Ropa motera Exulans; una opinión

[Actualizado en marzo 2019]

Hace un par de años me compré la chaqueta modelo London de la marca Exulans, fabricada en Paquistán por encargo de la empresa española WMB (como BMW pero al revés; ojo al nombre engañoso), o sea World Motorbike S.L., que además de importar motos se dedica a diseñar ropa y complementos moteros. Lo primero que me llamó la atención fue que, aunque toda la nomenclatura es muy Brithsh (“London”, “Exulans”, “World Motorbike”, “WMB”), la cosa se queda entre España y Paquistán. Serán -quiero suponer- exigencias del márqueting, la mano de obra barata y las ventajas fiscales; pero lo cierto es que varios detalles de las prendas no están a la altura del supuesto prestigio británico. Este post lo dedico a contar mis impresiones sobre esta chaqueta, aunque también compré unos guantes y una cazadora de verano de la misma casa. Sigue leyendo

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Tarkovski revisitado

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Yo era apenas un quinceañero cuando, junto con unos amigos bajo la fiebre intelectual que, a principios de los ochenta, contagió algunos sectores de la clase media española, fuimos hasta un improbable cineclub en un dudoso barrio de Madrid, bastante alejado del nuestro, para ver una película titulada Stalker -del llamado “cine independiente”-, al parecer de ciencia ficción y dirigida por un exótico y desconocido -para nosotros- cineasta ruso apellidado Tarkovski.

Huelga decir (al menos a quien la haya visto) que, acostumbrado como yo estaba al ritmo de acción de las películas europeas o USAmericanas que copaban nuestras carteleras (igual ayer como hoy; nada ha cambiado en ese aspecto) y canales de televisión, Stalker me pareció excesivamente lenta, bastante aburrida y casi del todo incomprensible; y puesto que yo esperaba ciencia ficción “de verdad”, quedé además decepcionado.

Sin embargo, tenía el filme un algo de interesante que no habría sabido definir: no era sólo que, siendo totalmente distinta a cualquier otra película que yo hubiese visto hasta entonces, me obligara a revisar y ampliar el concepto de lo que yo entendía por cine, sino algo más. Pese a mi ineducado gusto de aquel tiempo y a mi poco conocimiento del mundo en general y del espíritu soviético en particular, tuve la impresión de que Stalker contenía algún mensaje que valía la pena aprehender; que implicaba cierto modo de arte que valía la pena conocer. Sigue leyendo

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17 momentos de la primavera

seventeen-moments-of-springHay tantísimas series televisivas que es imposible verlas todas; ni siquiera “sólo las mejores” (suponiendo que “mejores” tenga sentido cuando se habla de gustos). Además, al contrario que las películas, ver una serie completa requiere mucho tiempo y, para colmo, tienden a hacerse adictivas (de hecho, esta cualidad es, en las cultura consumista donde estamos inmersos, el objetivo último de los productores, muy por delante de la calidad), y a menos que seas tan obsesivamente crítico como yo, o tengas tres veces más tiempo libre (cosa difícil), la oferta te desbordará y al final elegirás la serie que te resulte más fácil de ver o la que hayan distribuido y anunciado más eficazmente.

Y así es como, si no fuera porque has venido a parar a este blog, te habrías perdido una de las más inolvidables (y desconocidas en Occidente) de todos los tiempos: 17 momentos de la primavera (Semnadtsat mgnoveniy vesny); una excelente producción soviética de doce capítulos filmada a principios de los setenta y dirigida por Tatyana Lioznova, que en el transfondo histórico de la SGM cuenta las vicisitudes del coronel Maksim Maksimovich Isayev, un agente secreto soviético infiltrado como oficial en las SS de Hitler con el nombre de Max Stirlitz. La trama abarca diecisiete momentos distribuidos a lo largo de los meses de febrero y marzo (invierno en realidad, no primavera) de 1945, y a través de ellos se narra cómo Stirlitz intenta llevar a cabo una difícil misión que le encomiendan sus superiores en Moscú: confirmar si oficiales del alto mando alemán han entablado negociaciones secretas para un acuerdo de paz parcial con los aliados en el frente occidental (que permitiría a Alemania concentrar sus fuerzas en el frente oriental y detener el avance del comunismo) y, en caso afirmativo, tratar de echar a perder dichas negociaciones. Sigue leyendo

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Reporte de una boda y un entierro

Hace poco me leí el libro Reporte de una boda y un entierro, de Julio Alejandre.

Pese a ser una obra de ficción –es decir, supuestamente inventada–, me ha parecido una historia muy real, es decir muy creíble: consistente y fiel a la naturaleza humana, nace y se narra desde el profundo conocimiento de la sociedad que describe. En un collage de escenas o episodios nítidamente diferenciados, llenos de sabroso y magnético tinte cultural, con experto y colorido lenguaje el autor nos presenta una serie de personajes singulares pero verosímiles, imbuidos de oscuras creencias, herederos de ineludibles tradiciones o esclavos de su propio carácter, que en ocasiones roza lo grotesco; personajes, no obstante, teñidos de matices cómicos y cuyos pasos, tejiendo una trama marcada desde su inicio por los presagios, vienen por último a confluir, convocados por el destino, en un sorprendente y fatídico desenlace que roza lo apoteósico, donde la sumisión y la superchería son los únicos vencedores.

Una novela, en fin, muy recomendable por lo amena y didáctica.

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Invierno en Finlandia

Después de un último paroxismo de rabia, vertida en unos días inusualmente cálidos para la época, este largo otoño, hijo del petróleo, ha dejado por fin paso franco al invierno. Días blancos y brillantes. Veinticinco bajo cero.

Antes incluso de entrar en contacto con el aire, mi aliento se congela instantáneamente en el interior las fosas nasales, creándome una molesta y permanente sensación de mucosidad reseca. Un lagrimeo eventual solidifica en la conjuntiva o en la comisura del ojo con vocación de legaña, y a veces me suelda las pestañas impidiéndome abrir los párpados. Bajo la suela del calzado o el caucho de los neumáticos, la nieve emite su escandaloso crujido de grava pisoteada. Durante la noche, la humedad ambiente sublima sobre las delgadas ramas de los árboles recubriéndolas con un escarchado uniforme, perfecto, de postal navideña. Con el débil calentamiento matutino, si acaso amanece despejado, esa misma escarcha se desprende en una miríada de microscópicos cristales de hielo que los árboles espolvorean por el aire jugando a nevar, y que refulgen al sol como chispitas brillantes. El agua que fluye por el canal o junto al muelle, que por el movimiento nunca se hiela, humea constantemente una niebla fantasmal de puchero hirviente que se disipa en el aire a los pocos metros de altura, evocando un paisaje fabuloso de ciénaga embrujada. Y al ocaso, en el horizonte, el blanco azulado de la nieve y el azul blanquecino del cielo se confunden, sin que sea posible discernir la divisoria.

El lago, definitivamente aletargado, ha acallado sus espectrales lamentos.

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Ese gran Münchhausen

totsamyyDe entre todas las adaptaciones para la pantalla que conozco de las famosas aventuras de Karl Munchhausen, esta versión rusa, cuyo título original podría traducirse como Ese mismo Münchhausen, es con mucho la mejor de todas, y el guión de Grigory Gorin está muy por encima de sus rivales, e incluso del propio libro en que se basa.

El barón Karl Hyeronymous von Münchhausen fue un interesante personaje real de la Alemania del siglo XVIII que, según cuenta la historia, solía entretener a su audiencia con exagerados relatos, o mejor dicho con versiones descaradamente fabulosas, sobre sus viajes y aventuras, aunque al parecer las contaba de un modo tan natural que habría sido injusto tacharlo de vulgar mentiroso. Pues acerca de este barón y sus cuentos, un contemporáneo suyo, no menos interesante personaje apellidado Raspe –por lo visto un auténtico bribón– escribió un libro (cuya autoría nunca admitió, para evitar que el barón lo demandase) bajo el título de Extravagantes aventuras del barón Munchausen, libro que vio un inesperado número de ediciones sucesivas, ampliadas a cual con fantasías más increíbles. Con el devenir del tiempo, esta obra se convertiría en un clásico del género de viajes maravillosos o relatos de aventuras, al estilo de Gulliver o Robinsón Crusoe.

munchausen Siglo y medio más tarde el libro se llevó al teatro, y luego, a lo largo de las siguientes décadas, se hicieron algunas adaptaciones cinematográficas, entre las que se cuentan una producción alemana de 1943, una versión checa animada de 1961, la película rusa que aquí me ocupa (título original Tot samyj Mjunkhgauzen), del año 1979, y una oscura producción de Hollywood de 1988 (Uma Thurman y Robin Williams en el reparto). Pero, como he dicho, la rusa sobrepasa por goleada a todas las demás desde cualquier óptica: la dirección (a cargo de Mark Zakharov), la escenografía y la interpratación, pero sobre todo el guión: mientras que las otras van dirigidas a una audiencia infantil y se limitan a reproducir, como historietas inconexas, algunas de las fantásticas aventuras del barón, pero sin ahondar en el personaje ni meterse en filosofías, Gorin nos presenta una historia lineal para adultos con un enfoque bastante más ambicioso (que no pretencioso), en el que juega magistralmente con lo absurdo y paradójico, y nos presenta situaciones sorprendentes, hilarantes o dramáticas que tienen por objeto plantearnos interesantes dilemas morales. Sigue leyendo

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Konttori

Konttori era el local de ambiente nocturno más afamado de la ciudad, aunque desde luego no el mejor: siempre lleno de humo, encharcado de cerveza y alfombrado de vasos rotos, con su pequeña y sofocante pista de baile, sus largas colas para entrar, sus elevados precios y las malas pulgas de sus porteros. Sin embargo, por uno de esos caprichos populares, era el lugar predilecto del mujerío y, en consecuencia, también el de los hombres. Después de todo, solía traerme suerte y rara vez defraudaba mis expectativas.

Apostado en uno de los rincones estratégicos de la barra, con mi pinta de stout en la mano, vigilaba la entrada y las evoluciones de todo elemento del género convexo que caía en mi campo de visión. Era mi última noche allí; mi última noche en la ciudad: al día siguiente abandonaba el país para una larga temporada; en realidad para siempre. Sigue leyendo

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Capricho musical

A mi querida Marisol, in memoriam

A veces, cuando estoy estudiando en el aula de Gonzalo, veo cómo junto a mis notas, escuálidas y arrugadas, como si enfermas o malnutridas, se entremezclan otras mucho más regulares, casi perfectas. Las mías salen de la caja de resonancia medio tullidas y no estiradas, quiero decir, no con sus palitos rectos, sino onduladas como cilios en movimiento, desiguales y arrítmicas. Algunas, las más pesadas, se van derechas al suelo y ahí se quedan, sin poder ya levantarse; otras salen disparadas y tropiezan con el techo o las paredes, rebotan y vuelven quizá al piano para engancharse de nuevo en alguna de sus cuerdas. No forman en desfile sino que marchan como en protesta, si acaso en caótica procesión, o qué se yo. De vez en cuando un grupo de ellas salen igualitas, bien parejas, y se quedan en el oído, jugando en la espiral del caracol, para elevar su poquito de armonía hasta el espíritu. Pero esas otras que digo, las que no son mías, llegan como desfile de hormigas en perfecta formación, todas iguales, en columna de a dos o de a cuatro, a veces sueltas, hacia arriba o hacia abajo, y revolotean por el aire de tal forma que no habría modo de asirlas: como golondrinas a la caza de insectos al atardecer, ahora se posan en los cables de la luz, ahora se precipitan por el aire en revuelto torbellino, y las veo pasar raudas o lentas, pero siempre riendo y echando gorgoritos. Cuando se encuentran con las mías corretean a su alrededor, envolviéndolas a veces o dándoles burlona escolta, girando en torno a ellas. Algunas se demoran, flotando, en las ocho esquinas de la habitación mientras otras viajan en hileras a toda velocidad haciendo perspectiva cónica, mayores las cercanas y en disminución hasta las más lejanas. ¿De dónde vendrán? Sígoles la pista como hago con las hormigas que, al principio del invierno, me aparecen en la despensa, y veo que casi todas Sigue leyendo

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