Sucesos que cambian vidas

Naumburg, donde Nietzsche se crió

Naumburg, la ciudad de Nietzsche

Ciento setenta años después de que naciera Nietzsche, Rosaura y yo llegamos a Naumburg (en el estado alemán Sajonia-Anhalt), donde transcurrió la juventud del que se convertiría en el filósofo más importante del siglo XIX. Por aquella época, Naumburg era un pueblo de 13.000 habitantes. Hoy es una pequeña y bonita ciudad de 33.000 almas que -cosas de la suerte- me brinda por azar un agradable hotel y un acogedor restaurante de barrio cuya camarera, guapa y amable, pese a no hablar una palabra de inglés hace lo posible para que mi cena resulte satisfactoria; y lo consigue. Sigue leyendo

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El otoño del viajero

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Tres días después del equinoccio de otoño; doce horas justas entre aurora y ocaso; catorce horas de luz diarias, y menguando. La estación llegó con puntuales chubascos, aunque hoy está soleado. Lugar: Kostrzyn, un pueblo a orillas del Oder, que hace de frontera con Alemania. Atrás quedó Gorzów Wielkopolski con sus antisociales bastardos; por delante, la monótona perfección germana. Aunque confieso que esta vez, entre las experiencias del diablo sobre ruedas lituano y el corazón de las tinieblas polaco, me siento aliviado cambiando el Bloque del Este por una Europa más cívica. Sigue leyendo

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Gorzów Wielkipolski: el corazón de las tinieblas

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Se cuenta que, cuando los polacos comenzaron a llegar a Landsberg para repoblar la abandonada ciudad, encontraron las viviendas tal y como las habían dejado los alemanes en su repentina y apresurada evacuación: mobiliario, ajuar, enseres, despensas, y en ocasiones hasta la comida servida en la mesa, a medio consumir; como en una ciudad fantasma cuyos habitantes se hubiesen evaporado de pronto. A la llegada de las tropas soviéticas, miles de alemanes habían tenido que huir con lo puesto.

Gorzów Wielkopolski, antes Landsberg

Gorzów Wielkopolski, antes Landsberg

En efecto, acabada la S.G.M., los gobiernos de EE.UU., la U.R.S.S. y Reino Unido, arrogándose el derecho a redibujar las fronteras europeas, generosamente decidieron, en la conferencia de Potsdam, regalar a Polonia una gran franja de tierra del este alemán. Entre otras ciudades, en dicha franja (que sigue perteneciendo a Polonia hasta la fecha) se encontraba Landsberg, que el gobierno polaco rebautizó como Gorzów Wielkopolski. Sigue leyendo

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Szeroka droga

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Atrás queda Torun; adiós, vieja amiga, hasta la vista. Yo sigo dejando millas bajo las ruedas de Rosaura, camino de Alemania.

Llanuras polacas, campos otoñales

Llanuras polacas, campos otoñales

Hoy, 21 de septiembre, llega el otoño muy puntual con un primer chaparrón –o mejor dicho una tromba de agua– que me obliga a buscar abrigo bajo unos soportales, en Szubin. Suerte que no me ha pillado en mitad del campo. Aprovecho el diluvio para almorzar en una pequeña pizzería, donde por cuatro perras me ponen una ensalada que no se la salta un gitano. Pasada la tormenta y saciado el apetito, continúo viaje.

Ya empieza a caer la tarde cuando llego a un deprimido pueblo de aspecto deprimente: Oborniki, donde mis gadgets telefónicos indican la presencia de varias hospederías. 170 km llevo hechos hoy, más que suficientes para un día. Aquí me quedo. Sigue leyendo

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Hotel Przystanek

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Salgo de Piecki una buena mañana motera, soleada y fresca, por una carretera con curvas y colinas (muy de agradecer en este llano país) y uno de los peores asfaltos que he sufrido nunca: tan rugoso y bacheado que descoyuntan el esqueleto.

Al llegar a Novy Miasto Lubawskie hago una parada para almorzar algo rápido en una posada. Al otro lado de la barra, ca camarera pasa diez veces frente a mí sin atenderme ni molestarse siquiera en decir: “buenos días, espere un momento que en seguida le atiendo”. ¡Ah, estas sombras de Polonia! Pese a que las nuevas maneras han calado ya en muchos barrios de las principales ciudades y en los sitios más turísticos, a los polacos todavía les falta por aprender casi todo sobre atención al cliente, y en casi todas partes aún se respira esa atmósfera de gris república soviética. Camareros, dependientes y empleados de cara al público padecen el síndrome de visión selectiva, un mal hábito que llega a hacerle sentir a uno invisible: no es que te vean y disimulen, sino que ni siquiera te ven. Sería interesante experiencia interponerse en mitad de su camino. ¿Qué ocurriría? Igual pasarían a través de uno como los fantasmas atraviesan las paredes.

Pierogi con espinacas, uno de mis platos favoritos

Pierogi con espinacas, uno de mis platos favoritos

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Las kapliczki y el homenaje Tannemberg

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El freelander llega a una kapliczka

Mediados de septiembre de 2014. Es hora de rendirles un pequeño homenaje a las kapliczki, humildes cruces o capillas que abundan por toda la geografía polaca y cuyo origen nadie conoce con certeza: que si fueron templos dedicados a Dionisio, que si representaciones de la capa de San Martín o antiguos tótems paganos. Situadas casi invariablemente en un cruce de caminos, Sigue leyendo

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Un encuentro con la magia

Tres días en Bialystok me brindan nuevos conocidos (como Maka, la joven voluntaria de Georgia, o Grzegorz, el hombre que estudia los murciélagos) y un inesperado encuentro con lo esotérico. Es una granja en mitad del campo, a diez minutos de Tykocin, en la que vive y trabaja Beata, una excelente masajista a la que había conocido bastantes años atrás, en Varsovia. Vengo necesitando desde hace semanas un buen repaso a los hombros, que se cargan mucho conduciendo la moto, y una sesión con Bea me viene de perlas. Hace unos masajes hawaianos quasi divinos.

El camino que lleva a la granja

El camino que lleva a la granja

Es el típico espacio jipi, un poco al estilo comuna, que casi todo viajero ha conocido alguna vez: contacto con la naturaleza, equitación, espiritualidad, mucha zoofilia y mucha comida de herbívoros. Además de Beata, por casualidad estos días pasa aquí sus vacaciones una polaca afincada en Florida que practica una de esas terapias zen de trasvase de energía que sirven para todo, incluyendo –o quizá especialmente– la ansiedad y el insomnio; justo mis dos peores achaques. Pese a mi escepticismo, las buenas referencias que oigo de labios de mi amiga me animan a intentarlo, ya que estoy aquí y los planetas se han alineado. ¿Precio?, pregunto con cautela. Doscientos dólares estadounidenses. Me quedo a cuadros: una tarifa astronómica para una medicina astrológica; así que declino; pero la mujer me lo pone fácil: puesto que se halla de vacaciones y en realidad no se trata de ingresos laborales, fije yo un precio con el que me sienta cómodo; y yo, que voy a darle veinte euros a Bea por un masaje de verdad, no puedo ofrecerle mucho más a ésta. ¿Veinticinco? Hecho. Sigue leyendo

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Sobre la misma senda

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Es una mañana de nubes bajas y medias, no muy espesas, con algunos desgarrones por donde se cuelan haces de sol. Junto a mí, ruido de coches y camiones que pasan. Me he detenido un momento, nada más dejar atrás Vilnius y su extrarradio, para tomar las primeras notas del día. Me dirijo hacia Marjampole para coger la E5, una de las carreteras más importantes de la Unión, istmo entre la Europa continental (por así llamarla) y el Báltico-Escandinavia; única ruta y cuello de botella que comunica una y otra mitad de nuestro espacio común; a ambos lados, se extiende el territorio prohibido, tierra bárbara y hostil: Rusia-Kaliningrado al oeste y Bielorrusia al este. Sigue leyendo

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