.
…pulse 7.”
Esta, o alguna muy parecida, es la fórmula que utilizan los inteligentes estafadores para hacernos cargos en nuestra factura del móvil.
En efecto. El enemigo, que jamás se casa de pensar cómo beneficiarse a costa de otros, ha ideado ahora esta astuta estrategia para impulsarnos a hacer lo que no queríamos. A estas alturas de la vida, todos estamos al tanto, quizá incluso escarmentados, de las nefandas llamadas a los famosos números ochocientos y hemos aprendido ya a no marcarlos… incluso aunque la voz más ardiente y cachonda nos espere al otro lado. Pero ¿quién está mentalmente preparado para rechazar una llamada de un número que no aparezca como “privado”? Yo, desde luego, no lo estaba, y menos aún si me pilla recién salido de la cama, todavía adormilado. Yo, en principio, descuelgo todas las llamadas de números no anónimos porque nunca sé quién puede estar llamándome. A lo mejor es un fulano que quiere comprarme el coche que estoy intentando vender, una vieja novia cuyo número he borrado de mi agenda o una cadena de radio para proponerme una entrevista acerca de mi último libro publicado. ¿Quién sabe?
Sin embargo, esta mañana, al descolgar esa llamada (que ni siquiera me he fijado en que se trataba de un número ochocientos) me han espetado la siguiente alocución automática: Si usted no ha solicitado esta llamada, pulse 7. ¿Y qué hace entonces hasta el consumidor más cauto o con más reflejos? Pues se le pone la mosca detrás de la oreja y piensa: “¡Ajá, aquí hay gato encerrado! Alguien está queriendo timarme, porque yo no he solicitado esta llamada, así que… pulsaré 7”.
Y aquí es cuando el consumidor la caga, porque al pulsar el 7 autoriza al cargo. Lo que debe Vd. hacer, amigo (o enemigo) mío, si alguna vez lo llaman con esta historia, no es pulsar 7, ni otro número alguno, sino, sencillamente, colgar la llamada. Vean qué bien pensado está el truco: el propio estafador induce a su víctima a perjudicarse a sí misma al generarle un reflejo movimiento de autodefensa.
¡Oh! Y, por supuesto, su proveedor de telefonía se desentiende de estas historias, así que, salvo que sea Vd. uno de los privilegiados españoles en íntimo contacto con el sistema judicial o tenga la cartera bien forrada para pagarse los mejores abogados, olvídese de reclamar. Este –no lo olvide– es el capitalismo que Vd. y yo estamos creando.
.