Bielorrusia. Cap. 10: La registratsia

EL AUTOREGISTRO

Pasados los tres días en el segundo apartamento decidí mudarme a otro más céntrico aún, y para un período más largo: una semana. Encontré uno idealmente ubicado en Suvórova, la calle peatonal del casco antiguo. Estaba en un bloque residencial de tres o cuatro plantas y quedaba a dos manzanas (o sea, seiscientos metros) del centro histórico de la ciudad, pese a lo cual me salió aún más barato que los anteriores: tras un fácil regateo, cincuenta y cinco rublos al día. No sé si es que aquí esa zona no se cotiza, o es que sencillamente el piso era más viejo y estaba menos cuidado; aunque en su día debió de ser un bloque residencial de primera, a juzgar por la amplitud de los apartamentos y los espacios comunes. Constaba de un enorme salón, un dormitorio también bastante grande, cocina y baño; y las ventanas daban sobre un patio trasero arbolado y plácido. Ahora bien: el colchón no era tan cómodo como los anteriores, el mobiliario y electrodomésticos estaban más deteriorados y la limpieza dejaba algo que desear. Pero a mí me venía de perlas.

Como hacía ya seis días desde el fin de mi registro en el hotel Energía, me tocaba ir renovándolo, así que me puse a ello. En Bielorrusia, el mencionado registro (o quizá más propiamente “registración”, que es como mejor se traduce la palabra registratsia) puede hacerse de tres modos: bien en los hoteles donde te alojas (en cuyo caso ellos son quienes se encargan del trámite y te entregan un papelito que lo justifica), bien por internet (para lo cual tienes diez días de plazo desde que llegas al país y queda grabado en el sistema), o bien personalmente en las famosas otdelenies o upravlenies que ya mencioné, aunque en este caso la gestión tiene una tasa de media unidad (ya explicaré lo que es esto). Cada vez que cambias de residencia debes volver a registrarte, y si te quedas en un apartamento de alquiler no puedes usar la primera modalidad, que sólo está disponible para establecimientos hoteleros. En mis dos anteriores viajes me había registrado yo mismo online, que es bastante cómodo y además sólo necesitaba hacerlo una vez por viaje, pues me quedé todo el tiempo en el mismo lugar. Pero en esta ocasión, como tenía pensado moverme un poco por el país, al llegar a Brest les pedí a los del hotel que me registrasen ellos para los días que me quedase allí, y ya renovaría la “registración”, como procediese, al cambiar de alojamiento.

El problema fue que, dado que hay diez días para hacer el registro online, yo asumí que el mismo plazo se aplicaba cada vez que cambias de alojamiento; pero esto resultó una asunción errónea: resulta que, por una parte, para los registros sucesivos sólo conceden tres días de plazo (sin contar festivos); y, por otra, a través de la web sólo puede hacerse una vez y además dentro de los diez días naturales, improrrogables, a contar desde la entrada al país. Y no hay manera de engañar a la plataforma: el formulario tiene un campo para la fecha de “ingreso en la República de Bielorrusia”, pero no uno para la de “llegada a la nueva residencia” o “salida de la anterior”. Es decir, que es una herramienta diseñada para un único uso por viaje. Además, como el día de entrada al país queda grabado en el sistema al cruzar la frontera, si intentas poner cualquier otro te da error. Así que no pude hacer el autorregistro, porque cuando me puse a intentarlo ya habían transcurrido once días de mi estancia en Bielorrusia. No tenía más opción que hacerlo personalmente y pagar la tasa.

EN LA UDELENIE

De tales detalles me enteré, por supuesto, sólo después de la fallida intentona que acabo de contar, a raíz de la cual me puse a mirar la legislación; lo que, por cierto, me llevó unas cuantas horas: primero para encontrarla y luego para leerla, porque está sólo en ruso. Pero de todas formas no me intranquilicé, porque si había tres días laborables para registrarse en cada nueva residencia y yo no había estado sin registratsia más de ese término en ninguna de ellas, no había incumplido ningún plazo. Así que le pregunté a la dueña del piso donde estaba la udelenie de ese domicilio y a la mañana siguiente me presenté allí.

Al contrario que en la de Brest, en ésta no había casi nadie y no me tocó esperar. Me atendió en un despacho una mujer bastante agradable; y al decirle el propósito de mi presencia allí me preguntó la fecha de mi entrada al país, me pidió el pasaporte y también (como me temía) justificante de mi anterior registratsia. Le alargué con confianza la me habían dado en el hotel Energía, aunque interiormente me preparaba para tener que explicar por qué llevaba siete días sin haberla renovado. Y así fue. Hube de ir enumerándole fechas y lugares con el calendario delante, a lo que ella, a su vez, iba pidiéndome justificantes: del billete de tren, de los apartamentos que había alquilado, así como el medio que había empleado para encontrarlos. Al parecer, la mujer no tenía la menor idea de la existencia de la web Ostrovok. Había en el despacho otras dos mujeres y de vez en cuando se consultaban con una media sonrisa, e hicieron un par de llamadas de verificación. Estaba claro que sentían cierta simpatía por mí, pero su veredicto fue inapelable: yo había infringido las normas de estancia en el país, según las cuales al cambiar de residencia hay que registrarse en la nueva dentro de los tres siguientes días laborables. Por lo visto, la funcionaria interpretaba la ley en el sentido de que (dejando a un lado los primeros diez días naturales de total libertad que permite el registro online) ningún extranjero puede estar más de tres sin registratsia desde la finalización de la anterior. Y aunque podían haberse mostrado más comprensivas conmigo, pues no se me podía acusar de intentar eludir la ley, en el fondo no las culpo, porque la verdad es que la normativa es ambigua en ese punto: es legal pasar hasta tres noches en una dirección sin registrarte, así que cuando ya te has marchado a otra, ¿qué sentido tiene hacerlo en la anterior? Pero si en la nueva pasas igual corto período, vuelve a suceder lo mismo; y así sucesivamente. Y si el objeto de esta figura administrativa es tener a todo el mundo controlado, resulta que un viajero puede fácilmente escapar a dicho control, sin infringir la ley, registrándose a posteriori, pero siempre dentro de plazo, en ell lugar que acaba de dejar y cambiando de alojamiento cada tres días, lo cual no está prohibido.

De todas formas, la mujer se apresuró a decirme que no me preocupase, que se trataba de una infracción leve que no tenía más consecuencia que una pequeña multa. De hecho -y he aquí lo más contradictorio de todo- fue ella misma quien me aconsejó registrarme en el apartamento donde estaba ahora -siempre que la dueña estuviese de acuerdo- hasta el final de mi permanencia en el país, y así podía ya olvidarme de la registratsia… aunque volviese a cambiar de alojamiento más adelante. Esto último no llegó a decirlo, pero quedaba sobreentendido. De modo que el mismo chinovnik que me ponía una sanción por infringir la normativa me sugería a continuación la forma de esquivar ésta en lo sucesivo.

La multa fue sólo de media unidad. Esto de las unidades para asuntos administrativos es otra peculiaridad del mundo ex-soviético, y no está mal pensada: en lugar de actualizar (por ejemplo a causa de la inflación) todas las leyes que involucren alguna cantidad económica, basta con actualizar el valor en rublos de la “unidad”. Este año ese valor está fijado en setenta y cuatro rublos, o sea veinticindo euros. Así que pagué ambas cantidades (la tasa y la multa), para lo cual tuve que ir a un pequeño quiosco bancario que había en un mercadillo cercano; luego me devolvieron mi pasaporte, me entregaron el volante del registro y regresé a casa.

MORALEJAS

Mucha peor suerte corrió la dueña del apartamento, pues con ella se ensañaron todo lo que no habían hecho conmigo: la llamaron por teléfono para decirle que se presentase en la udelenie para “firmar unos documentos” y, una vez allí, le impusieron una sanción de diez unidades; es decir, doscientos cincuenta rublos. Su delito había sido no comprobar, al admitirme como inquilino, que yo tenía la registratsia en vigor. Ahí fueron bastante cabronas las amables mujeres, porque no es razonable esperar que un particular ande haciendo de policía con sus huéspedes, comprobando que tienen “los papeles” en regla, negándose a alojarlos en caso contrario y además perdiendo clientes. Máxime cuando a los hoteles no se les exige tal cosa: ellos pueden registrar a su antojo, sin verificar la registratsia anterior. Y digo yo que “lo que es bueno para Juana es bueno para su hermana”. Por eso me parece que esto del registro, antes que una herramienta de control ciudadano, es sobre todo una forma de restringir la efectiva libertad de desplazamiento de los turistas, amén de una forma de recaudar y un salvoconducto para la arbitrariedad funcionarial. Porque, ¿qué lección sacamos tanto mi anfitriona como yo de estas sanciones? Ella: “no volver a alquilar el apartamento a extranjeros”, y yo: “en lo sucesivo, mejor quedarse en hoteles”. Al parecer, a las autoridades no les hace gracia que los viajeros se muevan a su albedrío por el país alojándose donde les plazca, pero como prohibirlo pasaría quizá por una medida demasiado autoritaria e impupular, se lo estorban con estas zancadillas burocráticas. O tal vez sea sólo una forma de hacerle el juego a la industria hotelera; aunque, por otra parte, esta pejiguera resulta un serio disuasor del turismo. ¡Vaya usted a saber!

Por último, si alguien está ahora preguntándose: “¿Y qué pasa si no te registras?” Pues que, como leí en un blog bastante completo y me confirmó la funcionaria de la udalenie con exactamente las mismas palabras, “te pedirán la registratsia en la frontera y ahí será mucho peor”. La multa es bastante más elevada y el trastorno considerablemente más gordo, pues pueden incluso negarte temporalmente la salida del país. Aparte, en teoría es obligatorio llevar siempre el papelito encima junto con el pasaporte, por si te piden la documentación por la calle.

Acerca de The Freelander

Viajero, escritor converso, soñador, ermitaño y romántico.
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