Ya he contado, en un capítulo anterior de este relato, mi llegada a Arica, última etapa antes de cruzar la frontera con Perú. A su vez, mis primeros pasos en este país los publiqué hace ya tiempo. Así que en el presente post, para no repetirme, contaré sólo lo referente a mi breve estancia en Arica.
Como llegué a Arica a última hora de la tarde y quería tener tiempo para planear lo mejor posible el cruce de la frontera y mi primera estancia en Perú, pasé allí dos noches. La mañana siguiente a mi llegada, después de desayunar en el hostal, salí a dar una vuelta para conocer un poco la ciudad, curiosear un poco, hacer mi cuota diaria de ejercicio y comprar el cuaderno en el que ahora escribo, que por cierto me costó Dios y ayuda encontrar, y aun así no era lo que buscaba: tras preguntar en ocho o diez papelerías no hubo manera de dar con un simple cuadernillo grapado y con hojas rayadas: los de papel rayado tenían todos espiral (muy incómoda para escribir), y los de grapas eran de papel cuadriculado (inservible para la escritura); al final, como mal menor, lo compré grapado pero con hojas blancas.
La tarde anterior había estado leyendo que el medio más cómodo –y el más bonito– de cruzar a Chile era coger un “tren” (en realidad, un tranvía monocoche) que salva el trayecto Arica-Tacna, pues al parecer el trámite fronterizo se realiza en el propio vagón y, además, se ahorra uno la larga espera que, según me dijo el recepcionista de mi hostal, había siempre en el punto fronterizo por carretera. Pero leí también que los boletos para ese tren Sigue leyendo →