Una media verdad es una mentira completa: La variante Ómicron, inmunidad cruzada y la inventada ilusión de un virus sin precedentes

(NOTA: esta entrada es la traducción literal de este artículo publicado por Julius Ruechel. Donde habla de “nuestras instituciones”, “nuestros funcionarios”, etc., se refiere a Canadá, salvo que del contexto se infiera otra cosa. El lector sabrá si es extrapolable a su propio país. Con la palabra “coronavirus” se refiere a toda esa familia de virus. Para especificar, utiliza “SARS-CoV-2”.)

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Un estudio publicado en medRxiv el 2 de diciembre de 2021 (preimpresión) encontró que: “los indicios a nivel poblacional sugieren que la variante ómicron lleva asociada una significativa habilidad para evadir la inmunidad adquirida tras una infección anterior”. A primera vista, esto parece en directa contradicción con el elevado número de estudios recientes que demuestran una inmunidad duradera al covid tras una infección natural (más de 141 estudios hasta la fecha). ¿Cómo pueden ambas cosas ser ciertas?

Entretanto, otro estudio publicado en medRxiv (preimpresión) el 8 del mismo mes confirmaba que la variante Ómicron está escapando a la vacuna, lo cual significa que la hornada actual de vacunas no es capaz de neutralizarla. Mala suerte para quienes llevan ya tres dosis del elixir mágico: de vuelta a la casilla de salida.

Pfizer ya ha asegurado al mundo que puede tener lista una vacuna Ómicron para marzo del 2022. El director de BioNTech ha confirmado que la vacuna Ómicron será de tres dosis. Y en una entrevista en el Wall Street Journal, cuando preguntaron al director de Pfizer si es una buena noticia que la variante ómicron se contagie más rápido pero sea menos nociva -y por tanto ofrezca una salida a la crisis vía inmunidad natural-, respondió que no sería buena noticia porque más contagios pueden significar más mutaciones (o sea, nuevas variantes). Sí: en efecto, le preguntaron a un fabricante de vacunas si la inmunidad natural podría proporcionar una solución alternativa para acabar con la pandemia (ahí no hay conflicto de intereses). Por supuesto dijo que no. Por supuesto la excusa es… el riesgo de más “variantes”. Y por supuesto la única solución que le parecía viable es… más vacunas. No dejemos que el espejismo de una crisis se desperdicie, ¿eh?

Y en el colmo de la demencia, la FDA ha pedido ahora a un juez federal que prolongue hasta 2096 el secreto de todos los datos e información que usó para autorizar la vacuna covid-19 de Pfizer (¡75 años!). Nuestro mundo está manejado por payasos.

Hay momentos en que los mensajes de la sanidad pública durante la covid me recuerdan a esa conocida parábola de los ciegos y el elefante, en que unos ciegos discuten sobre la esencia de un elefante basándose en los granos de verdad que podían tocar con sus manos, pese a no poder ver al animal completo que tenían enfrente. Pero no vivimos una inofensiva parábola. Nuestros funcionarios de sanidad, productores de vacunas y medios de comunicación están manipulando nuestra percepción de la realidad. Están intentando impedirnos ver el elefante mediante deliberadas simplificaciones, medias verdades y hechos fuera de contexto para crear (y explotar) el espejismo de un peligro sin precedentes. Las mentiras más dañinas se forjan sobre una distorsión de la verdad.

Así que es hora de darse otra zambullida en la evolución de las variantes y en las sutilezas de nuestro sistema inmunitario para adquirir cierta perspectiva…

Figura 1: Los ciegos y el elefante: el exceso de simplificación oculta el cuadro completo. Pero a diferencia de los ciegos de la parábola, las medias verdades dichas durante la covid provienen de quienes conocen la mentira completa pero quieren evitar que veas todo el elefante.

Índice

 

Despejando las contradicciones: ¿cómo puede la inmunidad natural ser duradera y no proteger contra la variante del próximo año?

Imaginemos que te infectaste con la cepa original del virus SARS-CoV-2 que salió de Wuhan. Ahora tu sistema ha aprendido a proporcionarte inmunidad natural… contra la cepa original de Wuhan. La presente hornada de vacunas también está basada en dicha cepa. La variante Alfa es genéticamente muy similar, así que tu sistema la reconocerá y neutralizará también. Pero a medida que se acumulan las mutaciones, a tu sistema le resulta más y más difícil reconocer y neutralizar las nuevas variantes, ya que se desvían cada vez más, genéticamente, de la que te infectó. Puede que tengas inmunidad duradera a la variante Alfa pero sólo inmunidad cruzada parcial a la variante Lambda, y así sucesivamente. Cuanto más deriven genéticamente las nuevas variantes respecto a la que tú has pillado, menos efectiva será tu respuesta adaptativa inmune para neutralizarlas.

Figura 2: La inmunidad previa se hace menos y menos efectiva según evolucionan las nuevas variantes.

Ojo: este es un problema distinto -y agravante- de la gradual atenuación de la inmunidad que discutí en mi último libro Autopsy of a pandemic. Para ser claro: hay dos cuestiones independientes que afectan a la capacidad de nuestro sistema inmunitario de protegernos contra una reinfección: 1) la atenuación de la inmunidad según el sistema olvida gradualmente su “aprendizaje” y 2) el asunto de la deriva genética, la cual permite a las variantes que vayan apareciendo con el tiempo escapar a nuestra inmunidad auque aún la conservemos respecto a una variante anterior.

Con un virus de mutación rápida como los coronavirus, es sólo cuestión de tiempo que alguna nueva variante sea capaz de empezar a reinfectar a las personas aunque hayan adquirido inmunidad duradera mediante una previa infección (o mediante la vacuna; trataré ese enredo en un momento). Esto se llama fuga inmune. Así que, a partir de cierto punto, dicha inmunidad duradera es irrelevante porque el virus se ha apartado de lo que tu sistema aprendió a hacer. La única forma de evitar que nuestro sistema inmunitario adaptativo se quede desfasado de la eterna correa sinfín de las nuevas variantes es actualizarlo periódicamente para que reconozca los cambios en la evolución del virus. Y no: NO me refiero a un régimen vitalicio de dosis de refuerzo, como enseguida verás.

Figura 3: Tu sistema inmunitario adaptativo ha aprendido a reconocer y neutralizar la variante concreta a la que estás expuesto. Las nuevas variantes llegarán a esquivarlo a menos que tu sistema se actualice periódicamente para reconocer al virus mutante.

A base de tiempo y sin puestas al día, la fuga inmune ocurre con TODOS los virus, incluyendo aquellos cuya deriva genética es mucho más lenta. Lo que pasa es que un virus que evolucione despacio, como el del sarampión, podría tardar toda una vida, o más, en acumular las mutaciones suficientes para empezar a eludir la protección de tu inmunidad natural (o inducida mediante vacuna). Pero si pudieras vivir unos pocos siglos extra, y aunque tu inmunidad a ese sarampión nunca prescribe, un nuevo sarampión evolucionado podría, en un momento dado, ser capaz de reinfectarte a menos que tu sistema adaptativo se actualice periódicamente para reconocer las nuevas variantes antes de que le resulten demasiado extrañas.

El siguiente gráfico muestra cuánto ha cambiado (y diversificado) el gen del sarampión respecto a la variante que circulaba en los años 30. Ningún virus permanece inalterado con el paso del tiempo: en tanto siga existiendo, nunca deja de mutar.

Figura 4: El sarampión con el tiempo. Muestra cuánto ha cambiado su genética desde la variante que circuló en los años 30. Imagen de nextstrain

Y este gráfico del árbol del sarampión muestra todas las ramificaciones genéticas que han aparecido desde los años 30.

Figura 5: El arbol de la familia sarampión (filogenético)The measles family tree (phylogenetic tree) muestra todas sus ramas genéticas que han evolucionado desde los años 30. Imagen de nextstrain

Para comparar, aquí va el árbol familiar de la rápidamente cambiante gripe A/N3N2 donde se muestran todas las ramas genéticas que han evolucionado sólo en los últimos 6 años. La evolución de un virus es incesante, y es normal; sólo que, antes de la covid, las coversaciones sobre variantes rara vez llegaban al telediario de las tres. Somos humanos; tememos a lo desconocido. Ojo al malicioso vocabulario covid: “variantes preocupantes”.

Figura 6: El árbol filogenético de la gripe A/H3N2 muestra las ramificaciones genéticas del H3N2 que han evolucionado desde 2015. Imagen de nextstrain

Con un virus de mutación rápida como la gripe o los coronaviruos, la fuga inmune tiene lugar con relativa rapidez. En el caso de Ómicron, parece que algunas personas con inmunidad natural (probablemente aquéllas que pillaron la cepa original de Wuhan) están pasando el umbral de la fuga inmune pese a tener una inmunidad duradera a esa variante anterior, según evidencian los susodichos 141 estudios que muestran una respuesta adaptativa inmune duradera tras la infección. Así que, después de todo, por causa de la rápida evolución del virus la inmunidad duradera no es contradictoria con la fuga inmune.

 

Si la fuga inmune es inevitable, ¿cómo creamos protección duradera contra un virus contagioso y de rápida evolución?

En el caso de los virus que evolucionan con rapidez, la reexposición frecuente soluciona el problema al actualizar nuestro sistema para reconocer y neutralizar variantes próximamente emparentadas antes de que hayamos perdido toda la inmunidad adquirida tras una infección previa: siempre que no sea muy largo el intervalo entre exposiciones, aún conservas inmunidad cruzada desde la última para protegerte con la próxima “puesta al día”. Reinfección no significa que forzosamente vayamos a enfermar: con tal de que ocurra mientras todavía tienes inmunidad cruzada parcial, tu “actualización” puede ser leve, o cursar sin síntoma alguno.

Figura 7: Para conservar inmunidad a un virus respiratorio, tu sistema necesita actualizaciones periódicas. Pero en tanto estés expuesto con la suficiente frecuencia, la mayoría de las reinfecciones serán leves o asintomáticas.

En otras palabras: tenemos que dejar de considerar a nuestros sistemas inmunitarios sólo como escudos protectores. Son mucho más que eso: debemos tener presente que son escudos protectores auto-mejorados, que necesitan ejercicio frecuente para mantener y actualizar sus habilidades frente a un enemigo que evoluciona. La propaganda durante la covid no ha negado este hecho; simplemente lo ha distorsionado hasta el punto de que mucha gente ha perdido la fe en sus sistemas inmunitarios, se ha aterrorizado por cada “variante preocupante” y se ha obsesionado con las vacunas como único camino de salvación. El miedo no sólo nos ciega frente a lo que tenemos frente a los ojos: también nos hace dudar de nuestros sentidos y olvidar la comprensión del mundo que hemos consolidado a lo largo del tiempo.

La reexposición frecuente es el refuerzo natural. Las dosis vacunales tienen más sentido para enfermedades a las que nos exponemos tan de ciento en viento que la inmunidad se agota por completo antes de que sea probable una actualización natural (más sobre esto luego).

Vale la pena recordar que, pese a haber más de 200 virus respiratorios causantes de resfriados y gripes circulando constantemente por nuestras comunidades, no pillamos docenas y docenas de resfriados y gripes cada año. Cierto es que estamos expuestos a cada uno de esos 200 virus todo el tiempo, pero muchos de ellos sí se cruzan en nuestro camino; y salvo que tengamos nuestro sistema inmunitario debilitado o suprimido por algún serio factor preexistente (obesidad, cáncer, SIDA, etc.) o por determinadas circunstancias (poco sueño, falta de ejercicio, deficiencias de vitamina C o D, estŕes, depresión, aislamiento, etc.), la mayoría de estas “puestas al día” serán sólo infecciones leves o asintomáticas porque nuestro sistema se topa con ellas muy a menudo. Por cada resfriado que te ha hecho necesitar un Paracetamol, probablemente tu sistema se ha actualizado, sin provocarte síntomas y sin darte siquiera cuenta, en docenas de virus más cada año.

Figura 8: Un breve recordatorio de que los resfriados asintomáticos no son nada nuevo.

 

Figuro 9: Otro breve recordatorio de que los resfriados asintomáticos no son nada nuevo.

Siempre habrá algunas cepas que le resulten tan poco familiares a nuestro sistema inmunitario, que nos causarán una gripe o un resfriado “como Dios manda”. Y siempre habrá personas cuyos sistemas estén temporal o crónicamente débilitados y tengan, por tanto, un mayor riesgo de consecuencias graves. Pero, para la mayoría de la gente, después de habernos expuesto por primera vez la inmunidad cruzada parcial nos protege de tales consecuencias durante esas periódicas “actualizaciones” de inmunidad. Para quienes ya se han infectado con una variante de la covid durante el pasado año y medio, es improbable que Ómicron pase de ser una “puesta al día” suave o asintomática.

Pero ¿y ese primer contacto con el temido virus covid? A finales de febrero de 2020 ya quedó claro, por los datos epidemiológicos de Italia y el brote en el crucero Diamond Princess, que incluso esa primera infección con el virus SARS-CoV-2 supone un riesgo mínimo para la abrumadora mayoría de la gente. Ahora ya sabemos por qué: entre el 90 y el 99% de la población ya tenía inmunidad cruzada parcial al SARS-CoV-2 gracias a haber estado previamente expuestos a otros coronavirus.

Para la mayoría de la gente, este virus no es ni más notable ni más peligroso que cualquiera de los otros muchos que causan resfriados y gripes cada año. Pero durante la covid los medios y la sanidad pública han hecho lo posible por restar importancia al elevado número de personas cuyos contagios detectados vía PCR son completamente asintomáticos (al menos el 40% de los casos de covid son asintomáticos, ¡y eso antes de que llegara esta débil Ómicron!) La inmunidad cruzada parcial es el héroe ignorado de la crisis covid. Pese a ser el concepto virológico más importante de esta pandemia, simplemente se lo ignora en los telediarios. Pero mirad… —> ¡vacunas!

 

La importancia de la exposición frecuente: lecciones de la malaria y el virus VSR.

Un gran ejemplo que ilustra cómo el sistema inmunitario se adiestra mediante las “actualizaciones” frecuentes (y, más importante aún, ilustra las fatales consecuencias para nuestro sistema si dejamos de actualizarlo) lo tenemos en una de las enfermedades más mortíferas del mundo: la malaria. La gente que vive en lugares donde es endémica (como en las proximidades del lago Victoria, en África) la cogerá con frecuencia. Los niños son quienes tienen mayor riesgo de morir porque sus sistemas inmunitarios no han tenido aún la ocasión de construir ninguna inmunidad de fondo. La primera vez es la más peligrosa. Pero tras unas cuantas infecciones el riesgo de morir de malaria se reduce gradualmente según va adquiriéndose dicha inmunidad.

Desarrollar una inmunidad contra los protozoos que causan la malaria es mucho más difícil que contra los virus respiratorios comunes como el coronavirus o la gripe. Se necesitan unos 20 años de exposición frecuente a ella para adiestrar al sistema para que elabore cierta inmunidad de fondo (¡es una enfermedad muy compleja!); y esta inmunidad nunca evita la infección (mi esposa keniana cuenta haber cogido la malaria muchas veces durante su niñez, siempre igual de horrible) ni elimina totalmente el riesgo de morir. Una vacuna segura para la malaria sería una bendición, si es que pudiera encontrarse. Pero al menos las infecciones de malaria previas reducen las posibilidades de muerte durante las reinfecciones sucesivas.

Ahora bien: si quienes han conseguido desarrollar esta inmunidad de fondo se mudan a algún lugar donde no haya malaria, aquélla empieza a atenuarse. O la usas, o la pierdes. Como nuestro médico de viaje le explicó a mi nujer, si ahora se expusiera a la enfermedad, muchas décadas después de su último episodio, lleva ya tanto tiempo lejos de Kenia que no puede confiar en conservar inmunidad de fondo. Las investigaciones muestran que se atenúa tras 3 a 5 años sin reexposición.

Este concepto de perder un nivel de inmunidad de fondo previamente adquirido se denomina deuda inmunitaria. Al faltarle la exposición repetida, la inmunidad de mi nujer a la malaria ha menguado, y puede que ahora sea casi tan susceptible a sufrirla con graves consecuencias como alguien que no haya crecido alrededor de esa enfermedad y nunca la haya contraído. En muchas enfermedades, la reexposición frecuente es esencial para mantener una inmunidad protectora.

Y esto también vale para los >200 virus respiratorios de rápida evolución que originan nuestros resfriados y gripes cada invierno. Y también vale para la covid. O la usas, o la pierdes.

Si interrumpimos la exposición habitual a cualquiera de esos virus respiratorios comunes, como por ejemplo mediante confinamientos y medidas de distanciamiento social extremas, impedimos a nuestros sistemas inmunitarios el entrenamiento necesario para enfrentarse a ellos. Lo esencial para mantener una vida saludable es no dejar nunca de llevar una vida normal.

La deuda inmunitaria respecto a nuestros virus respiratorios comunes puede darse tras un período sorprendentemente corto sin exposición habitual. La deuda causada por un año y medio de confinamientos y cierres escolares ya está haciendo que aparezcan, entre los niños, casos de RVS (otro virus respiratorio común) a niveles sin precedentes. Antes de la debacle covid, la mayoría de las infecciónes con RVS eran relativamente leves, con síntomas similares a los de un resfriado común (antes del 2021 probablemente ni siquiera habrás oído hablar de este virus a menos que trabajes en la medicina). Pero ahora, con la deuda inmunitaria, hay muchos más casos graves. Los hospitales de Nueva Zelanda estuvieron recientemente inundados con niños hospitalizados por RVS. Los hospitales infantiles de Canadá han informado del mismo resurgir reciente de casos de RVS originados por esta deuda inmunitaria.

Figura 10: 9 de noviembre de 2021. Artículo de CBC News: CHEO registra un número record de pacientes con virus respiratorios que no son covid.

Este es el fragmento más importante de dicho artículo del CBC News:

Figura 11: Extracto del artículo del CBC News de 9-11-2021: CHEO registra un número record de pacientes con virus respiratorios que no son covid.

En dicho artículo, se cita al doctor Pascal Lavoie, un pediatra y clínico en el Instituto de Investigaciones del hospital infantil de la Columbia Británica, en Vancouver: “Nuestra inmunidad contra algunos virus ha decaído simplemente porque, para algunos virus, nuestra protección depende de estar expuestos repetidamente a ellos”.

Un médico de urgencias en Nueva Escocia informó recientemente de que ¡hasta el 20% de los pacientes que llegaban a las urgencias de su hospital tenían el RVS! Parece que ahora estamos pagando las consecuencias de la deuda inmunitaria creada por los confinamientos y las medidas de distanciamiento social temerariamente impuestas por nuestros funcionarios y políticos.

Los expertos también están alertando de una temporada de gripe especialmente mala este invierno porque la deuda inmunitaria se produce respecto a todos los demás virus que causan resfriados y gripes. Gracias a esta deunda causada por nuestros políticos ajenos a la realidad, de repente todos estos >200 virus respiratorios están llegando al público. Pero no hay que dejar que se desperdicie una buena crisis: ahora se puede engañar a la población para que acepte vacunarse también contra ellos.

¿Te sorprendería saber que ahora Moderna ha empezado a trabajar en una vacuna contra el RVS que podría ir en un mismo pinchazo con la de covid? ¿Y que ya ha comenzado la caza de la “super-vacuna” que puede detener no sólo la variante Ómicron, sino también los otros cuatro coronavirus que causan el 15-30% de los resfriados y gripes cada invierno? ¿Y que además se está trabajando en una vacuna combinada covid-gripe? Estamos ante la más refinada corrupción gobierno-empresa: crear el problema y luego venderte la curación. Como reza el dicho, “nunca dejes que el Gobierno te ayude, porque a partir de entonces ya no te librarás de él”.

A muchos niveles, las descabelladas políticas actuales de salud pública están incrementando los riesgos que dicen querer prevenir. Estamos siendo rehenes del experimento de salud pública más destructivo, contraproducente y depredador de la historia.

Incluso si las vacunas covid funcionasen como nos anuncian (que no es cierto: más sobre esto enseguida), e incluso si no causaran peligrosos efectos adversos en mucha gente (y los causan: hasta la fecha, sólo en el sistema de prevención VAERS estadounidense se han comunicado más de 19.000 muertes y 1’7 millones de lesiones), estos refuerzos de la vacuna covid no son más que sustitutos artificiales que intentan replicar lo que los sistemas inmunitarios de las personas sanas hacen evolutivamente por sí mismos, de manera natural, mediante la exposición repetida. Nuestros funcionarios del sistema sanitario y los productores de vacunas están haciendo una montaña de un grano de arena al crear nuevas vulnerabilidades totalmente innecesarias para vendernos algo que la mayoría de la gente no necesita si le dejan llevar una vida normal.

2021: el año en que los hombres se transformaron en alfieteros (imagen de Dvortygirl, CC BY-SA 3.0)

Si la reexposición nos permite “actualizarnos” de forma natural, ¿por qué ponemos dosis de refuerzo para muchas otras enfermedades en los programas de vacunación infantil?

¡Ah! -puede uno decir- ¿y entonces por qué la estrategia habitual es recomendar dosis de refuerzo para protegernos contra muchas otras enfermedades? ¿Por qué no confiamos simplemente en que la frecuente exposición natural a enfermedades como el tétano, la rubeola, la tos ferina y el herpes zóster nos proteja tras nuestra primera inmunización a ellas?

Como expliqué en mi artículo Los vendedores de aceite de serpiente y el timo del covid-cero: un clásico cebo para las dosis de refuerzo vitalicias (la inmunidad como un servicio), la inmunidad natural que adquirimos mediante infecciones con los virus respiratorios de rápida evolución que causan nuestros resfriados y gripes comunes tiende a protegernos sólo durante unos pocos meses o unos pocos años antes de que seamos otra vez vulnerables a la reinfección. En consecuencia, casi todo el mundo volverá a coger (y extender), cada año, alguno de estos virus respiratorios. Así que, a menos que vivas en una isla desierta, no puedes pasar muchos años sin reexposición. Sólo con vivir una vida normal ya recibes “actualizaciones” semi-regulares.

Pero comparemos eso con algo como la varicela. La inmunidad a la varicela dura al menos entre 10 y 20 años; lo cual significa que, en un año cualquiera, el número máximo de personas que puede infectarse y propagar a los demás la varicela es muy muy pequeño. En consecuencia, es muy fácil que una persona pase décadas sin ser reexpuesta a ella ni una sola vez, incluso después de que haber perdido su inmunidad. En EEUU, antes de que empezaran los programas de vacunación contra la varicela, sólo había unos 4 millones de casos por año… entre 250 millones de habitantes (en 1990). Un tiempo muy largo entre exposiciones significa que, para cuando nuestro cuerpo se cruce otra vez con la enfermedad, nuestra inmuidad puede estar tan desfasada que podemos enfermar de modo grave en lugar de leve.

Desde que se introdujo la vacunación contra la varicela en los años 90, los casos sintomáticos en esa comunidad han descendido aún más (pese a que la población ha ascendido a 330 millones). Como la vacuna redujo el número de niños que pillaban en el colegio una varicela sintomática, ahora es incluso menos probable que alguien se reexponga a ella a intervalos lo bastante frecuentes como para actualizar su sistema inmunitario sin arriesgarse a padecerla con gravedad.

Tanto más es así cuanto que, mientras la mayoría de los virus respiratorios originan reinfecciones relativamente leves (excepto entre aquellos que tienen un sistema inmunitario débil o de riesgo), en cambio una reinfección con esas otras enfermedades supone un riesgo grave incluso para quienes tienen un fuerte sistema inmunitario. A un adulto, una reinfección con el virus de la varicela a menudo lo conduce a la versión zoster de la enfermedad, que aunque rara vez es mortal puede conllevar consecuencias graves de por vida, como la ceguera.

Así que la baja probabilidad de una reexposición frecuente más la peligrosa naturaleza de estas otras enfermedades hacen que los refuerzos sean una estrategia mucho menos arriesgada para actualizar nuestra inmunidad a ellas.

Sin embargo hay que decir que los conflictos de intereses, la falta de transparencia y debate, la propaganda incesante y la imprudente indiferencia hacia la seguridad y los derechos humanos que muestran nuestras instituciones sanitarias -factores que han quedado en cruda evidencia durante la debacle covid- hacen que sea preciso reformar con urgencia estas instituciones para que recobren la honradez en los procesos de vigilancia y certificación de las vacunas y otras drogas farmacéuticas. Estas pútridas instituciones sólo pueden culparse a sí mismas por el desmoronamiento de la confianza en sus servicios; y les queda un largo camino para recuperar la confianza pública en su papel como administradoras responsables de la sanidad. Todos tenemos mucho que perder si permitimos a estas instituciones continuar por el camino que han tomado.

El sucio truco de las “variantes”

El SARS-CoV-2 ha venido para quedarse. Es endémico. Desde febrero de 2020, esto le quedó claro a cualquiera que comprenda lo que implican las elevadas tasas de contagio de la covid y el elevado porcentaje de infecciones que producen casos leves o asintomáticos. No es posible volver a meter al genio dentro de la lámpara. Muchos de nuestros funcionarios de sanidad están empezando por fin a admitir este obvio hecho, pese a que siguen atizando el miedo sobre las variantes. He aquí al doctor Bonnie Henry, del servicio provincial de salud de la Columbia Británica, admitiendo que el SARS-CoV-2 es endémico.

Rochelle Wallensky, el director del CDC estadounidense, también ha admitido que es endémico. Incluso la OMS ha anunciado que denominará a las futuras variantes con nombres de constelaciones una vez que agoten las letras del alfabeto griego, lo que equivale a admitir que saben que este virus ha venido para quedarse y sumarse a los otros >200 virus endémicos que cada año causan resfriados y gripes. Las variantes son algo normal.

Lo único diferente respecto a la covid es la extraña obsesión por mencionar y seguirles la pista a las variantes en los noticiarios de las tres, aunque no hagamos lo mismo con ninguno de los otros >200 virus que, cada año, causan síntomas al estilo resfriado y gripe. Pero, puesto que nuestros funcionarios de sanidad y medios de comunicación están armando tanto revuelo con las variantes y amenazándonos con nuevos refuerzos, observemos más de cerca la cuestión en su totalidad, y no sólo la cola del elefante que nos agitan frente a las narices.

El gráfico inferior muestra cuánto ha cambiado el gen del SARS-CoV-2 desde que apareció en 2020. En azul oscuro está la variante Alfa. En celeste la Delta. Ómicron en rojo. Nunca dejará de evolulcionar y producir nuevas variantes.

Figura 13: Evolución del SARS-CoV-2 con el tiempo, mostrando cuánto ha cambiado su genética desde que apareció la cepa de Wuhan a principios de 2020. Imagen de nextstrain

Y este gráfico del árbol familiar del SARS-CoV-2 muestra todas las variantes que han evolucionado a lo largo del tiempo. En celeste está la variante Delta, dominante en todo el mundo hasta hace poco, mientras que la Ómicron se muestra en rojo oscuro.

Figura 14: El árbol familiar (filogenético) del SARS-CoV-2 muestra el surgimiento de las variantes de la covid en el tiempo. Imagen de nextstrain

Como puedes ver, el virus no sigue una evolución lineal en la que una mutación le pisa a otra los talones. En realidad, cada variante es más bien como un enjambre de partículas próximamente emparentadas, sin que ninguna de ellas sea calco de otra; y la mayoría de las ramas y sub-ramas del árbol acabarán en fracasos evolutivos. De vez en cuando, el enjambre de una variante desplaza al de otra exactamente igual que Alfa desplazó a la cepa original de Wuhan y fue a su vez desbancada por Delta, que ahora compite con Ómicron.

Cada “enjambre variante” actúa, en esencia, como una pandemia enteramente nueva y distinta -aunque pariente cercana- de la anterior, que sigue su estela. El virus original (de Wuhan) y la cepa Alfa han desaparecido y no volveremos a verlas. Se han extinguido como se extinguieron los mamuts lanudos. Tu inmunidad a estas variantes extintas sólo puede servirte ya para proporcionarte inmunidad cruzada a otras futuras que sean familia próxima de ellas, pero nunca volverá a verlas tu sistema inmunitario. Sólo subsisten sus descendientes y sus primos cercanos. La cepa Delta. La variante Mu. La variante Lambda. Ómicron.

Si esto fuera sobre salud pública, sólo estarían ofreciéndonos vacunas -y sin coerción- para los más vulnerables. Pero el Santo Grial de la maximización de las ganancias farmacéuticas y la financiación de la sanidad pública necesitaba convencer a la población (y a los políticos) de que hay algo inusual o amenazante en la interminable correa sinfín de las variantes producidas por un virus de rápida evolución y elevada transmisibilidad, y que confiar en la inmunidad natural podría llevarnos a más variantes aún (como el CEO de Pfizer sugirió al principio de este artículo). Es una manipulación magistral sustentada sobre infinidad de medias verdades.

La gripe y los coronavirus eran los candidatos perfectos para este tipo de inacabable estafa de la vacunación universal porque producen gran cantidad de “variantes” y porque la inmunidad a estos virus de rápida evolución nunca dura mucho (ya que se atenúa deprisa, y la rápida deriva genérica en seguida conduce al escape inmunitario si no hay una reexposición frecuente).

Así, es posible llegar a alcanzar el Santo Grial si se puede engatusar al público para que crea que está quedando desprotegido y que por tanto necesita refuerzos constantes para actualizarse con las variantes. Al bautizar a éstas, al usar tests PCR masivos en gente asintomática y leve, y al difundir constantemente y fuera de contexto, por la tele, el número de casos, hospitalizaciones y muertes, han aterrorizado a la sociedad hasta el punto de que mucha gente no está dispuesta en lo más mínimo a exponerse nunca, bajo nungún concepto y cueste lo que coste, a ninguna de esas variantes. De este modo, los refuerzos vacunales prporcionan una huida tecnológica de la siniestra sombra que han proyectado en la pared Big Pharma y la sanidad pública. Mantén a la población asustada y ella misma se encargará de volver a por más dosis en tanto el pánico siga intacto o hasta que se pueda convencer a los políticos de hacer obligatorios los refuerzos criminalizando a quienes los rechacen.

Antes de julio de 2008, la OMS definía así una pandemia de influenza: “Se produce cuando aparece un nuevo virus de influenza contra el que la población humana no tiene inmunidad y ocasiona varias epidemias simultáneas en el mundo con enormes cifras de muertos y enfermos… Pero en julio de 2008 actualizaron la definición y eliminaron lo de “con enormes cifras de muertos y enfermos” para así poder declarar una pandemia cuando haya una variante muy contagiosa de cualquier virus, independientemente de lo mortal que sea. Así fue como llegamos a la debacle de la fiebre porcina de 2009 y ahora a la covid.

Suprimir el requisito de “enormes cifras de muertos y enfermos” en la definición de pandemia fue la jugada ajedrecista que abrió la puerta a la crisis permanente. Ya no son las muertes las que proporcionan una medida objetiva del riesgo, sino sólo los tests PCR positivos, que se obligan a realizar masivamente en toda la población pese a su elevado índice de falsos positivos y al hecho de que la mayoría de la gente que se ve forzada a someterse a uno no está gravemente enferma y puede que ni siquiera llegue a padecer más que una infección leve o asintomática. Un virus con un extraño nombre alarmante que produce una interminable provisión de nuevas “variantes preocupantes” suministra la tapadera perfecta para mantener un interminable pánico sobre interminables olas pandémicas que requieren interminables refuerzos “para que estemos seguros”. Una multitud de grandes mentiras edificadas sobre la vasta arquitectura de las medias verdades.

Y por si acaso alguien pregunta por qué el mundo еstá de repente sepultado en esta inacabable serie de pandemias, ya tienen también una respuesta preparada para eso. Publica el USA Today: “Los científicos están observando una ‘aceleración de pandemias’: Apuntan al cambio climático.” Qué práctico.

Pero volvamos a la realidad. El gráfico siguiente muestra qué aspecto tienen estas sucesivas variantes “pandémicas” según compiten entre sí por los huéspedes hasta que una logra desbancar a las otras y hacerse dominante, aunque sólo para ser desplazada poco después por otra más competitiva. La mayoría de las veces, la variante más contagiosa pero menos peligrosa gana la carrera porque la propagación se maximiza si puede infectar al mayor número posible de personas sin que lleguen a necesitar reposo (un enfermo en la cama no se relaciona con tanta gente como otro que pueda salir a tomarse una caña). Por eso, en general, la mayoría de los virus suelen evolucionar hacia versiones más contagiosas pero menos peligrosas. Poner el foco en el número de casos (que aumenta a medida que un virus se hace menos peligroso) permite a los funcionarios de sanidad mantener vivo el pánico aunque el virus pierda su capacidad de causar tantas muertes. Mirad, hay contagios… —> ¡necesitamos vacunas!

En Reino Unido, la variante EU1 (en beis) desplazó a la cepa original de Wuhan (gris) a finales del verano de 2020. La variante Alfa (en rojo) desplazó a la EU1 durante el invierno 2020/21, y la variante Delta (en verde) reemplazó a la alfa durante el verano de 2021.

Figura 15: En Reino Unido, Delta se hizo dominante antes que en EEUU. https://covariants.org/per-country.

En este otro gráfico puedes ver la mezcla de variantes que han dominado en Sudáfrica. Allí no llegaron a tener las EU1 o Alfa. En su lugar, predominó la Beta (rojo brillante) hasta que Delta (verde) tomó el relevo. Y ahora la Ómicron (púrpura) casi ha desplazado por completo a Delta:

Figura 16: En Sudáfrica, la variante Ómicron apareció sólo muy recienteente, pero ya ha desplazado a Delta casi por completo. https://covariants.org/per-country.

En Sudáfrica los médicos están informando de que, pese al creciente número de infecciones por Ómicron (confirmadas por test PCR), las hospitalizaciones -como es de esperar cuando un virus evoluciona hacia una menor peligrosidad- no están aumentando, y eso que a día de hoy sólo el 25% de la población ha recibido dos dosis. Y entre el pequeño número de hospitalizados infectados con covid en Sudáfrica, nada menos que el 76% ingresaron por causas totalmente ajenas a la covid. La ausencia de hospitalizaciones causadas por Ómicron no debería sorprender a nadie: según las pruebas de anticuerpos, en agosto de 2021 alrededor del 80% de los sudafricanos ya estaban infectados con el virus SARS-CoV-2. Para la mayor parte de ellos, Ómicron no es más que una actualización.

Todo el alboroto con Ómicron es como tocar zafarrancho de combate porque una gigantesca bola de fuego va a elevarse mañana por el horizonte oriental y va a bombardear la frágil atmósfera de nuestro planeta con una riada de fotones y radiación ultravioleta, fenómeno al cual llaman Sol quienes son capaces de ver al elefante entero. Ya va siendo hora de permitir que la vida vuelva a su normalidad.

Los 141 estudios mencionados al principio de este artículo demuestran que la inmunidad natural dura lo bastante como para que, armados con buena provisión de inmunidad cruzada parcial, podamos superar las próximas olas de covid estacionales. La Ómicron está avanzando a paso firme, pero la gente no está cayendo fulminada en tropel, lo cual demuestra que la inmunidad cruzada parcial funciona como debe: nuestra inmunidad natural se actualizará sin apenas riesgo de que acabemos padeciendo ningún tipo de enfermedad grave; exactamente igual que pasa todos los años con los otros >200 virus que provocan resfriados y gripes, generalmente sin graves consecuencias para la mayoría; aunque debamos tomar todas las precauciones para proteger a los más ancianos y vulnerables.

Por el contrario, la inmunidad que ofrece la vacuna está resultando ser mucho menos adecuada para la función de las actualizaciones…

El trago amargo: ¿Cuánto dura la inmunidad tras la vacunación?

En anteriores artículos he escrito mucho sobre el elevado y creciente número de reacciones adversas y mortales a las vacunas covid, sobre la ausencia de datos a largo plazo, los peligros asociados a la inoculación masiva de una vacuna chapucera, el absurdo de ponérsela a quienes se han recuperado de la enfermedad, lo inapropiado de ofrecerla a quienes tienen poco o ningún riesgo personal que pueda compensarles, y el hecho de que hacerlas obligatorias atenta contra el derecho de disponer libremente sobre nuestro propio cuerpo. En mi reciente libro Autopsy of a pandemic están las más importantes de esas reflexiones, así que no las discutiré de nuevo aquí.

Y tampoco me extenderé sobre el hecho obvio de que no es posible proteger a los vulnerables inoculando a todo el mundo una vacuna “chapucera” que no impide que quienes la reciben se infecten ni que propaguen el virus a los demás. No sólo corren igual riesgo de contagio que los no vacunados, sino que, según muestran datos oficiales de Reino Unido, las tasas de infección entre los vacunados pueden incluso superar a las de aquéllos. Alguna vacuna. Esto se ha convertido en una pandemia de los vacunados. ¡Anda!

Figura 17: En Reino Unido, los vacunados superan a los no vacunados en tasa de infección en todos los adultos. UK Health Security Agency’s Week 41 Covid-19 Vaccine Surveillance Report, published October 14th, 2021

 

Los estudios científicos hasta han demostrado de manera concluyente que no hay diferencia significativa entre las cargas virales de los inoculados y los no inoculados que cogen el virus. En otras palabras: en cuanto a capacidad de contagio, no hay diferencia entre el vacunado y el no vacunado. Impedir a estos últimos una vida normal no reduce el riesgo de nadie en absoluto. Como tecnología, estas vacunas son un remedio imperfecto a más no poder.

Figura 18: No hay diferencia significativa en carga viral entre vacunados y no vacunados (Acharya et al)

 

Pero aparte de todos esos otros desastres que las descalifican, ¿cuánta protección individual proporcionan las vacunas a quienes se han remangado para recibir el elixir mágico? Pues incluso en este aspecto, fracasaron miserablemente como herramienta para proporcionar “actualizaciones” útiles contra el virus SARS-CoV-2 (y eso antes de haberse quedado obsoletas en países donde ahora domina la variante Ómicron resistente a ellas; o sea: Sudáfrica, Corea del Sur, Holanda, Finlanda, Ghana, Tailandia y Hong Kong, una lista que crece a diario; puedes ver cómo ómicron toma el relevo, país por país, en la web Covariantes).

Las infecciones con el SARS-CoV-2 llegan en olas de naturaleza fuertemente estacional, como todos los virus respiratorios de esa misma índole. En el hemisferio norte estamos ahora al comienzo de la temporada de gripe: si la pillas entre este invierno y la próxima primavera, probablemente no te expondrás de nuevo a ella hasta la siguiente ola estacional del invierno 2022/23, de 9 a 12 meses más tarde. En connscuencia, la inmunidad adquirida por una actualización debería durar como mínimo 12 meses para proveerte de inmunidad cruzada apreciable a las futuras variantes. Sería mejor entre 24 y 36 meses, ya que no es muy probable que vayamos a exponernos a la nueva variante de cada año: quizá pasen uno o dos años exposiciones sucesivas.

A los fabricantes de vacunas e instituciones sanitarias les tocó la lotería de los fondos públicos cuando convencieron a los políticos de que era necesario exigir que todo el mundo se pusiera dosis de refuerzo para reemplazar a las actualizaciones naturales que proporcionan las reinfecciones. Al principio parece que apuntaban a un refuerzo cada 12 meses; un sustituto anual artificial de lo que tu sistema inmunitario es capaz de hacer por sí mismo via reexposición frecuente.

Pero después ajustaron a 6 meses su programa de refuerzos. Ahora están revisándolo de nuevo para ofrecer los refuerzos a todos los adultos cada sólo 3 meses. Este es un enlace a un clip en que el Secretario para la Seguridad Social de Reino Unido, Sajid Javid, aboga por reducir el invervalo mínimo entre dosis de 6 a 3 meses y afirma que el programa de refuerzos debería incluir no sólo a los vulnerables sino a todos los mayores de 18 años.

¿Por qué esa repentina aceleración?

Las vacunas están fallando incluso antes de Ómicron. El siguiente gráfico, sacado de un informe publicado en el Lancet (preimpresión) muestra cuán rápido se atenúa la protección de las vacunas como método para prevenir las infecciones sintomáticas.

Figura 19: Efectividad de la vacuna covid para prevenir la infección sintomática. The Lancet preprint. (Hay que descargar todo el pdf del enlace al final del resumen e ir abajo para ver los gráficos.)

Hasta los primeros 90 días se mantiene relativamente constante, pero después la cosa empeora: tras 90 días, la protección comienza a disminuir rápidamente. A los 6 meses es casi nula. A los 9 meses ha caído por debajo de cero. Protección negativa. ¿Qué dices?

Protección negativa significa que el sujeto es más susceptible a una infección covid que si no se hubiese vacunado. Lo que empezó como una protección mengua lentamente hasta convertirse en una vulnerabilidad.

El mismo estudio muestra también cuán efectiva es la vacuna para impedir las consecuencias graves (hospitalizaciones y defunciones). Una vez más, los primeros 3 meses parecen color de rosa, para esfumarse después, cuando la parte inferior de las bandas de error cae por debajo de cero a los 6 meses:

Figura 20: Efectividad de la vacuna covid para prevenir infecciones graves The Lancet preprint. (Hay que descargar todo el pdf del enlace al final del resumen e ir abajo para ver los gráficos.)

Esto sugiere que para que la vacunación sirva como método para “actualizar” tu sistema inmunitario necesitas refuerzos cada 3 a 6 meses, para siempre; porque la inmunidad que proporcionan no dura ni siquiera lo bastante como para sacarte adelante hasta tu siguiente temporada de constipados y catarros. Y como la protección es negativa después de 6 meses (o sea que, de hecho, aumenta la tasa de infección y posiblemente incluso las consecuencias graves), los funcionarios de sanidad han atrapado a la población en un régimen de entre 2 y 4 refuerzos anuales simplemente para evitar que sea más vulnerable a la infección. Y así se convierte en una pandemia de los no reforzados. ¡Anda! O te remangas cada 3 a 6 meses, o sufre las consecuencias. Casi como el traficante que sabe que si el síndrome de abstinencia es lo bastante desagradable, habrá fidelizado a un cliente de por vida.

El hecho de que la proteccion se vuelva negativa después de desvanecerse sugiere que están cumpliéndose los temores más pesimistas que manifestaron personas como el Dr. Sucharit Bhakdi y el Dr. Geert Vanden Bosche: parece que las vacunas estarían disparando una especie de mejora dependiente de anticuerpos a medida que la protección se atenúa, facilitando al virus infectar a los inoculados (y haciendo más probable que la infección se grave) una vez que su inmunidad inducida comiemza a debilitarse. Lo que no se sabe es si dicha inmunidad negativa es temporal, y si este efecto empeora o se atenúa según vas rellenando tu tarjeta de cliente:

Aparte, está el pequeño problema que plantea el estudio mencionado al inicio del artículo, publicado en medRxiv el 8 de diciembre (preimpresión), que demuestra que la hornada actual de vacunas no está neutralizando adecuadamente a la variante Ómicron ni desde el mismo día de vacunarse. ¡Vaya!

La cosa se desmorona. Cuanto más fallan las vacunas, más se obstinan nuestros funcionarios de sanidad y los fabricantes de vacunas. Ahora tienen pocas alternativas. La Cruzada del Santo Grial de la Farmautopía los ha atrapado a ellos también: si la estafa se desbarata, la gente empezará a hacer preguntas y a pedir sus cabezas. Así, en menos de un año han ido desde las vacunas voluntarias para los vulerables, pasando por la coerción a la vacunación masiva a todo el mundo, hasta la vacunación obligatoria y forzosa de los ciudadanos renuentes (ahora en Austria y Alemania se introducen multas y prisión contra los ciudadanos que se nieguen; más detalles sobre la grotesca vacuna obligatoria en Austria aquí), y ahora hay en marcha iniciativas para hacer obligatoria la vacuna en toda la UE. Incluso el Dr. Fauci parece estar intentando animar a los EEUU a esa misma idea. la desesperación se hace palpable:

Variante a variante, están intentando convertirnos en acericos adictos. El conocimiento nos inmuniza contra su propaganda. Detener la locura es una cuestión de estadística, así que no te des por vencido en ayudar a tu familia y amigos a que vean el elefante completo que nuestras instituciones sanitarias, los medios y los fabricantes de vacunas tan afanosamente intentan que no veamos. Por favor comparte y expande este artículo. Si los que decimos “No” somos suficientes, la imposición de esta tiranía médica será imposible.

Acerca de The Freelander

Viajero, escritor converso, soñador, ermitaño y romántico.
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