Las viejas divisiones sociales entre izquierdas y derechas parecen haberse quedado… pues eso: viejas, obsoletas, desde que se impuso el monotema de la -mal llamada- pandemia de covid-19 para traernos una nueva división que ha venido a reemplazar a las anteriores (porque, desde luego, si hay un denominador común a todas las sociedades desde tiempo inmemorial, parece ser el de estar divididas en dos grupos principales); y esta nueva división que se ha establecido espontáneamente es la de, por un lado, los alarmistas, los aprensivos, los compasivos y humanitarios, y por otro los despreocupados, los cínicos, los darwinistas, los insolidarios… En fin, en otras palabras y para simplificar: los de la mascarilla sí contra los de la mascarilla no, aunque obviamente no todo es blanco o negro y hay una infinidad de matices intermedios.
Huelga decir que, en dicho espectro de grises, yo me encuentro entre el marengo y el negro cucaracha, pero estaría dispuesto a moverme hacia el otro extremo si alguien lograse convencerme con argumentos y datos objetivos de la eficacia de la mascarilla, al menos tal como se regula a día de hoy prácticamente en toda España: es decir, su uso obligatorio en todo momento y lugar, sin importar las circunstancias, excepto en casa o para hacer deporte. Pero hasta ahora no sólo no he escuchado ningún argumento lo bastante convincente, sino que los cálculos que yo hago van más bien en la dirección opuesta. Y digo cálculos porque, aunque corren ríos de tinta al respecto y hay estadísticas para aburrir, todavía no he visto ningún medio en el que se publique el dato relevante en lo que a dicho efecto concierne, pese tratarse de un cálculo muy sencillo; de modo que, para hacerme una idea medianamente aproximada de cómo están las cosas, he tenido que hacerlo manualmente.
Veamos: mi idea consiste en comparar cómo evolucionan los contagios en distintos países cuya estructura social sea equiparable pero que difieran en las normas respecto a la obligatoriedad de la mascarilla. Para dicha comparación no pueden utilizarse sin más los datos absolutos diarios de casos diagnosticados (de fácil consulta en internet), ya que cada país parte de cifras totales distintas, sino que hay que fijarse en el número de nuevos contagios respecto al mismo dato en una fecha anterior, y luego hallar el cociente de variación; es decir: ¿a qué ritmo aumentan los contagios activos? Esto de activos es importante, porque -si mi idea del problema es acertada- se trata de saber cómo evoluciona el número de personas susceptibles de transmitir la enfermedad (quienes ya la han superado, o quienes han fallecido, ya no pueden contagiar a nadie), para estimar cuán efectiva es la mascarilla en la prevención del contagio de enfermo a sano. Tampoco sería válido comparar países con densidad de población muy dispar, porque cuanto mayor sea ésta más fácil será contraer la enfermedad a iguales medidas preventivas; pero precisamente por eso cualquiera estará de acuerdo conmigo en que, a resultados iguales del ritmo de aumento en los contagios, las medidas que se hayan tomado en el país con menor densidad de población estarán resultando menos eficaces. Bien es cierto -me apunta un amigo- que dicho dato tampoco es del todo comparable entre unos países y otros debido a su diferente distribución de la población (en unos la gente se concentra más en las grandes ciudades y en otros el reparto rural/urbano es menos heterogéneo), pero a pesar de ello creo que la comparación es aceptable, ya que el porcentaje de población urbana en Francia, Alemania y España es muy similar: 77-80%, mientras que en Polonia y Portugal es sensiblemente menor: alrededor del 60%, lo cual seguramente explica en parte por qué ahí los contagios son menores. Y habrá, por supuesto, otras variables que pueden intervenir en la evolución que pretendo estimar, pero como no sé cuáles son esas y cómo afectarían a los resultados, prescindiré de ellas. Sé que la simplificación es grande, pero puede valer como una primera aproximación.
Así, pues, voy a comparar en qué proporción han aumentado los casos diagnosticados respecto a España, durante el último mes (del 8 de julio al 7 de agosto, ambos inclusive), en cuatro países europeos cuyas medidas preventivas he experimentado personalmente en ese tiempo: Portugal, Francia, Alemania y Polonia. En ninguno de ellos, a diferencia de España, es obligatorio llevar mascarilla todo el tiempo por la calle, sino sólo en transporte público, en tiendas, hoteles y restaurantes (en Portugal, también por la calle cuando no se pueda mantener la distancia de seguridad). Los resultados de mi comparación (hecha con datos sacados de la wikipedia) son los siguientes:
- En Portugal (112 hab/km2, con distanciamiento social, cumplimiento estricto) han disminuido un 8%, o sea, 0% de incremento.
- En Alemania (240 habitantes/km2, sin distanciamiento social, cumplimiento estricto) el aumento ha sido del 75%.
- En Francia (122 hab/km2, sin distanciamiento social, cumplimiento estricto) han aumentado un 38%.
- En Polonia (124 hab/km2, sin distanciamiento social, cumplimiento muy relajado), aumento del 21%.
- En España (91 hab/km2, mascarilla obligatoria siempre, cumplimiento estricto) los casos han aumentado en un 77%.
Como se ve, España supera a todos los demás países en la evolución de los contagios (a Polonia y Portugal, por goleada) pese a su menor densidad de población y su más rígida exigencia respecto a la mascarilla. Si ahora introduzco un factor de corrección para tener en cuenta, de algún modo, la densidad poblacional (asignando a España un valor arbitrario 1 y a los otros países el que resulte del cociente entre sus respectivas densidades y la española) obtengo los siguientes valores relativos: España 77%, Polonia 15%, Francia 28%, Alemania 28%, Portugal 0%. (Conste que estos resultados variarían un poco si se incorporase, de algún modo, el hecho de la diferente distribución de la población rural/urbana en los diferentes países, factor que seguramente influye no poco, ya que las mejores cifras las arrojan los dos países con menos población urbana.)
Así, pues, con estos resultados alguien tendrá que explicarme cómo es que, pese a estar prohibido poner un pie en la calle sin mascarilla, el aumento de los contagios en España triplica, en el mejor de los casos, al de esos otros países, donde dicha norma no existe. El caso más parecido al español es el portugués (mascarilla obligatoria cuando no pueda asegurarse la distancia mínima interpersonal), pero los resultados para este país son, matemáticamente, infinitamente mejores que para España, donde la obligación es total. Si la mascarilla es tan eficaz como quieren hacernos creer, ¿por qué, aun así, en España nos contagiamos a un ritmo relativo mucho mayor? De hecho, la diferencia es tan escandalosa que yo mismo no me la creo. Puede que los datos proporcionados por las autoridades españolas sean muy erróneos. Pero si son válidos, homologables, entonces hasta que alguien me ofrezca una razón plausible no sólo he de seguir poniendo en duda la eficacia de la mascarilla permanente, sino que hasta pongo en entredicho su efectividad misma. ¿No será, después de todo, que el grueso de los contagios no viene por ahí? Agradezco cualquier objeción que se haga a mis cálculos, cualquier sugerencia para mejorarlos y cualquier explicación plausible de unas cifras tan dispares. Salud.
Siguiendo esa línea argumental sobre datos de contagios del 8 de julio al 7 de agosto ahí va el de Costa Rica.
Densidad de población de 98 por km. cuadrado.
Incremento de un 73% de contagios en el último mes. (Desde el 6 de marzo al 8 de julio 5341 contagios y en el último mes subimos hasta 22.081)
El uso de mascarilla solo es obligatorio desde hace meses en tienas, bancos… Lugares cerrados y transporte público.
En bares y restaurantes solo los trabajadores. Clientes no. Sólo separados los grupos con el metro y medio.
Gracias, Suso. Me había olvidado de mencionar los transportes públicos, así que voy a corregir el artículo incluyendo ese punto. Pero no sé cómo te sale un 73% de aumento en los contagios en Costa Rica. A mí, con los datos de la wiki, para ese país me sale nada menos que un 280%: desde 3.883 el 8-7 hasta 14.597 el 7-8, teniendo en cuenta sólo la parte en rojo de cada barra, que es el número de contagiados activos, o sea, los contagiados que tienen capacidad de contagio, que es el dato relevante a los efectos de mi “estudio”: conocer cómo evoluciona la “viralidad” en una población concreta.
No se trata de la eficacia de la mascarilla. En españa somos muy de bares y de garitos nocturnos, lugares donde no es obligatoria y los contagios van a saco. Tambien de fiestuquis con amigetes y familiares donde nadie se la pone.
Le acepto provisionalmente a usted la tesis. Pero si ésa es la solución al enigma de “¿dónde carajo nos contagiamos los españoles?”, entonces más a mi favor: ¿por qué carajo es obligatorio llevar mascarilla por la calle en situaciones donde no podemos contagiar a nadie? Pongamos la solución donde reside el problema y no incordiemos a la gente más de la cuenta matando moscas a cañonazos.