La omnisciencia y el pensamiento son facultades incompatibles. La primera es única, inmutable y estática; constituye per se un equilibrio estacionario, y por tanto no tiene una proyección temporal: al abarcar en sí misma todo el espectro del tiempo, se sitúa en cierto modo más allá de él. El pensamiento, por el contrario, tiene un carácter dinámico y variable; nunca es idéntico a sí mismo. Como todo móvil, requiere de un desequilibrio para producirse (en este caso, el desconocimiento), y su dimensión es sobre todo temporal, proyectándose siempre hacia el pasado y el futuro (que es además, por definición, ignoto). Por tanto:
Un ser que piensa -un dios, pongamos por caso- no puede ser omnisciente.
Un ser omnisciente -un dios, pongamos por caso- no puede pensar.
-
Últimas entradas
- “El ruiseñor errante”, o cómo hacer buen teatro
- Lo ocurrido en Siria puede pasarle pronto a Rusia
- Reseña analítica de “La guerra”, de Balabanov
- Tú y usted, una novedosa jerarquía social
- La Serena y el valle del Elqui, despedida y cierre
- Iquique bajo una duna y frustrada estancia en Vallenar
- Oasis de Pica y un faro en el mar de arena
Destacados
Filtrar entradas por temas
Buscar palabras en cualquier entrada
Que viene a ser una interpretación metafísica de nuestro dilecto amigo Heisenberg.