.
Bien acompañado me puse en marcha a Costa Rica en junio del 2012, la época más caliente del año en su costa pacífica, para un viaje de exploración. Allí nos esperaba una compañía aún mejor. Nos albergó una anfitriona excepcional y nos ofreció lo mejor de sí misma (que es toda ella). Gracias de corazón a Peggy por toda la ayuda y el calor que nos proporcionó. Como compañeros de piso adicionales teníamos a una cerdita perezosa y a una nube de frenéticos mosquitos. Como compañía especial, la sonrisa sempiterna de Silvia decoraba nuestras tardes.
Viajes para un lado y otro en un cochambroso todoterreno, preparativos para la mudanza de Suso a su nuevo hogar, bonitos paisajes de jungla, un sol despiadado, bonitas playas paradisíacas, de arenas blancas o negras, demasiada humedad, deliciosos zumos de fruta bien fríos, el más cálido mar que haya probado nunca, con las olas más divertidas, sabrosa comida que nunca era demasiado picante, hoteles de lujo, demasiados mosquitos, comida cayendo de los árboles, un baño nocturno en el océano bajo una tempestad de lluvia, las piñas más dulces y tiernas que pueda uno imaginar y, en general, todos los ingredientes para una quincena inolvidable.
Pero, como suele decirse, una imagen vale más que mil palabras. Así que aquí están las 23000 palabras restantes de mi historia para vuestro disfrute…