.
Tras una semanita con un amigo recargando las pilas en Bamberg, confieso que me da pereza retomar la carretera para emprender esta última etapa del viaje. Pero estoy en el principio del fin; la última etapa de este viaje a Ninguna Parte.
La mañana está de nubes y claros, agradable, otoñal; pero a medida que avanzo y gano altitud voy encontrándome algunos parches de niebla y la temperatura desciende. En Uffenheim me paro a tomar un té en una tranquila pastelería mientras estudio la ruta a seguir. Luego, la tarde se viste por completo de gris y refresca aún más: doce grados. El paisaje, en cambio, va haciéndose más bonito, más rural, moteado de viejos caserones que albergan hermosas hospederías y restaurantes, donde el otoño está más avanzado y donde el monte ofrece llamativos contrastes de ocres y verdes, junto a ese evocador olor a humo de leña al pasar por los pueblos…
![Acercándome a la selva Negra](http://es.freelander.es/wp-content/uploads/2016/04/00selvaNegra.jpg)
Acercándome a la Selva Negra
A las cuatro y media, óptima hora para dar la jornada por concluida, me paro en Wüstenrot, donde hay una agradable pensión a buen precio. Es un pueblo más bien soso, pero sus alededores son bonitos. Una vez instalado, me doy una larga caminata por los sembrados y un bosquecillo no lejano de pinos y secuoyas, donde el camino se desdibuja hasta desaparecer. El suelo en las umbrías está húmedo, y cuando regreso al hotel tengo los tenis llenos de barro. Me toca andar de limpieza. Por cierto que la encargada es muy agradable, y hay además otra empleada, una joven morena, que me mira de ese modo en que saben mirar las mujeres traviesas… ¡Lástima que últimamente no estoy para esos trotes! Sigue leyendo →