El Femenómeno es lo más grande que ha llegado a la “vida política” europea desde Cicciolina; aunque mejor, porque Ilona Staller era una actriz profesional, y eso siempre le quita morbo a la cosa, mientras que estas lozanas jovencitas de gloriosos atributos son verdaderas espontáneas de inspiradora frescura. Dicen combatir la industria del sexo y yo digo: ¡por Satanás que la industria del sexo ha encontrado unas duras combatientes!, pues no hay profesionales que puedan competir con el destape natural, voluntario y ardiente de un exhibicionismo convencido. Además, no sin razón se ha dicho siempre que las de colegios de monjas son las mejores, las más salaces y osadas. Nunca, ¡ah!, plugo a los dioses regalarme con una amante así. Grande éxito y prospeeriad le deseo al movimiento Femenista, y que recluten muchas adeptas para que le pongan su juventud triunfante a las portadas de los periódicos, a las noticias de los telediarios, desbancando así las aburridísimas revistas y películas pornográficas. Ríome yo, si Femen nos hace tal merced, de las timoratas escenas del puritanismo hollywoodiano y de los baratos desnudos del cine español.
Grandes cambios han operado estas mujeres en mí, además. Mientras el feminismo había sido cosa de gordas y feas, a lo Almeida, confieso que nunca llegó a interesarme gran cosa; pero este nuevo Femenismo me ganó para su causa en treinta segundos desde su primera aparición, hace ya meses. Y hoy, con su entrada en España, termina de ganar mi voluntad. Ahora soy un Femenista entusiasta y convencido. Ya no veo, como antes, en los cuerpos de estos ángeles un objeto de deseo, sino tan sólo deseables herramientas o armas de protesta, y suscribo cualquier lema que venga escrito en sus divinas, cutáneas pancartas. La fuerza de sus argumentos siempre gemelos, que miran alegres al cielo dando gracias al Olimpo por tanta maravilla con sus grandes ojos ciegos, es arrolladora. Colecciono sus turgentes frases, firmes como la fe, y las pongo como fondo de mi escritorio para que marquen el norte de mis sueños y aderecen mis amaneceres.
¡Divinas Femenistas, dulcísima Lara, yo os invoco! Llenad los medios de comunicación, el país entero, con vuestras armas de combate, y seguid por muchos años escandalizando la moral religiosa de este contumaz pecador.