Sería lástima que uno de los datos más reveladores y significativos publicados en estos últimos días pasara desapercibido entre el ruido de otras noticias que, ciertamente más morbosas, son menos importantes desde el punto de vista de la civilización. Me refiero al incremento que ha habido en el número de millonarios (gente con patrimonio superior a 750.000 €) en España durante el último año: a mediados de 2013 teníamos 47000 millonarios más que a mediados de 2012, o sea un 13’2%. La explicación inmediata que dan los economistas, a vista de ratón, es que los mercados financieros llevan un tiempo evolucionando bastante bien, y es en dichos mercados donde invierte la gente con dinero. Pero resulta que en 2012, sin esa buena evolución de los mercados financieros, también aumentó el número de millonarios, aunque “sólo” en un 5’4%. Más aún: el año anterior, en lo peor de la recesión económica, la cantidad de millonarios en España apenas descendió un 2%. Entonces, si observamos y consideramos estos datos a vista de águila, sin dejarnos distraer por causas inmediatas, tenemos que, incluso en plena crisis, la riqueza total no parece haberse destruido ni haberse quedado estancada, sino que más bien parece haber cambiado de manos: desde las clases medias o menos favorecidas, hacia las que lo están más. En otras palabras. que las desigualdades económicas han aumentado tanto en número como en distancia; lo cual pone de manifiesto que nuestro sistema político y económico, nuestra gallarda democracia con todo su ornamento de grandilocuentes valores: libertad, democracia, igualdad, progreso, etc, no es más que una gran mentira social; y nuestro churrigueresco ordenamiento jurídico es sólo papel mojado. De modo que, frente a estas conclusiones, tan dramáticas como insoslayables, me parece nimio andar preocupándonos por unas feministas de más o unos fraudes sindicales de menos.
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