Moscú no cree en las lágrimas

cartelEspañolMoskva slezam ne verit es quizá la primera película soviética que veo que no acaba trágicamente; pero no es menos “rusa” por ello, ni menos conmovedora. Al contrario, se trata de una de las historias más cautivadoras que he visto, sobre una mujer sencilla en búsqueda de la felicidad. Por encima de las habituales clasificaciones de género, ofrece una perspectiva sobre la vida en la URSS a un nivel muy humano y desde un punto de vista femenino; y es asimismo un tributo a una época que aún mucha gente de los países que compusieron la Unión Soviética consideran como los mejores años de su vida.

En el Moscú de 1958, tres provincianas veinteañeras que comparten habitación en un dormitorio de trabajadoras (típico del sitio y la época) se esfuerzan por ganarse la vida en la metrópoli, persiguiendo sus metas. De un modo cercano y entrañable se nos muestran algunos de los clichés populares sobre Rusia, como la ropa pueblerina pasada de moda, el paraíso laboral que no era tal o el marcado contraste entre los urbanitas y la gente del campo. Aparte, las personalidades de las tres protagonistas están escogidas con esmero de forma que prácticamente cualquiera de nosotros pueda sentirse identificado con alguna de ellas: la modesta Antonina, la atrevida Lyudmila y la responsable Katerina, caracteres sencillos pero verosímiles que, para cuando acaba la historia, nos hemos encariñado con sus personajes y nos producen esa sensación de familiaridad, como si las hubiésemos conociésemos en la vida real. Sigue leyendo

Publicado en Crítica | Deja un comentario

La dialéctica en Pablo Iglesias

pablo-iglesiasDe algún modo intuitivo, me da la sensación de que soy capaz de comprender y profundizar, quizá algo mejor que otros, en la personalidad y la psicología de mi tocayo Pablo Iglesias, porque en algunos aspectos del carácter me siento bastante reflejado en él: al verlo y escucharlo, identifico algunos rasgos que comparte conmigo y algunas pautas de conducta que también me son propias. Siento como si estuviera mirándome en un espejo, y es desde ahí que tal vez puedo leer en él con mejor acierto.

Uno de esos rasgos es nuestra común debilidad por los retos que ofrece la dialéctica. ¿A quién no le ha ocurrido que, llevado de un impulso, al calor de un debate o por mera ligereza de pensamiento, ha hecho cierta afirmación que luego el orgullo le ha obligado a tener que mantener contra toda lógica o razón? Pues hay algunas personas -entre las que nos contamos mi tocayo y yo- que hacemos esto mismo no ya de modo ocasional o accidental, sino por mera diversión, por el instinto de lucha y rivalidad, por mor del desafío dialéctico que supone, por deporte, como ejercicio de la mente para evaluar nuestra propia capacidad y alcance. Hacer eficazmente de abogado del diablo, conseguir que los demás comulguen con ruedas de molino, tiene una gran retribución para la autoestima. Es excitante ver a nuestro oponente trastabillar y caer, o quedarse indefenso, frente a audaces afirmaciones que -por lo demás- desafían la coherencia y las rigurosas (aunque siempre escurridizas) leyes del razonamiento; verlo morder el anzuelo de un falso silogismo sin que, incapaz de darse cuenta de la trampa deductiva, acierte a refutar determinado argumento. Como un combate de boxeo en que uno de los púgiles fuera inducido a pelear bona fide contra la imagen proyectada del otro sobre una pantalla, pasaría de ser combate a burla, divertído espectáculo circense. Sigue leyendo

Publicado en sociopolítica | Deja un comentario

Regreso a Ninguna Parte

.

Béhasque, Sauveterre de Béarn, Jaureguia… Familiares topónimos de prehistóricos matices y resonancias montañosas: es la Vasconia francesa, que se parece y no se parece a la española. El urbanismo y la arquitectura de sus pueblos guardan cercana semejanza, como también la gastronomía y algunas costumbres: se ve, por ejemplo, más gente en la calle y ese tapear e ir de chiquitos tan típico español; o la tipografía de los rótulos, que delata las raíces comunes con nuestro País Vasco. Pero el homo vascus parece aquí más domesticado, menos silvestre, y no oigo hablar vascuence por la calle. Parece que esta gente tiene más clara la diferencia entre folclore y Estado, y no mezclan ambos conceptos. O quizá es que este país no se anda con tonterías con el francés, que para ellos es sagrado, y parece que las señales en ambas lenguas fuesen la única concesión que le dan al vascuence.

Mi noche en Navarrenx fue inmejorable, gracias a Dios. Un respiro al insomnio. Frente a Rosaura y a mí, las Pirenaicas, como decía una mi bisabuela. Y al atravesar la cordillera (por una de las rutas más reviradas y menos frecuentadas, por cierto) observo una notable diferencia a ambos lados de la frontera: por la vertiente francesa encuentro mucha menos industria y el entorno está más cuidado; lo cual no es ninguna sorpresa conociendo el admirable respeto que Francia tiene por su medio ambiente, frente a lo secundario que es en España. La riqueza del País Vasco francés parece basarse en el campo antes que en las fábricas o la minería, y si acaso hay polígonos industriales, deben de estar fuera de la vista o mucho mejor integrados en el paisaje. Sigue leyendo

Publicado en Viaje a ninguna parte | 2 comentarios

Los amaneceres son aquí apacibles

azorizdestikhie3Soy devoto del cine ruso porque casi nunca me decepciona, y de hecho ocupa un lugar preeminente en mi relación de películas favoritas. Títulos como Siberiada, Solaris, Tío Vania, Dersu Uzala o Moscú no cree en las lágrimas, entre otros, figuran entre los primeros lugares de mi ‘top list’. Pero hoy una nueva película ha llegado para desplazar por derecho propio, un puesto hacia abajo, a casi todas las demás. Se trata de Estos amaneceres son apacibles (A zori zdes tikhie, también conocida como Aquí los amaneceres son más tranquilos).

Y he dicho ‘nueva’ no porque se trate de un estreno -es una producción de 1972- sino porque acabo de verla por primera vez y nunca antes oí hablar de ella. Por desgracia, en esta economía de mercados estancos en que se divide nuestro planeta (Europa, USA, China, Rusia…) ni siquiera la Cultura -¡o quizá ella menos que nadie!- goza de libre circulación, y así el cine soviético muy rara vez llega hasta nuestras pantallas; de modo que sólo gracias a algunos conocidos del antiguo bloque del este llego a enterarme, de vez en cuando, de estas perlas cinematográficas. Sigue leyendo

Publicado en Crítica | 3 comentarios

Por la Gascuña de d’Artagnan

08abadia

09abadia

Francia va de bien en mejor y ahora me tiene boquiabierto. Si ya me sorprendó a la ida, a la vuelta me está fascinando. ¿Quién me lo iba a decir? Toda la vida teniéndole antipatía y resulta que es, quizá, el país más bonito de Europa. ¡Y pensar que, después de recorrer Noruega, creí que ya no me quedaba nada por ver!

Puente sobre el sinuoso Vézière

Puente sobre el sinuoso Vézière

Detalle del puente: la pasarela es de madera

Detalle del puente con su pasarela de madera

He zarpado esta mañana más temprano que de costumbre a causa de la intempestiva hora del desayuno en la casa de huéspedes (diez de la mañana, ¡qué locura!) y he continuado viaje hacia el sur suroeste creyendo que, al aproximarme a las extensas campiñas de Aquitania, el paisaje sería más feo, pero por suerte me equivocaba. Por ejemplo en este departamento de Dordogne, aún algo montañoso, si un paisaje es bonito el siguiente lo es más y si un valle tiene encanto el siguiente lo supera. Sigue leyendo

Publicado en Viaje a ninguna parte | Deja un comentario

¿De dónde vengo?

.

Doce de octubre, aniversario del descubrimiento de América, día de la Hispanidad aunque hiera algunas susceptibilidades: nuestros primos americanos siempre tan avergonzados de sus tatarabuelos.

El desayuno en L’Hirondelle du Lac es apenas suficiente, pero de gran calidad: bizcocho casero, moras del jardín, miel de colmenas locales y, por supuesto, el croissant estupendo, como siempre en Francia. Lo único que no me acomoda es la hora: servido hasta las 9:30. Aquí se las gastan así y a mi insomnio estos “madrugones” no le vienen bien; aunque he podido negociar con el anfitrión media hora más; algo es algo.

Vista desde el comedor del hotel

Vista desde el comedor del hotel

Despachado el frugal alimento, compruebo al pronóstico del tiempo y hago planes para el día: pone lluvia esta tarde por las carreteras que tengo que atravesar, así que decido quedarme un día más en este hotelito tan majo; aunque la habitación estaba un poco fría; para esta noche le pediré al hombre un radiador eléctrico.

Después del fresco otoñal que ha hecho durante los dos últimos meses por la Europa del norte y central, aquí parece que estamos aún a finales del verano: hoy tenemos 27º y sensación de bochorno. Voy en pantalón corto y camiseta, porque pese al pronóstico, a las amenazadoras nubes que cubren el horizonte y a los truenos lejanos que se oyen, luce fuerte el sol sobre mi cabeza y parece que aquí no va a caer ni una gota. Pero bien está no haber cogido la moto hoy, porque de todas formas necesitaba hacer una parada larga en algún sitio, y ¿cuál mejor que éste? Invertiré el resto del día en actualizar estas notas de viaje y en pasear por el campo.

No me canso de repetir que prefiero la sierra antes que el llano; que en los pueblos de las colinas y en las zonas menos habitadas, como aquí, la gente suele ser más agradable y amistosa; pero eso no quita para que la gilipollez sea, por desgracia, universal y sin fronteras, de modo que en todas partes hay, llano o montaña, siempre uno o dos o veinte gamberros a quienes lo que les gusta es meter ruido. Lo digo porque llevo escuchando desde hace un rato varias motos que, como enjambre de moscardones, deben de estar haciendo cross por el monte tras alguna de estas lomas que me rodean, perturbando la -por otra parte- idílica paz de estos parajes. ¿Por qué las especificaciones de Industria son tan exigentes con los niveles acústicos de los vehículos si luego nadie se ocupa de controlar a estos tocapelotas ni hacer efectiva la prohibición de unas motos que no tienen otro objeto que el de producir ruido? Sigue leyendo

Publicado en Viaje a ninguna parte | Deja un comentario

Un trozo de paraíso

.

Con el suelo de tablero y las paredes de papel, todas las pisadas en el caro y ruidoso hotel de Le Veurdre se oían tanto como el cachondeo de mis vecinos por la noche. Aunque admito que, en el fondo, el principal problema es mi insomnio. Menos mal que, al menos, la mañana amanece estupenda, radiante, con apenas unas nubes en el horizonte.

Montluçon

Montluçon

La infatigable Rosaura de pies alados me lleva hoy por un tramo de carretera que, entre Montluçon y Aubusson, me recuerda a mi Extremadura natal: una calzada estrecha y revirada, con ese firme viejo que, pese a lo castigado, resiste como un campeón el paso de las décadas. Para mayor parecido, tiene esta comarca una vegetación muy al estilo de la dehesa, aunque los árboles no sean mis queridas quercus ilex, las encinas.

Una calle de Aubusson

Una calle de Aubusson

Aubusson, en la céntrica región de Aquitania, es un pueblo de cuatro mil almas conocido (desde finales de la edad media) por sus tapices y alfombras, aunque esa artesanía decayera mucho hace algo menos de un siglo, al popularizarse el papel pintado. Sigue leyendo

Publicado en Viaje a ninguna parte | Deja un comentario

Claroscuros de Francia

.

Hoy, diez de octubre, dos hermanos míos celebrarán sus cumpleaños a dos mil quilómetros al sudoeste de aquí. Hacia ese rumbo, el pronóstico del tiempo en esta parte de Francia no es halagüeño; ya el día ha amanecido lluvioso; así que altero mi itinerario planeado para intentar evitar otra mojada como la de ayer. La noche, en cambio, ha sido estupenda, de ésas raras en que duermo bien de verdad, la habitación calentita, el hotel muy tranquilo.

Como novedad, cojo un tramo de autovía (el primero en quince mil qulómetros de viaje) con objeto de salvar Dijon lo antes posible. Ya llevo un rato en carretera cuando, cerca de dicha ciudad, me asaltan cuatro motoristas de la policía aduanera indicándome que me eche al arcén. Luego, sin saludar siquiera, me espetan que son agentes de aduanas y se quedan un momento mirándome, como esperando mi reacción. Igual es que tienen fama de ser muy duros y yo debería de acojonarme, pero como lo ignoro, me limito a decir, ‘bien, ¿y qué quieren?’ ‘Registrar su equipaje’, contesta uno de ellos, ‘¿le importa abrirlo?’ Según estoy haciéndolo, le pregunto: ‘¿acaso puedo negarme?’, pero no me responde. Mientras registran mi mochila, me hacen las típicas preguntas: de dónde vengo, a dónde voy, qué llevo. Se me ocurre pensar que una moto, aunque sea pequeña, tiene varios lugares donde se podría esconder algo comprometedor; pero no hacen tal registro. ¿Qué andarán buscando? Cmo no encuentran nada, se marchan y me dejan en paz; eso sí, despidiéndose a la francesa, como no podía ser de otro modo. Han sido tan simpáticos como nuestra guardia civil de tráfico; es decir, unos bordes.

Parque natural blabla

Alrededores de Saulieu

Sigue leyendo

Publicado en Viaje a ninguna parte | 2 comentarios