En mi último viaje a Estados Unidos me vi forzado a escuchar, sin escapatoria posible, varios programas del locutor Rush Limbaugh, un insoportable reaccionario ultraderechista. No obstante, en uno de aquells radio talk-show se descolgó con un pequeño discurso que no puedo sino suscribir. Si lo hubiese escrito yo, lo habría hecho menos iterativo y lo habría reforzado con algunas consideraciones antropológicas de mucha autoridad y difíciles de refutar (que a lo mejor algún día me tomo la molestia de incorporar a este artículo), pero de momento me he limitado a resumirlo y darle una traducción libre, que ofrezco a continuación.
Why gay marriage matters (by Rush Limbaugh)
“Menos del 2% de la población adulta es homosexual y, de éstos, sólo una pequeña fracción quiere casarse entre sí. Así que –dicen algunos– ¿qué más da? ¿A quién le importa que un insignificante porcentaje de la población quiera casarse con alguien del mismo sexo? ¿Cómo puede algo así suponer una amenaza para el matrimonio tradicional o heterosexual? ¿Cómo puede a nadie en realidad preocuparle?”
Pues veréis. A lo largo de milenios, el matrimonio ha sido una institución sobre algo muy específico. No es un acuerdo de tocador para satisfacer superficiales deseos de moda, sino un compromiso muy concreto. Se le puede objetar que a veces no funciona o que rara vez es perfecto; se lo puede atacar de muchos modos; pero el matrimonio es lo que es: básicamente, la unión de un hombre y una mujer con el propósito –nos guste admitirlo o no– de propagar la especie, crear familias, linajes y estirpes –donde la palabra familia es clave– que puedan dar a la descendencia las mejores oportunidades para enfrentarse a la vida y prosperar. Sigue leyendo