y el argumento es, en líneas generales, extremadamente simple: Sigue leyendo