VALENTINA
Valentina me recuerda a Susana -la ucraniana que fue sirvienta en casa algunos años- en esa manera rápida de hacerlo todo y en esa franqueza brusca y algo cortante con que te dice las cosas. No es tanto que esté siempre pronta para la acción como que no sabe estarse quieta. Lo que en un principio parece solicitud y diligencia es más bien, creo yo, una cierta tendencia a imponer su voluntad: no te pregunta si tienes hambre, sino que te prepara la comida y luego te hace el reproche si no te la comes; si le comentas que estás considerando la posibilidad de buscar un profesor de ruso, inmediatamente le pregunta a Google y, antes de que puedas decir “Amén, Jesús”, ya te ha concertado una cita, y no hay manera de hacerla entender que sólo estabas pensando en voz alta. Y si se le antoja pedirte que bailes con ella, te insistirá hasta hacerte sentir culpable. Limpia rápido, cocina rápido, compra rápido, decide rápido, pero ninguna de estas cosas la hace especialmente bien. Lo que piensa te lo dice a la cara aunque no hayas dado muestra alguna de querer saberlo o no venga al caso. No es que tenga mal fondo: simplemente… es ucraniana. Así me lo eplicó, de hecho, Tatiana en una ocasión: “Es que ella es ucraniana, Pablo, y los ucranianos son así.” No sé si Tatiana está o no en lo cierto, pero seguramente no le faltan razones para pensarlo, ya que en Brest, por su proximidad a Ucrania, hay mucha gente de este país; y mi propia experiencia, aunque escasa, no desmiente la opinión de Tatiana.
De todas formas, el encuentro con estas dos viudas el primer día de mi estancia fue un buen comienzo. No sólo estuve entretenido durante unas horas sino que obtuve interesante información y ofrecimientos de ayuda que, lamentablemente, luego no pasaron a obras. Cuando me levanté para irme, la botella de champán se había quedado sin abrir, ya que Valentina no bebe alcohol, a Tatiana -para quien sobre todo la compré- no le apetecía y yo ya me había tomado una mezcla de todos los demás licores que había sobre la mesa. No sé por qué, la idea de esa botella me acompañó durante mi viaje de vuelta en el trolebús, y aun ahora que escribo me he acordado de ella. Sigue leyendo