La omnisciencia y el pensamiento son facultades incompatibles. La primera es única, inmutable y estática; constituye per se un equilibrio estacionario, y por tanto no tiene una proyección temporal: al abarcar en sí misma todo el espectro del tiempo, se sitúa en cierto modo más allá de él. El pensamiento, por el contrario, tiene un carácter dinámico y variable; nunca es idéntico a sí mismo. Como todo móvil, requiere de un desequilibrio para producirse (en este caso, el desconocimiento), y su dimensión es sobre todo temporal, proyectándose siempre hacia el pasado y el futuro (que es además, por definición, ignoto). Por tanto:
Un ser que piensa -un dios, pongamos por caso- no puede ser omnisciente.
Un ser omnisciente -un dios, pongamos por caso- no puede pensar.
-
Últimas entradas
- Reseña analítica de “Quizá nos lleve el viento al infinito”
- Del espionaje y sus tramas
- Sodoma y Gomorra: una aparente paradoja de la homosexualidad
- Del homicidio sin víctimas y el equívoco derecho a la vida
- ¿Sueñan los androides con bebés eléctricos? La píldora como mutación involutiva
- Los niños del paraíso. Una reseña.
- Probando el cine iraní, para variar
Destacados
Filtrar entradas por temas
Buscar palabras en cualquier entrada
Que viene a ser una interpretación metafísica de nuestro dilecto amigo Heisenberg.