Seguros Nuez-Línea Directa-Bankinter, estafa profesional (opinión)

segurosNuezMucho ojito si tiene Vds. pensado contratar una póliza con Seguros Nuez, porque son fraudulentos y practican el acoso telefónico.

Esta es mi experiencia con ellos, por si le sirve de ayuda:

Viendo en los comparadores online que sus precios son inmejorables, me pongo en contacto con ellos y les pido presupuesto para un seguro. La chica, al teléfono, me da un precio superior al que ofrecen ellos mismos en el comparador, y así se lo hago saber, pero no me lo sabe ajustar. Como, además, no me ha preguntado por mi edad, antigüedad ni póliza actual –cosa rara–, le doy esos datos para que recalcule la tarifa, y tras hacer como que teclea y consulta su ordenador, me dice: Bien, en ese caso su seguro sería equis euros, y ¡me dice exactamente el mismo precio que antes! Sigue leyendo

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IV. Covarrubias y la princesa nórdica

Sigo viajando hacia el norte en busca del mar Cantábrico y llego, por carreteras locales, a una de las villas más antiguas e históricas del viejo condado de Castilla: Covarrubias, cabeza que fue de un importante señorío monástico.

Puente sobre el Arlanza

Puente sobre el Arlanza

Desde que enfila el viajero su puente sobre el Arlanza pronto echa de ver que no se trata de un pueblo cualquiera, y al llegar a la entrada principal lo recibe el inconfundible edificio del Archivo de Indias, con su arco que hace de puerta a la villa.

Archivo de Indias y puerta de la villa

Archivo de Indias y puerta de la villa

Explorando sus calles pintorescas vengo a dar a una bonita plaza, recoleta y algo umbría, cuyo nombre me trae a la memoria los primeros versos de aquel simpático romance que recitaba un tío mío, y del que nunca pude recordar el resto:

A veinte leguas de Pinto
y treinta de Marmolejo,
había un castillo viejo,
que edificó Chindasvinto…

chindasvinto

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Laponia islámica

Quizá con su mejor intención, pero con dudoso criterio, el empleado del Arctic Alaska me recomienda, porque hay obras en la Bla Vagen hacia Umea, una ruta alternativa, muy bonita, por Vihelmina. Al consultarla en mis mapas, figura sin pavimentar, pero el hombre me asegura que está asfaltada excepto, si acaso, algún trecho no muy largo. Fiándome de su conocimiento y buen sentido, arranco en esa dirección, pero a la media docena de quilómetros la carretera se convierte en un camino de tierra que se pierde, loma tras loma, en la lontananza. Tras seguirlo un tramo, no viéndole fin y para colmo con esta lluvia, como no quiero acabar embarrado hasta las orejas regreso a la Bla Vagen confiando en que las obras sean un mal menor.

“Comienzan (las obras) bastante más adelante –me dicen en una gasolinera–, pasado el desvío a Sorsele”; desvío que puedo coger y continuar luego hacia Umea por la ruta 363. Eso es buena información, y no la que me ha dado el fulano del Arctic Alaska. Y es que con demasiada frecuencia damos consejo sin tener en cuenta que lo que vale para unos no necesariamente conviene a otros, y que no siempre lo que a nosotros nos gusta agrada también a los demás. Sigue leyendo

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III. Caleruega, cuna de Castilla

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A pocas leguas de Peñaranda, y atravesando verdirrojas llanuras de cebada y amapolas que brindan al cielo sus bermejas copas opiáceas, llego a una villa cuya existencia ignoraba pero cuyo nombre me resulta muy familiar porque una calle junto a donde yo vivo se llama igual: Caleruega. No puedo menos que detenerme un rato para intentar aprender algo sobre esta parcela de la historia española.

No me he bajado aún de la moto y ya me gusta el lugar: su irregular trazado de calles empedradas, la mampostería de sus construcciones, refulgente bajo el sol, las estatuas que la dignifican… Lo primero que encuentran mis pasos es una inscripción con estas hermosas palabras, que avivan mi interés: Caleruega, noble villa que majestuosa se yergue sobre el blanco altozano, cual mítico y señero velero anclado en el océano inmenso de sus dorados trigales y sarmentosos viñedos. Sigue leyendo

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Bla Vagen, territorio lapón

Suecia tiene la mala fortuna de compartir mil millas de frontera con uno de los países más sorprendentes del orbe: Noruega; de modo que en la comparación siempre sale perdiendo. De hecho, yo creo que los suecos saben tan perdida esa batalla que ni siquiera intentan ganarla. Ni sus inacabables extensiones de bosque, ni su infinidad de lagos, sus manadas de renos u otras bellezas naturales bastan para impresionar al viajero que entre por tal frontera.

Como yo, por ejemplo

Una mañana lluviosa y poco amable de finales de agosto cruzo la línea imaginaria (apenas un letrero en la carretera, cincuenta quilómetros al sudeste de Mo i Rana) que separa Noruega de Suecia, y a partir de la cual comienza lo que, de este lado, han bautizado como Bla Vagen (la Ruta Azul), por la cantidad de ríos y lagos que bordea en todo su recorrido hasta Umea, ya en el golfo de Botnia. Sigue leyendo

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El malstrom (y una iglesia llamada Nunca)

¡El malstrom! ¡Ninguna otra situación nos habría sonado más terrorífica! Estábamos entonces en las peligrosas costas noruegas [donde sabíamos que], con la marea, las confinadas aguas entre las islas Ferroe y Lofoden se aceleran con violencia irresistible y forman un remolino del que ningún barco puede escapar. […] Allí no sólo barcos, sino también ballenas y blancos osos polares encuentran su sino.

Así describía Julio Verne en 1870, en su Veinte mil lenguas de viaje subjarino, los terrores del poderoso remolino señalado por los cronistas desde al menos el siglo XVI; aunque no fue sino tras el espeluznante relato de Edgar Allan Poe Descenso al Maelstrom que esta palabra se hizo popular. Poe, como Verne, Melville y otros novelistas, relataron exageradas descripciones de colosales y hambrientos vórtices marinos que llegaban hasta el mismísimo fondo del océano, pero en realidad el ojo de dichos remolinos rara vez excede de un metro ni su profundidad de cinco, y ningún torbellino oceánico crea un embudo giratorio de las características fantaseadas por los escritores. Sigue leyendo

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II. Peñaranda de Duero, linaje de Avellaneda

Las carreteras locales de Castilla, que tejen su red grisácea entre sembrados, amapolas y barbechos, están aún solitarias en estos últimos días de la primavera. La cinta de asfalto se desliza bajo las ruedas de Rosaura con docilidad y amable alternancia de curvas, lomas y llanos, que hacen que los quilómetros se me pasen sin sentirlos. Y ya empieza a declinar un poco el sol cuando llego a uno de los pueblos más carismáticos de Burgos: Peñaranda de Duero. En cuanto lo he avistado al final de una recta –su castillo perfilándose contra los azulados montes lejanos– he comprendido que esta noche voy a hospedarme allí.

Llegando a Peñaranda desde el sur

Llegando a Peñaranda desde el sur

Arévacos y vascones poblaban esta región antes de la llegada de los romanos, que a pocas leguas de esta peña fundaron Clunia, la ciudad dos veces nacida, y que, aunque desapareció mucho, gozó entonces de gran esplendor y tuvo jusisdicción sobre estas tierras. Pero poco –si algo– queda ya en Peñaranda de época tan lejana, a no ser unos mármoles expoliados de sus ruinas. Sigue leyendo

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Miserias de viajero

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Sigo en este valle de fábula al que entré ayer a través de un escondido túnel en el recodo de un fiordo: el camping, la reserva ecológica Laksagaosen y el río Nordfjordelva de límpidas aguas turquesa que bajan de los glaciares.

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Al final de la estrecha carretera que se adentra en el valle hay un lugar llamado Lakshol, y de ahí parte una difícil ruta de senderismo que, en teoría, lleva hasta los lagos superiores donde se hace la magia turquesa y existen cascadas de vertiginosa altura. Me la ha recomendado encarecidamente el dueño del camping, así que invertiré en ella la mañana y pospondré otro día mi cita con el maelstrom. Sigue leyendo

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