Stelvio y cierra Italia

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Por pura casualidad, sin conocer nada de esta zona ni haber oído hablar nunca antes del Stelvio, va a salirme una de las etapas más moteras del viaje, a lo largo de una ruta (de Cernobbio a Bormio), frecuentada por miles de motociclistas cada día; al menos en verano.

Estas carreteras alpinas se prestan, desde luego, a la conducción en moto; invitan a la diversión total y a sacarles el máximo partido a nuestras máquinas; de modo que a nadie puede extrañar que el tráfico en dos ruedas sea incesante, apabullante, casi excesivo. Moteros del más variado pelaje (sport, touring, off-road, custom, naked, scooters e incluso ciclomoteros) convergen en los Alpes, desde los cuatro rumbos de Europa, para darse cita final -entre otros- en el concurridísimo puerto del Stelvio.

¡Ahí está el tío Pablo!

¡Ahí está el tío Pablo, todo sonriente, él!

Pero no sólo ellos vienen aquí, sino también otros caprichosos conductores al volante, por ejemplo, de viejos coches de coleccionista, de deportivos diseño exclusivo e incluso de fórmula dos. Toda una fauna del caucho y el motor se junta en estas alpinas alturas, cercanas a los 3000 m, para hacer las ochenta y seis curvas de horquilla de este -ahora lo sé- famoso paso y merecer así la correspondiente pegatina; además, claro está, para echar el día, hacerse la foto, almorzar en alguno de los restaurantes o tomarse un hot dog en el popular stand junto al arcén.

En lo que a mí respecta, llego -como siempre- sin saber de rutas moteras ni sitios conocidos, decidiendo casi en cada cruce qué dirección tomar. No me trae aquí la popularidad del Passo, que antes ignoraba, sino la búsqueda de un itinerario que me lleve hacia el sur de Alemania sin tener que pasar por Suiza, porque no me apetece cambiar francos ni pagar peajes. Y es que en este rodar mío sin sentido, en esta romería hacia ninguna parte, hay no obstante un cierto rumbo incierto y algunos -muy pocos- lugares donde quiero recalar. Uno de ellos es Bamberg, en Babaria, donde un amigo me espera con los brazos abiertos.

Desde Cernobbio, he bordeado el lago Como por su orilla oeste y, girando luego hacia oriente, he venido por Sondrio y Tirano hasta Bormio, a donde llego a primera hora de la tarde. Y, como me gusta el pueblo, decido pasar aquí la noche. Hallo, con sorpresa, que algunos de los albergos y hospedajes, aunque abiertos, tienen sus puertas cerradas. ¿Se toman los italianos la siesta tan en serio como los españoles? En los hoteles más caros hay, por supuesto, alguien en recepción las 24 h del día, pero prefiero mantenerme en un presupuesto moderado; así que tras dar algunas vueltas encuentro un alojamiento a mi entera satisfacción (Meublè Dante): la señora es amable, el precio asequible y la habitación, cómoda y coqueta, tiene una vista magnífica a la plaza y a las montañas.

Torre campanario y tejados de Bormio junto a las cimas alpinas.

Torre campanario y tejados de Bormio junto a las cimas alpinas.

De hecho, lo encuentro tan agradable que, en el acto, decido quedarme dos noches en lugar de una y aprovechar la estancia para visitar con espacio el pueblo y hacer algún circuito no muy largo, con la moto, al día siguiente por los alrededores.

Así es como, preguntando a los lugareños, me entero de la existencia del puerto Stelvio y otros cercanos por donde salvar las cumbes más altas hacia la vertiente norte alpina. Mas, por hoy, 160 km de carretera han sido suficientes. El resto del día es para mí, para mover las piernas y adentrarme en las pinas calles de Bormio, fotografiar los bellos y antiguos frescos de sus fachadas -tan típicos en Italia-, pasar bajo los arcos de sus callejones, asombrarme con la imponente proximidad de las nevadas montañas y, cómo no, tomarme por ahí una cerveza.

Arcos, un elemento frecuente en la arquitectura urbana de Italia.

Arcos, un elemento frecuente en la arquitectura urbana de Italia.

Artísticos frescos en cualquier fachada. Algo muy corriente aquí.

Artísticos frescos en cualquier fachada. Algo muy corriente aquí.

¡Qué gran verdad!

¡Qué gran verdad!

Ahora, eso sí: esta gente a las nueve y media de la noche ya tienen todo cerrado, pese a que no falta el turismo. Más aún: como aquí no hay tiendas de los chinos ni nada que haga las veces, a partir de las cinco o seis, hora en que cierran los comercios, no hay forma de comprar nada; y si se descuida uno es fácil quedarse sin cenar. Como, de hecho, ha sido el caso.

La regenta del hotel me ha dicho que, para cruzar las montañas hacia Austria, es más bonito ir por Stelvio (el paso italiano) que por Santa Maria (el suizo), pero yo, atribuyendo esta opinión a un natural sentido patrio, he preferido comprobarlo por mí mismo. Así que a la mañana siguiente cojo a Rosaura (¡sin maletas!) y hago una ruta circular que disfruto como un crío. Desde Bormio a Prato Alto Stelvio, luego a Sluderno y, desde allí, regresar por Suiza, donde en Santa Maria Val Mustair sale a la izquierda una carretera estrecha y poco frecuentada que viene a desembocar, de nuevo, cerca de Bormio.

Pues bien: he de decir que, con patriotismo o sin él, la mujer tenía razón. No sólo Stelvio es bastante más bonito sino que, además, la carretera italiana está en mejor estado que la suiza. Se conoce que la riqueza que políticos, evasores de impuestos y otros estafadores del resto de Europa traen a Suiza en forma de depósitos bancarios no la emplea este gobierno para mejorar el pavimento.

El ambiente en Passo dello Stelvio ha quedado ya descrito: una verdadera exposición de motos y pirados de todas clases. Quizá la nota más curiosa del día la puso un grupo de cinco alemanes que conducían viejas Vespas con equipaje y todo.

Cinco moteros alemanes haciendo turismo en Vespa.

Cinco moteros alemanes haciendo turismo en Vespa.

El puerto del Stelvio, una permanente exposición de motos.

El puerto del Stelvio, una permanente exposición de motos.

Contadas cuidadosamente una a una, para salvar el puerto de valle a valle hay que tomar -como ya he dicho- nada más y nada menos que ochenta y seis curvas de horquilla, una tras otra, casi ininterrumpidas. Según he entendido, algunos grupitos de moteros van cronometrándose tiempos, pero con el tráfico que hay no veo cómo los resultados puedan ser significativos.

Bajada desde Stelvio hacia la vertiente norte.

Bajada desde Stelvio hacia la vertiente norte.

¡Y hace rasca en estas alturas! Son cumbres de nieves perpetuas y, pese a ser pleno mes de julio y brillar un sol magnífico, el frío hace mella y es cosa de abrigarse bien.

El otro puerto, cruzando por Suiza, es bastante menos popular e innegablemente más soso. Me ha llamado la atención, por cierto, que pese a no pertenecer Suiza a la UE las fronteras estén por aquí tan poco vigiladas. La que he cruzado por el norte, junto a Tubre, tiene un puesto de control desierto; pero la del sur (la que viene a desembocar cerca de Bormio) no tiene ni una mala garita; tan sólo una olvidada y roñosa barrera levadiza, más testimonial que otra cosa.

Y esto ha sido Italia, de momento. Una experiencia única y sorprendente. Una mezcla de lo moderno con lo antiguo, de lugares anclados en el pasado con otros de vanguardia, de anacronismos con futurismos, de valores tradicionales con otros contemporáneos. Un país artística, cultural y socialmente muy rico.

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Acerca de The Freelander

Viajero, escritor converso, soñador, ermitaño y romántico.
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2 respuestas a Stelvio y cierra Italia

  1. julio dijo:

    Tal vez por éste o uno similar entrase Aníbal con sus huestes en Italia

    • Las ventajas de saber historia: que puedes disfrutar mucho mejor de lo que ves. Lástima que Dios le dé pan a quien no tiene dientes, tiempo al que no sabe de historia, y conocimientos a quien no tiene tiempo. :-)

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