Modelando percepciones con ayuda de la R.A.E.

Una de las cosas que más nos enorgullecen a los legisladores globales es la maestría de nuestros think-tanks para adulterar o viciar la semántica y el vocabulario con el fin confundir, condicionar y en última instancia moldear las mentes de la población, sus opiniones y actitudes. El lenguaje, al ser vehículo del pensamiento, es también el medio idóneo para perfilar la percepción que tiene el ser humano de la realidad; y de este potencial para modificar y alterar las ideas nos valemos.

Sin llegar a los extremos de la neolengua descrita por Orwell (no por imposible, sino porque la geopolítica aún no está madura para eso), hay muchos modos de aprovechar este casi inagotable recurso: acuñar términos nuevos, adscribir distintos significados a palabras ya existentes, desplazar o reemplazar conceptos, llevar a cabo sustituciones semánticas, etc. Aunque estas técnicas son muy antiguas y vienen utilizándose seguramente desde hace siglos, hoy en día la mayor parte de este lenguaje se fabrica en los susodichos think-tanks, si bien una parte del nuevo léxico sale espontáneamente de cualquiera de los infinitos talleres del activismo social, más o menos autónomos, a nivel local o nacional (llamados “chiringuitos de la izquierda” por los malintencionados), cuyos participantes a veces descubren o inventan verdaderas gemas verbales.

Una vez elaborado el nuevo producto, se lo pasamos a nuestro conglomerado propagandístico (los mass media generalistas, agencias de noticias, redes sociales, plataformas audiovisuales, editoriales, artistas, etc) para que lo distribuyan por todo el orbe, así como a la casta política para que lo incorpore a su vocabulario. Huelga decir que todo esto tiene una íntima relación con la corrección política y es casi inseparable de ella: primero presentamos al público lo que va saliendo de nuestros laboratorios de ideas, inundando con ellas la prensa, radio, televisión, cine, plataformas, redes y todo espacio social a donde llegue nuestra influencia (que es casi universal), y a continuación convencemos a la gente de que la forma anterior de expresarse o las ideas a reemplazar son ofensivas, peyorativas, insolidarias, supremacistas, etc., y por consiguiente inapropiadas para ser utilizadas en público y vergonzantes de sentir o pensar en el fuero interno de cada uno.

A veces un vocablo totalmente innovador puede ser muy efectivo (piénsese por ejemplo en nuestra exitosa invención del término conspiranoico), teniendo por objeto forzar al oyente a una reflexión delibarada sobre la idea propuesta con la esperanza de que la adopte sin reservas. No obstante, esta variedad tiene el inconveniente de que, al implicar un proceso mental consciente, esa parte de la audiencia (normalmente pequeña, por suerte) que es más crítica y suspicaz, que está más alerta a posibles lavados de cerebro, puede rechazar, desenmascarar o desafiar el invento. Así que, aprovechándonos del nivel subconsciente al que el lenguaje permea nuestro cerebro, lo habitual es que escojamos el léxico o la semántica más sutil posible (al modo como funcionan los mensajes subliminales en publicidad) con idea de que no se dispare ninguna alerta o mecanismo mental de autodefensa: el público nos compra el producto sin notarlo siquiera y la idea germina y florece en su cabeza sin que, en ocasiones, llegue nunca a darse cuenta del cambiazo.

Una de nuestras obras de arte más abrumadoramente exitosas en la última década ha sido la promoción de la palabra migrante a expensas de la -admitimos- más propia y precisa inmigrante; promoción que acometimos con el objetivo último de blanquear la entrada masiva de inmigrantes ilegales en el territorio de una nación. Las directices para fomentar dicha palabra en básicamente el planeta entero e impregnar con ella las mentes de todo el mundo las emitimos a mediados de la segunda década de este siglo, y no sólo los ejecutores políticos (gobiernos) y los propagandistas (medios de comunicación) siguieron con diligencia nuestras instrucciones, sino que también las autoridades académicas se prestaron amablemente a cooperar. Veamos unas cuantas definiciones que nos ayuden a comprender por qué y cómo lo hicimos.

Hasta la 22ª edición (inclusive) del DRAE, inmigrar significaba “llegar a un país para establecerse en él los naturales de otro, especialmente hablando de los que forman nuevas colonias o se domicilian en las ya formadas”. Inmigrante, por su parte, sólo significa “que inmigra”.

Definiciones hasta la 22ª edición DRAE

Según esta definición, el verbo inmigrar reflejaba con total precisión el fenómeno de esos millones de personas trasladándose desde sus intertropicales países de origen hacia el Munco Blanco. Pero esta semántica no nos gustaba, porque la imagen de hordas de naturales de otro país colonizando grandes áreas podía indisponer (y, de hecho, lo hacía) a muchísimas personas de la nación receptora contra tales invasores. Era necesario quitarle yerro a este verbo y suavizarlo en lo posible, así que le pedimos a la Real Academia Española que modificara su definición, a lo cual los eruditos de la lengua accedieron encantados, como no podía ser de otro modo, pues para algo los tenemos en nómina a través del IBEX35, su principal y mayor fuente de financiación. De este modo, a partir de la 23ª edición del DRAE, inmigrar (en la acepción que nos interesa) significa “llegar a un país extranjero para radicarse en él”. Nada de naturales de otra parte formando colonias, porque eso no convenía que resaltara.

Definición tras la 23ª edición DRAE

Para los países de habla inglesa, por cierto, hicimos otro tanto, pidiendo la correspondiente modificación de definiciones exactamente en el mismo sentido, o sea eliminando la mención de que los inmigrantes no son naturales del país de acogida.

Anteriores definiciones Collins

Nueva definición de immigrant

No obstante, éramos plenamente conscientes de que este ligero cambio no bastaba: era necesario volcar toda la atención del fenómeno inmigratorio hacia el migratorio aprovechando las connotaciones positivas del segundo. Al estar además ambos términos semántica y morfológicamente tan emparentados, el candidato a reemplazo era idóneo.

En efecto, migración tiene dos acepciones que nos interesan: por una parte, “viaje periódico de las aves, peces u otros animales migratorios”, y por otra, “desplazamiento geográfico de individuos o grupos, generalmente por causas económicas o sociales”.

Definiciones 22ª edición.

Bien se ve que esta palabra era mucho más útil a nuestra agenda ideológica. En cuanto al primer significado, ¿qué persona en su sano juicio podría percibir negativamente a criaturas de la naturaleza, aves, peces, indígenas, cambiando de hábitat? Respecto al segundo, ¿no es más fácil ser receptivo hacia vagos desplazamientos geográficos por causas económicas o sociales que hacia extranjeros radicándose en el país de uno? Era previsible, pues, que los matices positivos de la migración se traducirían, en la mente del blanco medio, a una actitud más positiva hacia los africanos, asiáticos e hispanoamericanos (perdón: latinoamericanos) que íbamos a enviarles a mansalva. Así que a tal efecto requerimos a la R.A.E. que hiciese dos enmiendas. El verbo migrar, que hasta la 22ª edición de su diccionario era tan sólo un sinónimo de emigrar y de inmigrar (con lo cual estábamos en las mismas), debía pasar a tener un significado más consonante con nuestro proyecto, y quedó fijado así: “trasladarse desde el lugar en que se habita a otro diferente”, para de este modo no asustarnos a la gente con definiciones que pudiesen sugerir la imagen de un reemplazo poblacional de blancos por morenos. El segundo cambio era aún más importante, absolutamente esencial, y consistía en la introducción en el DRAE de la palabra migrante, que -véase dos imágenes más arriba- hasta entonces no se había incluido en ninguna edición. Imperdonable carencia que nunca habría permitido a España equipararse a otros civilizados y más solidarios países.

Sin esta palabra los españoles no podían solidarios.

Todos estos cambios, pues, se llevaron a cabo tras la 23ª edición del DRAE, coincidiendo con la campaña de promoción que estamos analizando. La Academia no esperó, como es su proceder habitual, a que la popularización y consolidación de un uso lingüístico justificase la modificación del diccionario, sino que en esta ocasión (a insancias nuestras, que somos quienes pagamos) se anticipó a él.

Y así fue cómo lo dispusimos todo. Poca gente se percató del cambiazo, quien lo hizo no le dio la menor importancia o le pareció bien y, al cabo de unos años, muchos ya ni se acuerdan de que conocieron alguna vez la palabra inmigrante. Esto lo hicimos simultáneamente en toda la extensión del planeta hasta donde llega la influencia de nuestras organizaciones, y la eficacia de tal sustitución semántica fue sólo comparable a la que, años después, tuvo nuestra campaña del pánico covidiano. Quien esto escribe recuerda cómo se asombró, en su día, de nuestro propio éxito: en un abrir y cerrar de ojos, apenas dos semanas, la palabra inmigrante había desaparecido por completo de la esfera social. Ningún medio de comunicación, ninguna plataforma, ningún político volvió a usarla más.

Lo más fascinante -repetimos- de todo esto es el alcance, sutileza y persistencia con que el léxico opera en la mente del individuo. No sólo habíamos logrado desterrar extraoficialmente una palabra de la vida política y social mundial, sino que casi nadie dejó de morder el anzuelo, desde el ciudadano más desprevenido, cándido o políticamente correcto (con cuyo aplauso contábamos de antemano) hasta, en el otro extremo del espectro, el anti-globalista más crítico, el reaccionario más suspicaz o el erudito más alerta (cuya resistencia esperábamos fiera). Así de eficaz es la diseminación de vocabulario que organizamos y así de potente el mecanismo psicológico con que una idea sutilmente introducida en el lenguaje se implanta en nuestro cerebro. Resulta divertido, y nos llena de satisfacción, ver cómo los conservadores más contrarios a la inmigración ilegal utilizan -salvo en algún aislado nicho de trogloditas- constantemente la palabra migrante en lulgar de inmigrante, trabajando así sin darse cuenta para impulsar nuestro programa y promoviendo las mismas ideas contra las que creen estar luchando.

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Identificación biométrica en Rusia

Riley Waggaman ha publicado otro de sus irónicos artículos sobre la deriva hacia el control digital que, a semejanza del Occidente Colectivo, sigue Rusia. Ofrezco aquí su traducción al español.

Identificación biométrica: ¿es lo que Rusia anhela?

Nadie lo ha pedido, pero nos lo colocan igualmente

Las naciones del mundo están en una carrera por ver quién puede etiquetar a su respectivo ganado del modo más seguro, voluntario y práctico posible. Entretanto, el ganado riñe en internet con respecto a cuál granjero tiene el crotal más seguro y mejor.

Supongo que es cuestión de gustos. Al fin y al cabo, aún podemos decidir quién preferimos que nos etiquete. Más o menos.

En Rusia ha habido grandes avances hacia la puesta en marcha de un crotal biométrico, que es quizá el mejor tipo de crotal jamás imaginado, porque así el ganado ya no necesita ir cargando con un trozo de papel: su cara es su etiqueta. Si esto no es práctico, que venga Dios y lo vea.

Es un hecho probado que los crotales biométricos son seguros, prácticos y 100% voluntarios; y se están implementando gradualmente para no causar sospechas ni ansiedad entre el ganado.

Permíteme demostrarlo. Sigue leyendo

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¿Es El Ejido Shopping una estafa?

“Cometen estafa los que, con ánimo de lucro, utilizaren engaño bastante para producir error en otro, induciéndolo a realizar un acto de disposición en perjuicio propio o ajeno.”
Artículo 248 del Código Penal español

El Ejido Shopping (elejidoshopping.com) es una tienda online que ofrece precios muy económicos, a veces tan sorprendentemente bajos que, pese a las sospechas que inevitablemente le surgen a uno ante algunas de sus increíbles ofertas, pese al aspecto un poco chungo de su web y, sobre todo, pese a la abundancia de malas opiniones y puntuaciones que sus clientes/víctimas le han dedicado (por ejemplo aquí, aquí, aquí, aquí, aquí y aquí), puede resultar difícil, en un momento dado, vencer la tentación de hacerles una compra.

Tal fue mi caso hace algunas semanas, cuando encontré en Elejidoshopping un ordenador portátil que llevaba días buscando y que la competencia vendía entre un 50% y un 80% más caro. El ahorro era tan grande que pensé que valía la pena arriesgarme. En última instancia -me dije-, si algo sale mal lo peor que puede ocurrir es que tenga que pasarme unos cuantos meses poniendo reclamaciones hasta recuperar mi dinero.

La web de El Ejido Shopping indicaba que tenían tres unidades de ese portátil en stock, lo cual me pareció que infundía cierta confianza: si detallaban el número exacto de unidades disponibles (en lugar de un vago “hay existencias” o un más vago aún “llámenos para consultar disponibilidad”) quería decir que llevaban un buen control de sus almacenes o una buena coordinación con sus proveedores. Así que me di de alta en su web, añadí el portátil al carrito de la compra y procedí a efectuar el pago. Sigue leyendo

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El Banco de España valida el secuestro de cuentas

Fernando Tejeda, director del Departamento de conducta de entidades del Banco de España

Según un reciente informe del Departamento de Conducta de Entidades del Banco de España, la arbitrariedad bancaria es perfectamente legítima aunque, como consecuencia, resulte de ella el secuestro efectivo de los fondos de los cuentacorrentistas.

El informe fue emitido a raíz de una reclamación interpuesta por un cliente contra su banco por negarse a atender una solicitud de cambio del número de teléfono asociado a su cuenta para recibir los SMS de validación de operaciones. Estos SMS (llamados “códigos OTP”) se han convertido hoy día en práctica bancaria común y, sin ellos, no sólo resulta endiabladamente difícil disponer de los propios fondos sino que son incluso necesarios para que el cliente bancario pueda acceder a su espacio personal en la web de la entidad y manejar sus cuentas a través de internet; de manera que la negativa de un banco a modificar la línea telefónica en la cual el cliente desea recibir el código OTP puede equivaler, de facto, a un secuestro de sus fondos.

Por cierto: a pocos lectores sorprenderá saber que el banco en cuestión (EVO Bank) es una filial de Bankinter, grupo financiero que ya nos tiene acostumbrados a prácticas de dudosísima honestidad (por decirlo suavemente), como las de sus aseguradoras Nuez y Línea Directa, las cuales, cuando no han sido tildadas de pura estafa, figuran entre las peor valoradas entre los consumidores. Sigue leyendo

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Los crotales coadyuvan al aprendizaje

“Los crotales te ayudan a aprender mejor”, titula Riley Waggaman con ironía su artículo del 6 de septiembre. Se refiere a las medidas de etiquetado al estilo ganadero que Rusia está poniendo en marcha en sus escuelas. A continuación traduzco lo que el periodista nos cuenta.


Foto: Tornos desarrollados por la tecnología de “Escuela Digital” de Khabarovsk (en asociación con Sberbank y Microsoft)

El Día del Conocimiento (1 de septiembre) marca el comienzo del año escolar en Rusia. ¿Y qué clase de seguras y útiles herramientas de enseñanza están usándose para proporcionarles Conocimiento a los chavales rusos? En Pushkino, un sistema de reconocimiento facial muy chic protejerá a los alumnos de objetos no supervisados y de “mala salud”:

A la entrada del colegio, donde están los tornos, hay una pantalla de reconocimiento facial. Si el visitante no está registrado en la base de datos, el sistema no le dejará pasar por el torno.

Además, el edificio del centro está equipado con cámaras capaces dotadas de un sistema de inteligencia artificial capaz de reconocer objetos abandonados o no suervisados, así como situaciones que requieran la atención del servicio de seguridad. Por ejemplo una persona sospechosa o una inesperada aglomeración. De este modo el sistema permite una vigilancia en tiempo real de lo que ocurre en el colegio, así como casos de mala salud en alumnos o profesores.

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Moquegua y la arquitectura peruana

Desierto entre Tacna y Moquegua

Frente a mis ojos humea un cafelito amargo (soluble, por desgracia: en Perú, país productor de café, es difícil encontrar dónde te sirvan uno de cafetera) y me hace guiños un esponjoso bizcocho de choclo que he comprado en un puestecillo del mercado tras tomarme, para desayunar, un sabroso jugo de papaya fresca. ¡Qué diferente de Chile es Perú! ¡Qué contraste tan grande! Hasta está pareciéndome menos desarrollado (dicho sea este adjetivo con todas las reservas) que Centroamérica, con la que estoy más familiarizado. Al contrario que en Chile, aquí la mayoría de la población es indígena y, aunque casi todos se visten a la europea, no escasean viejas centenarias (¿cómo, si no, iban a seguir usando esas ropas tradicionales?) que parecen recién descendidas del Machu Picchu. Sigue leyendo

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Tests PCR para el Foro Económico Oriental

Traduzco aquí otro artículo de Edward Slavsquat en que nos habla de la importancia de relizarse un test PCR para asistir al Foro Económico Oriental como Dios manda.


¡NO SE TE OCURRA VENIR AL FORO ECONÓMICO ORIENTAL SIN UN TEST PCR!

Hacerlo podría poner en peligro el Desarrollo Sostenible

Foto: Satán

Has pagado con mucho gusto los 8000 $ de la entrada para asistir al Foro Económico Oriental 2023 y estás listo para mezclarte con docenas de otros sudorosos empresarios que pronto se congregarán en Vladivostok para hablar sobre desarrollar cosas de un modo ecológico. ¿Pero dónde está tu test PCR? ¿Crees que puedes pasear tranquilamente por este foro sin que te introduzcan una torunda por la nariz o por la boca? Estás muy equivocado, caballerete.

Foto: TASS

¿Acaso no sabes que el Foro Económico Oriental de Rusia -que es un foro muy importante para desarrollar en el este las Asociaciones Público-Privadas [APP] de Sberbank- sigue las directrices establecidas por la Organización mundial de la salud, que es una organización muy importante que trabaja sin cesar para salvaguardar la salud del mundo entero? Sigue leyendo

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Primeros pasos e impresiones en Perú.

Desierto entre Tacna y Moquegua

Estoy en el área común del hostal Majhu (en Tacna, Perú), un ruidoso edificio sobre la ruidosa avenida 28 de Agosto, cuyo incesante tráfico se escucha, amplificado por el eco de las paredes vacías, a través de las ventanas permanentemente abiertas. Me cuesta trabajo entender cómo a esta gente, por muy acostumbrada que esté, no le molesta tal nivel de decibelios. Por lo demás, el lugar está bien, todo nuevo, limpieza impecable y un verdadero sol de recepcionista. Si no fuese por el ruido me plantearía quedarme una segunda noche. Además, hace frío, porque el clima de Tacna -debido a su ubicación geográfica- es fresco y aquí las casas no tienen calefacción; así que me he preparado una manzanilla que he encontrado en el office, a falta de té, para entonarme un poco el cuerpo mientras escribo. Sigue leyendo

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