Toros desde la barrera

El dolor que siente un animal cuando resulta herido es -puedo colegir- en esencia diferente del que sentimos nosotros. El suyo es puramente físico y su alcance no va más allá de la magnitud de la herida, mientras que el nuestro está casi siempre amplificado por la anticpiación de las consecuencias; es un dolor con proyección hacia el futuro.

Lo que nos aterroriza de la tortura no es sólo la representación mental del sufrimiento corporal a soportar, sino también el padecimiento prematuro por las secuelas en caso de sobrevivir (imaginarnos mutilados, desfigurados o inválidos y pensar qué papel nos esperará en la sociedad a partir de entonces), o por el simpre preludio de nuestra muerte.

Cuando reprobamos o condenamos el espectáculo de los toros basándonos en la supuesta tortura que infligimos al animal, estamos trasladando a un bovino la idea de nuestro propio suplicio si nos hiciesen otro tanto, dando por sentado sin el menor fundamento que el toro padece del mismo modo, en cualidad e intensidad, que lo hacemos nosotros. ¿Pero qué sabemos los hombres del sentir de una bestia? En la naturaleza, cuando el depredador da por fin alcance al herbívoro, éste se deja comer vivo esperando sin pestañear el momento de su muerte; el dolor, que no es más que una alarma para ponerse a salvo, deja ya de tener sentido. Sólo nosotros amplificamos dicha alarma, dándole una dimensión que no le corresponde, como si fuese el propio dolor el que nos daña.

Nada de esto, desde luego, justifica la crueldad; pero ¿es en verdad cruel el espectáculo taurino, o es tan sólo cruento? ¿Piensa el diestro y se deleita en el padecimiento del toro?, ¿se complace con el sufrimiento el público que aplaude, vitorea y celebra desde el tendido? ¿O no son más que elementos, insensibilizados por el hábito y la tradición, de una danza atávica y colorida? Primitiva si se quiere, pero no necesariamente cruel.

. . . . . . . . . . . . . . . . .

Ahora bien: siempre hay quien confunde la velocidad con el tocino y no desaprovecha ocasión para ejercer su propio estilo sutil de crueldad:

Protesta contra la crueldad taurina

Protesta contra la crueldad taurina

Acerca de The Freelander

Trotamundos, apátrida, disidente y soñador incorregible
Esta entrada fue publicada en sociopolítica. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.