65 º norte. Episodio 2: Akureyri

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Akureyri, la segunda ciudad de Islandia

Al fondo del Eyjafjördur, en la costa norte de Islandia, Akureyri es una encantadora y tranquila pequeña ciudad, que con sus diecisiete mil habitantes resulta la segunda más “grande” del país, después de Reikjavik, diez veces mayor.

Eyjarfjördur

Tras la penosa aventura que pasamos en nuestra primera jornada de viaje, dedicamos la segunda a reponer fuerzas, hacer fotos, relajarnos en la piscina, buscar alguna solución para los problemas del coche (intentando de paso sacar una rebaja en el precio del alquiler), replanificar nuestro viaje, encargarnos de alguna que otra cuestión menor y salir a por una merecida cerveza.

Puerto pesquero de Akureyri

Carámbanos en los tejados

Tradicionalmente, los caballos han sido animales muy importantes en Islandia, pues han jugado un papel esencial en su historia. Con una gran fortaleza y resistencia a climas muy fríos, la recia, pequeña y peluda variedad equina de esta isla ha ayudado a sus habitantes durante siglos a sobrevivir, bien como fueraza para trabajar la tierra, como único medio de transporte o como último recurso contra el hambre durante los años o inviernos más duros. Por eso no debería asombrarnos el respeto, casi veneración, que esta gente siente por ellos. Sin embargo, con el advenimiento de la maquinaria y con la creciente mecanización del campo, hoy en día no puede dársele mucho uso a tantísimo caballo como aún se cría aquí, excepto como recurso turístico y medio de esparcimiento en el campo de la equitación durante los cortos meses del verano subártico. Pero hay muchísimos más caballos que los que para esto se requieren. ¿Qué hace Islandia con el resto de su cabaña?

Cuando pregunto a los lugareños, lo primero que me dice es que los usan para montar, pero cuando les señalo que, pese a ser la equitación aquí tan popular, la cifra de caballos es muy superior a las necesidades de monta, me dicen que también se los usa a veces para trabajos de granja; y sólo tras insistir un poco más en que setenta y cinco mil caballos en un país de trescientas mil personas son muuuuchos caballos incluso teniendo en cuenta los dos usos mencionados, mis interlocutores admiten a regañadientes que… bueno… los que no sirven para una u otra función son enviados a los mataderos de la industria cárnica. ¡Acabáramos! Es decir, que se los comen. Pero resulta evidente que a los islandeses no les gusta admitirlo, y que prefieren incluso ignorarlo, quizá porque –como ellos dicen– “uno no se come a sus amigos”, que es como el sentir popular, muy justificadamente a causa del legado histórico, considera a estos fieles compañeros de isla.

Pero Benito y yo no tenemos amigos que sean caballos, así que probamos su carne en un restaurante y he de decir que la encontramos bastante buena: tierna, con un sabor suave, casi algo dulce, y además muy barata, seguramente porque aún muchos islandeses rehúsen comer caballo.

Paso hacia las piscinas descubiertas (Akureyrar sundlaug)

Con dos piscinas descubiertas climatizadas (una para bañarse o jugar, otra para nadar como Dios manda), dos toboganes de agua, cuatro piletas calientes exteriores y una sala con baño de vapor, las modernas instalaciones acuáticas de Akureyri son un verdadero privilegio; pero apuesto a que, en cualquier otro país, si hubiese algo similar se consideraría una extravagancia de máximo lujo y sería diez o veinte veces más caro. Pero incluso, caso de haberlo, uno nunca podría experimentar las mismas sensaciones que en Islandia: nadar bajo una nevada en una piscina exterior con el agua a 28 ºC, bañarse en una pileta a 42 ºC mientras los copos de nieve se te posan en la cabeza, la cara y los hombros, o alternar baños de vapor a 65 ºC con unos minutos “tomando el fresco” a –8 ºC en la nieve, son experiencias únicas; y te dejan el cuerpo tan relajado que luego puedes dormir doce horas de un tirón.

Akureyrar sundlaug

Es fácil adivinar cuál de los cuatro era nuestro coche

En cuanto al coche… hablamos por teléfono con el hombre del alquiler para pedirle explicaciones y nos dijo que lo disculpásemos por haber “olvidado” mencionar que el motor no llevaba termostato (razón por la cual no funcionaba la calefacción interior, ya que el agua de refrigeración del motor nunca llegaba a calentarse lo suficiente); un pequeño detalle sin importancia; es decir, un descuido muy negligente, de lo cual el tipo ni siquiera parecía darse cuenta. En resumidas cuentas, y descartada la posibilidad de llevarlo a un taller por el tiempo que nos haría perder, la situación era la siguiente: o bien teníamos que abandonar nuestro proyectado viaje, ya que no es buena idea cruzar el invierno islandés sin calefacción en el coche, o que improvisar alguna chapuza; y esto último es lo que hicimos, estrangulando con un alambre fuerte el manguito del agua hacia el radiador y, al mismo tiempo, colocando cartones en la parrilla para evitar el efecto refrigerante del aire.

Chapucilla que le hicimos al Polo

Para completar esa jornada de ocio y descanso, por la noche tuvimos la suerte de ver la luna llena más grande y brillante de los últimos años –a decir de los noticiarios– reflejada sobre el mar en calma, y las luces de Akureyri espejadas en las aguas del fiordo.

Akureyri según el agua

Luna llena sobre Eyjafjördur

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Acerca de The Freelander

Viajero, escritor converso, soñador, ermitaño y romántico.
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