Cuando he visto las portadas de la prensa de este seis de diciembre de 2014 no me lo podía creer: el rey de España, máximo representante del Estado, a quien se supone símbolo de moderación y equidad, patrón de conducta; el único español que goza el privilegio de un rumboso puesto vitalicio por la sola razón de su nacimiento, que los españoles generosamente consentimos y financiamos con el sudor de nuestra frente; el rey de España se dedica oficialmente a hacer publicidad de la casa Seat. Y, cómo no, casi todos los medios de comunicación le hacen la ola. Me quedo a cuadros.
Y que nadie se engañe con la sempiterna demagogia de las razones de Estado, con el bien general ni con la creación de empleo. Todas esas cosas están muy bien, pero para ello hay otros agentes. Amén de que la casa Seat es una empresa privada como otra cualquiera, y no más que otra cualquiera merece semejante privilegio, tamaña ventaja competitiva. Más aún: un país con el déficit energético tan brutal que tiene España lo que necesitaría, si acaso, es que el rey hiciese publicidad de las bicicletas, para dar ejemplo de austeridad, conciencia medioambiental, economía sostenible, vida saludable y veinte otras verdaderas virtudes que mejorarían a nuestra sociedad. No necesitamos fabricar más coches, sino gastar menos gasolina.
Pero si hay que promocionar la iniciativa privada, si hemos llegado al absurdo de que pagar a un rey para que haga de agente publicitario, entonces que le dedique primero su tiempo, nuestro tiempo, a los cientos de miles de pequeñas empresas que luchan por emerger o por sobrevivir, pues éstas son las que mejor crean empleo y redistribuyen la riqueza; no el gran capital, donde son siempre los mismos quienes se llevan el beneficio, quienes menos lo necesitan.
Por sus hechos los conoceréis, dice la Biblia; y bien cierto que es. Cuando se trata de hacerle el juego al gran capital, bien que se dan la mano y dejan la política aparte el president de Cataluña y el rey. ¡Amigo, con Don Dinero hemos topado! El poderoso caballero que hace tábula rasa de señores y capitostes. De los periódicos no esperaba otra cosa, porque siempre se han vendido al mejor postor y no son sino un juguete más a merced de intereses económicos poderosos. ¿Pero el rey? Mucho me ha decepcionado hoy Felipe VI.