Aunque parezca algo grotesco, lo siguiente es el extracto de una conversación real.
Hablan una mujer y un hombre en un bar de alterne. La primera intervención es de ella.
…
-No comprendo cómo puede haber gente que maltrate a los perros.
-Seguramente es gente enferma, que no está mucho en sus cabales.
-He estado consultando una página de internet y he aprendido que tu país es uno de los peores en ese aspecto.
-Me lo creo. Hay gente muy mala por ahí.
-Pero es que no hay derecho a que se maltrate a perros inocentes.
-Tienes razón. Por supuesto que no lo hay. Ni siquiera a perros culpables.
-¿Qué tontería estás diciendo? No hay perros culpables. Todos los perros son inocentes.
-Ya. Bueno, en ese caso sobra lo de “inocentes”. Basta, entonces, con decir “perros” para que la inocencia se dé por añadidura.
-Sí, claro. A eso me refería: a que no hay dereho a maltratar a los perros. De todas formas dije lo de “inocentes” para subrayar el hecho de que no tienen ninguna culpa.
-Comprendo. Y estoy de acuerdo: nadie debería maltratar a los perros; ni a los animales en general. Todos los animales son inocentes. Quien lo hace es un enfermo.
-Yo tengo dos mascotas en casa, y soy una defensora acérrima de los perros… y de los gatos.
-Me parece encomiable, aunque un poco restrictivo. ¿Por qué sólo perros y gatos? Nadie debería matar tampoco a otros animales… como las moscas, por ejemplo. No entiendo cómo alguien puede hacerlo.
-¿Te estás burlando de mí?
-Ni por asomo. Estoy únicamente abogando por las moscas inocentes. Yo tengo varias moscas en casa, todas ellas inocentes, y me parece increíble cómo alguien puede pensar en matarlas. ¿O qué me dices de los conejos? También son inocentes. ¿No crees que, junto a perros y gatos, habría que incluir también, como mínimo, a los conejos?
…
-Oye, ¿eres marica?
-Yo he preguntado primero. Si me respondes, luego te contesto yo.
-Sí, eres marica. ¡Este tío es marica!
-Tal vez, pero aún espero tu respuesta.
-¡Que te jodan! -la mujer se levantó indignada-, ¡que te jodan!, ¡que te jodan! -y se alejó de la mesa ofreciendo erecto el dedo índice de su mano derecha al hombre, que estalló en carcajadas.