En mi afán por contribuir a que los hispanohablantes estén algo mejor informados sobre lo que sucede en Ucrania, he seleccionado para traducir este artículo de Rolo Slavskiy, escrito a finales de marzo de 2023, en el que intenta hacer una narración -desde su razonablemente informado punto de vista- del conflicto hasta esa fecha. Espero que sea una buena referencia para entender mejor la realidad.
Helo aquí (los destacados en negrita son míos):
Una crónica de la guerra civil eslava hasta ahora
Por favor compártelo con los 5D y exígeles que dejen de mentir
[El término 5D es un elemento ubicuo en los argumentos y razonamientos de Rolo. Con él se refiere -despectivamente- a todos aquellos que repiten o se creen la versión propagandística del Kremlin o, más en general, a quienes idealizan a Rusia y/o a Putin, situándolos en las antípodas del imperialismo EUSA-OTAN — N. del T.]
Debo manifestar desde un principio mis sesgos como analista. Soy pro-ruso en el sentido de que estoy a favor de la unidad política de los eslavos orientales y de su incorporación a la Federación Rusa por razón de una sangre, una cultura y una historia compartidas. Siempre he sido pro-Putin, pero más que nada a falta de mejor opción. Creo que los indicios apuntan a un esfuerzo conjunto por parte de Ucrania y los neoconservadores occidentales para provocar y prolongar un derramamiento de sangre fratricida en las Tierras Eslavas. En mi opinión, este esfuerzo está siendo muy exitoso, ya que al conflicto no se le ve un final y Ucrania será ahora un “Israel” armado y hostil en las fronteras de Rusia para el futuro predecible.
Lo que sigue es un resumen de los acontecimientos clave, hasta ahora, de la guerra civil eslava en curso.
La pre-guerra
Es imposible no mencionar el contexto en el que empezaron (parcialmente) las hostilidades entre Ucrania y la OTAN y Rusia. Como ya sabe casi todo el mundo, la OTAN venía siguiendo una política de continua expansión hacia territorio post-soviético al tiempo que abogaba abiertamente por un cambio de régimen en Moscú, Kiev, Minsk y otros países. Además, en el Donbass ya venía humeando una guerra civil atenuada desde hacía ocho años. Para cuando Zelensky llegó y empezó a hablar sin tapujos sobre la posibilidad de que Kiev adquiriese armas nucleares, ya estaba montado el escenario para un duelo de algún tipo con Rusia.
Aun así, a muchos analistas -incluido yo mismo- nos cogió de sorpresa el inicio de la operación militar especial (OME); lo cual no debe extrañar a nadie, pues parece que incluso muchos altos dirigentes del Kremlin tampoco estaban al tanto. Y, de hecho, a día de hoy seguimos en realidad sin saber cuál era la verdadera razón de la OME.
Por ejemplo Sergei Lavrov, ministro de asuntos exteriores, había dicho anteriormente que sería impensable que Rusia iniciara una invasión sobre un país vecino, desdeñando tales acusaciones como un libelo que Occidente arrojaba sobre Rusia. Parece poco creíble que dijera eso para despistar a la OTAN y a Kiev, porque había muchas otras formas de hacer el mismo desmentido sin dejar a Lavrov en evidencia, obligándolo a fingir que negaba una hipotética invasión, sólo para acto seguido tener que defenderla. Al final el ministro se decidió por el argumento elegido por el Kremlin de que “no es una guerra, sino una operación militar especial”. Pese a los más o menos cien mil muertos en el bando ucraniano y probablemente setenta mil en el ruso, el Kremlin sigue aún negándose a llamarlo “guerra” e insiste en que es algo así como un operativo de policía de barrio.
Por otra parte, Zelensky parecía convencido de que no estaba proyectándose ninguna incursión rusa y de que la OTAN le tomaba el pelo con las alertas, por parte de la inteligencia estadunidense, de una inminente invasión. Además, mientras que a políticos como Sergei Lavrov no se les dijo nada sobre la operación, influyentes oligarcas como Roman Abramovich empezaron a mover su dinero -curiosamente- justo antes del inicio de la OME. En otras palabras: en Rusia aprendimos mucho sobre quién formaba parte del círculo de iniciados y quién no.
La campaña del golpe
El inicio de la OME fue promisorio. Las tropas rusas hicieron rápidos avances en el sur, el este y el norte de Ucrania, cortaron las defensas enemigas como mantequilla y empujaron hacia adelante a toda velocidad para asegurar sus objetivos. En menos que canta un gallo ya habían tomado posiciones sobre varias ciudades importantes, siendo Kiev por supuesto la principal. El ejército que venía bajando desde el norte llegó el primero a la capital y se dispuso a aguardar al que avanzaba desde el nordeste para rodear la ciudad por el otro lado; y cuando esto ocurrió, el mundo contuvo la respiración esperando ver caer la ciudad.
En otras, como Kherson, el ejército ruso entró sin resistencia alguna. En cambio en Kharkov las tropas rusas intentaron entrar -inexplicablemente- como si no esperasen encontrar la menor resistencia, pero cayeron en una trampa y tuvieron que salir a toda prisa.
Vale la pena analizar estos tres casos porque revelan casi con certeza cuál era el plan de Rusia al enviar a Ucrania equipos de ataque rápidos, ligeros y con escaso personal.
En Kherson parece que todo marchó según lo planeado: su alcalde había estado en contacto con alguien del lado ruso y entregó la ciudad rápidamente y sin lucha.
En Kharkov parece obvio que el plan era idéntico pero fracasó, como demuestran la resistencia ucraniana encontrada y el hecho de que el Kremlin acusó después al alcalde de intentar atraer a las tropas rusas hacia una trampa mediante falsas promesas de rendición.
En el caso de Kiev, hubo informes y vídeos de enfrentamientos entre grupos de gente armada en el interior de la ciudad, pero finalmente el ejército ruso no hizo ningún intento serio de tomarla, y en un momento dado recogió sus trastes y se retiró tan rápido como pudo.
Como se ve, ninguna de estas ciudades se tomó por asalto. No hubo bombardeos masivos ni ataques a infraestructura clave, lo cual indica que se esperaba tomarlas intactas. Todo ello es consistente con la tesis de que el plan era dar un golpe de estado con la ayuda de agentes colocados de antemano dentro de las diversas ciudades y mediante negociaciones con las autoridades. Y si esto era de hecho lo proyectado, habría sido similar a la operación en Crimea de ocho años antes, que fue un golpe político incruento al que el ejército ruso asistió simplemente para proporcionar apoyo. Si Rusia hubiera sido capaz de realizar una operación parecida por segunda vez, habrían tomado la mayor parte de Ucrania sin un disparo y ahora la situación sería muy diferente.
Pero, por desgracia, algo salió mal.
Muchos pro-rusos creen que un elemento central de este plan fue el oligarca Dmitriy Medvedchuk [ruso afincado en Ucrania]. En las altas esferas era bien sabido que estaba encargado de mantener [al menos en apariencia; esto no lo explica bien Rolo] un entramado pro-ruso vivo en Ucrania (antes de la OME). Sin embargo, muchos analistas expresaron enorme escepticismo respecto a las lealtades y la eficacia de los esfuerzos de dicho oligarca. [Las autoridades ucranianas] lo habían detenido antes de que empezase la OME y semanas después fue intercambiado por combatientes del regimiento Azov [apresados por Rusia] gracias al oligarca Roman Abramovich, que hizo de intermediario entre los dos bandos.
En el frente nacional comienzan a surgir serias dudas sobre la competencia o incluso las lealtades de quienes aseguraron [a Putin] la eficacia del entramado pro-ruso en Ucrania.
(Sin embargo, en los medios alternativos pro-rusos en inglés -a los que yo llamo “blogueros de ajedrez 5D”- se vendió el golpe fallido como una brillante “finta estratégica” para desviar del Donbass la atención de Kiev. Se lo calificó de asombroso éxito, previo al inminente puñetazo del K.O. para Ucrania. Llevamos ya casi un año en ese K.O. y siguen diciéndonos constantemente que en un par de semanas ganarán los rusos y que el bando ucraniano se derrumbará.)
Según la operación Golpe de Estado mutaba hacia una guerra en toda regla, el ejército ruso se comportaba de manera extraña. Por ejemplo, no atacó la infraestructura crítica, como los puentes sobre el Dnieper usados para enviar tropas y suministros contra Rusia; y dejó intacta la infraestructura de comunicaciones de Ucrania. Al principio esto podría explicarse como parte de un plan para tomar la región completamente intacta y después usar esa misma infraestructura contra el enemigo. Pero a día de hoy esos objetivos siguen sin ser atacados, lo cual suscita algunas preguntas aún sin respuesta satisfactoria sobre la estrategia rusa.
Defensa fabiana
El ejército ucraniano aguantó el sorpresivo ataque ruso saliendo relativamente indemne. Se retiraron a las ciudades y pueblos y se enquistaron ahí, con la relativa seguridad de que Rusia no querría arriesgarse a dañar a la población civil ni la infraestructura. Después comenzaron a asomarse fuera de los núcleos urbanos y atacar las demasiado estiradas líneas enemigas, a causa de lo cual Rusia sufrió muchas más bajas que ellos durante los primeros días de la OME. Además, supimos que la aviación rusa había hecho varias costosas [en términos bélicos] salidas en las que aprendieron, a golpes, que las defensas antiaéreas ucranianas eran lo bastante robustas como para hacer inservible la superioridad aérea enemiga. El resultado es que la aviación rusa apenas ha entrado en combate desde el mismo inicio de la OME.
En esos primeros días y semanas empezaron a emerger vídeos del caos y la confusión totales que había en ambos bandos. Muchas unidades ucranianas se regodearon en compartir filmaciones de cómo torturaban y ejecutaban a los soldados enemigos capturados. Después acusaron a las tropas rusas de llevar a cabo masacres indiscriminadas como la [falsa] de Bucha, un suburbio de Kiev que había estado temporalmente ocupado por aquéllas. También supimos del destino que cupo a los paracaidistas rusos caídos sobre la base aérea de Gomostel: sin apenas armamento y superados en número, resistieron tenazmente muchos días sufriendo grandes pérdidas mientras esperaban a la columna que debería recogerlos desde el norte. Se estima que el porcentaje de bajas entre la élite de ataque aerotransportada sobre Gomostel llegó al 75%. También, como ya se ha dicho, aparecieron extrañas grabaciones de luchas armadas en las calles de Kiev que apuntaban o bien a pillaje urbano o a pequeños equipos de ataque rusos, o a una red de agentes rusos batallando contra las fuerzas de seguridad de la ciudad.
Fue durante estas semanas que empezamos a oír, del lado ucraniano, sobre el infame Ghost of Kyiv, los “mártires de la isla Serpiente” y los tanques rusos inutilizados mediante globos llenos de agua arrojados por niños ucranianos. En redes sociales apareció una red organizada de propaganda y desinformación a cargo de agentes de la OTAN (los más visibles de los cuales se hacían llamar NAFO, North Atlantic Fella Organization) que empezaron a diseminar historias sobre crímenes de guerra rusos y heroísmo ucraniano. Por contraste, Rusia no tenía preparada ninguna campaña de propaganda lista para ser lanzada, así que su fracaso en el frente informativo fue total hasta que algunas iniciativas privadas se adjudicaron esa tarea y empezaron a proporcionar a la opinión pública un enfoque pro-ruso, sobre todo a través de Telegram. (Esta plataforma había sido fundada por el gurú informático Pavel Durov, un ruso que se había visto obligado a exiliarse a Reino Unido tras haber sido acosado “en casa” por oligarcas del círculo íntimo de Putin que quisieron hacerse con su negocio. No obstante, Telegram ha jugado limpio y ha permitido compartir puntos de vista alternativos.)
Fue por entonces cuando la mayoría de los “espectadores” en uno y otro hemisferio escogió su bando favorito y cada uno decidió a quién creería en adelante, lo cual ha hecho enormemente difícil llegar hasta la verdad, pues la propaganda alimentada por las emociones oscurece la realidad de la situación en el frente.
La ofensiva en Donbass
Tras el fracaso en tomar Kiev y otras ciudades (salvo la notable excepción de Kherson) Rusia se reagrupó con presteza en el este y empezó una campaña convencional contra el ejército ucraniano tanto en el Donbass como alrededor de Kharkov y en el sur. Los avances eran lentos, pero fueron ganando terreno regularmente e infligiendo enormes pérdidas humanas y materiales al otro bando.
En las primeras semanas de esa campaña los rusos tenían superioridad numérica, organizativa y en potencia de fuego; pero hacia finales del verano su avance se empantanó. Desde entonces se ha intentado explicar de varios modos por qué fueron incapaces de ganar ni un metro más.
Ucrania no había estado -al contrario que Rusia- de brazos cruzados durante los ocho años anteriores. (De hecho, como revelaron Merkel y otros políticos occidentales, los tratados de Minsk no fueron más que una estratagema para ganar tiempo y preparar al ejército ucraniano para la guerra; que es justo sobre lo que la derecha crítica del Kremlin había estado avisando durante años. En respuesta a aquellas revelaciones, Putin se apresuró a decir que sus estimados colegas de Occidente lo habían engañado a él y a sus altos cargos.) Al contrario que ocho años antes, ahora ya había muchas fortificaciones defensivas en el este del país, cuya existencia y extensión pareció sorprender a los rusos. Estas fábricas, pueblos y ciudades fortificadas resultaron ser un hueso duro de roer. Además, el desaliñado y desobediente ejército ucraniano, al que hasta unas desorganizadas agrupaciones de rebeldes del Donbass habían sido capaces de mantener a raya, tenía ahora varias divisiones bien armadas y adiestradas.
Aparte, tampoco perdieron ni un minuto en anuciar una movilización general. Ucrania fue capaz de reclutar una gran cantidad de hombres. A muchos de ellos se les dijo que harían las funciones de guardias regionales, pero luego los enviaron al frente para servir de carne de cañón con la que detener el avance ruso. La estrategia de Kiev era simple: perder territorio y vidas a cambio de tiempo adicional durante el que prepararse mejor para un contraataque organizado. Si durante la “campaña del golpe” Rusia había sufrido más pérdidas que el enemigo, durante la ofensiva del Donbass se invirtieron las tornas, pues tenía abrumadora superioridad artillera, sus tropas profesionales estaban mejor entrenadas que los reclutas ucranianos y su ventaja numérica sobre éstos era notable en algunos lugares.
Pero la situación cambió con rapidez, y los rusos fueron incapaces de adaptarse.
El contraataque ucraniano
Moscú empezó pronto a acusar una escasez de soldados en tanto que Kiev, para final del verano, había movilizado con éxito a cientos de miles. Ahora eran éstos quienes tenían una abrumadora superioridad numérica sobre aquéllos (quizá 3 a 1) y la utilizaron para atravesar las demasiado alargadas y delgadas defensas rusas en Kharkov. El frente nororiental fue el primero en ceder ante este renovado ejército ucraniano. Las pocas tropas rusas en esa zona organizaron una dolorosa retirada en pánico, dejando atrás suministros y hombres que hubieron de luchar para abrirse camino a través del cerco.
Pese a los esfuerzos de Moscú por hacernos creer en una retirada ordenada, aparecieron informes y vídeos que evidenciaban el caos en que ésta se produjo, contradiciendo las afirmaciones del Ministro de Defensa. (En ese punto, cualquier analista serio debería haber empezado ya a mirar las declaraciones de Shoigu con tanto escepticismo como había mirado las de su homólogo ucraniano, pero la mayoría de los 5D ignoraron el desastre de Kharkov y se atrincheraron en sus opiniones.)
En respuesta a este revés que la fortuna le asestaba, Rusia lanzó una oleada de misiles de largo alcance sobre la infraestructura eléctrica en Ucrania y, por último, el Kremlin anunció una movilización “parcial”. Era un reconocimiento tácito de que habían fracasado en darle a Ucrania el famoso directo del K.O. tanto con la Campaña del Golpe como con la subsiguiente ofensiva del Donbass.
A continuación, el ejército ucraniano usó su ventaja numérica y las armas suministradas por la OTAN (como los HIMARS de largo alcance) para presionar sobre Kherson, atacando infraestructura crítica como puentes y depósitos de munición; y aunque Rusia tenía teóricamente armas equivalentes (como los misiles Tornado), curiosamente no aparecieron en escena. De hecho, la mayoría de los tan cacareados juguetes bélicos de Rusia han brillado por su ausencia en el conflicto, y aunque ahora empiezan a verse algunos, se usan sólo en pequeña cantidad y sin la eficacia bastante para cambiar el curso que esta guerra parece estar tomando.
Tras un mes de deliberaciones, los altos capitostes militares rusos concluyeron que no podían mantener sus posiciones avanzadas en Kherson y anunciaron una evacuación general previa a una retirada. Así fue como se entregó sin lucha la única ciudad grande que se había capturado sin lucha.
Los territorios perdidos y los rumores de descontento
Una vez que la ofensiva de verano se hubo estancado por completo, el Kremlin decidió consolidar sus adquisiciones. Se llevaron a cabo referéndums en los territorios capturados y, en consistencia con los resultados obtenidos, Rusia se anexionó esos territorios y dijo garantizar que nunca los abandonaría otra vez. Moscú trazó una delgada línea roja alrededor de las nuevas regiones y avisó a Kiev de que ni se le ocurriera intentar atravesarla. Sin dudarlo, Zelensky le vio el farol a Putin y recuperó parte de las “nuevas regiones rusas”, lo cual supuso un nuevo golpe para el Kremlin de cara al público, tanto en casa como en el extranjero.
Tras la entrega de Kherson, algunos jerifaltes rusos dominados por la ira empezaron a burbujear hacia la superficie, forzando un enfrentamiento entre, por un lado, la derecha patriota que había criticado cómo el Kremlin conducía el esfuerzo bélico y, por otro, los altavoces mediáticos estatales. Comentaristas políticos como Vladimir Soloviev empezaron a atacar directamente al destacado patriota Igor “Strelkov” Girkin, el más famoso comandante del separatismo en el Donbass y principal responsable del inicio de la rebelión [contra Kiev] en esas provincias [año 2014], pese al deseo y los esfuerzos contrarios del Kremlin. Tras un mes de advertencias al público ruso para que ignorase a los patriotas (advertencias diligente y lealmente recogidas y repetidas por sus homólogos blogueros angloparlantes 5D de Occidente) los medios estatales desistieron de seguir intentando acallar a personas como Strelkov y, en su lugar, recurrieron a la fiable y probada estrategia de pretender que esa gente no existía.
Pero las preguntas formuladas por eso patriotas pro-rusos siguen ahí:
- ¿Quién planificó la inicial Campaña del Golpe?
- ¿Por qué no se ha atacado la infraestructura crítica de Ucrania?
- ¿Por qué se tardó tanto en hacer una movilización?
- ¿Por qué estaban tan mal defendidos y fueron después vergonzosamente abandonados los territorios que Rusia había prometido proteger?
- ¿Por qué nadie (léase: Shoigu) ha perdido su puesto en el Kremlin a pesar de todos estos fracasos?
- ¿Por qué Rusia esperó ocho años?
La controversia de Bakhmut y el Ascenso de Wagner
Bakhmut, una insignificante y oxidada ciudad post-soviética en el Donbass, ha visto algunas de las más intensas y sangrientas batllas desde el inicio de la guerra. Pese a carecer de toda importancia estratégica se convirtió en el único eje del avance ruso tras el estancamiento de su ofensiva. La razón es que estaba cerca de la línea de contacto y era un objetivo que se podía teóricamente alcanzar usando infantería y artillería. Las ofensivas “de flecha gruesa” quedaban descartadas a causa de las cada vez mayores pérdidas de tanques y la desvantaja numérica en que ahora se hallaban, y todo lo que podían hacer era concentrarse en operaciones localizadas a nivel táctico.
La tarea de tomar Bakhmut recayó principalmente sobre Wagner, una empresa militar privada, o sea un cuerpo mercenario y algunas agrupaciones de tropas regulares que tomó bajo su dirección.
Lo que siguió fue que Wagner condujo una batalla brutal (que recordaba a Estalingrado) para arrancar la ciudad de manos de los ucranianos, en paralelo con un bombardeo mediático contra el Ministro de Defensa y parte del Kremlin. Mientras la acción bélica arrasaba Bakhmut, Evgeniy Prigozhin, director y encargado de relaciones públicas de Wagner, abría un nuevo frente contra varios generales, burócratas y políticos. Según iba lanzando bombas mediáticas contras sus enemigos internos muchos detalles interesantes que confirmaban los rumores que ya venían circulando respecto a cómo se conducía la guerra desde el lado ruso salieron a la superficie. Prigozhin denunció que el esfuerzo bélico estaba siendo deliberadamente saboteado, que la toma de decisiones de Shoigu venía condicionada por riñas políticas internas y que las cosas pintaban mal para el ejército ruso en el frente.
Pese a que los medios trataron de sabotear las denuncias de Wagner, la compañía continuó ganando relevancia y popularidad en Rusia; y si Shoigu, los medios estatales y el FSB no consiguen sofocar su creciente prestigio, poder y celebridad, el país podría ver surgir un nuevo jugador en el tablero político; algo que no ha ocurrido en casi dos décadas.
La inexistente ofensiva de invierno
Rusia o no quería, o no podía o no le interesaba lanzar una gran ofensiva “de flecha gruesa” en invierno. Pese a las promesas que nos hacían todos los destacados analistas 5D, lo más parecido que hubo fue una intensificación de los combates en Bakhmut y una ofensiva fallida para tomar Ugledar, a donde se enviaron columnas de tanques contra posiciones ucranianas fortificadas; huelga decir que con malos resultados. Aparte de este ataque condenado al fracaso, poco más sucedió. Aun así, empezaron a surgir rumores respecto a cien mil hombres recién movilizados pero retenidos, suscitando así nuevas preguntas: ¿Está Rusia conteniéndose? ¿Alguien está saboteando el esfuerzo bélico?
Cada vez se acumulan más pruebas de que el Kremlin está librando esta guerra de un modo muy extraño; y quizá sepamos más a medida que nuevos detalles salen a la luz. Pero las conclusiones más obvias son que el ejército ruso tiene muchos problemas.
- Una escasez crítica de oficiales
- Escasez de tanques modernos
- Escasez de equipamiento para los soldados
- Escasez de munición
- Insuficiente número de drones e insuficiente o inexistente capacidad nacional para producirlos
- Sanciones que limitan la posibilidad de obtener repuestos o fabricar misiles más avanzados
Rusia ha desistido de la “guerra de maniobra” a gran escala y optado en su lugar por tácticas de la SGM estilo trinchera y artillería. Las razones se ven claras al echar un vistazo a los problemas recién listados. Además, muchos oficiales de contrato cayeron en combate y otros se marcharon, porque durante la primera mitad de la guerra el Kremlin rehusó usar los soldados movilizados y tuvo que tirar de oficiales para el frente como si fueran tropa.
En cuanto a los ucranianos, también tienen muchos problemas, per principalmente:
- Una escasez de munición mucho más grave que la de Rusia
- Escasez de equipos para los hombres movilizados
Pero Ucrania ha hecho buen uso de los HIMARS y otra ayuda occidental. En particular la red de satélites le proporciona buena información sobre las posiciones de los rusos, permitiéndole dirigir el fuego hacia ellas de manera rápida y precisa. Además mucho del armamento perdido está en camino de ser repuesto. Los drones están siendo un elemento crítico en esta guerra: ambos bandos los han usado para obtener información, dirigir el fuego artillero, soltar bombas o atacar directamente a lo kamikaze. Al contrario que Rusia, Ucrania ha demostrado que aún tiene capacidad de abrirse camino estilo SGM y hacer guerra de maniobra a gran escala.
El esperado contraataque ucraniano
El punto anterior es importante porque indica que Ucrania va a seguir yendo a la ofensiva en el futuro previsible y muy probablemente atacará Zaporozhye en el sur y hará una ofensiva en Melitopol para intentar aislar Crimea. Que lo consigan o no dependerá de si tienen o no más divisiones acorazadas y hombres que Rusia concentrados en ese área y de si los rusos están o no suficientemente preparados. Mientras Ucrania defiende Bakhmut con unidades fungibles y reclutas, en la retaguardia está amasando y entrenando fuerzas de choque. Si consiguen romper las defensas rusas con suficientes tropas, los rusos se verán obligados a una nueva retirada si no quieren arresgarse a quedar rodeados.
También queda claro que Ucrania continúa teniendo una notable ventaja numérica sobre su oponente. A estas alturas la guerra ha maltratado bastante a ambos bandos, aunque probablemente algo peor a los ucranianos. Pero ambos tapan sus cifras de muertos y mienten descaradamente sobre las víctimas que infligen a la otra parte, así que es difícil saber con certeza cuál es la realidad. No obstante, una cosa es segura: los rumores de la destrucción del ejército ucraniano no tenían fundamento. De hecho ahora es mayor, está mejor equipado y se siente más confiado que al principio de la guerra. Quizá no puedan vencer a Rusia rotundamente, pero son muy capaces de infligirle aún un par de derrotas.
La sombría prognosis
La guerra ha revelado muchos detalles desagradables respecto al estado del gobierno ruso y su ejército. Las bases sobre las que el estado ruso se ha construido parecen ser el nepotismo y las influencias, en lugar de una meritocracia o justa competencia. La aptitud para recoger información, la capacidad militar y la base económica de Rusia dejan mucho que desear.
Ucrania, pese a que antes de la ruptura de hostilidades abiertas era ya un caso perdido, ha sacado un enorme provecho de la gran implicación de la OTAN en el esfuerzo bélico, del inacabable flujo de dinero occidental y del poder mediático liberal unificado, que con éxito ha elevado la causa ucraniana al estatus de una cruzada moral. La mayoría de los occidentales, al parecer, apoyan la causa de la Democracia liberal y de Derechos humanos de Ucrania contra el Régimen racista y autoritario de Rusia.
Más preocupante aún: parece haber un disenso entre la casta gobernante en Moscú.
La negativa de Rusia a intensificar el enfrentamiento armado o invertir importantes recursos en establecer una economía de guerra, ampliar el ejército o cesar a ministros incompetentes sólo permite concluir que Moscú no tiene el estómago necesario para esta guerra o que su clase política no está unida. En consecuencia, no queda más remedio que pronosticar que el Kremlin intentará abrir negociaciones más pronto que tarde y, si no hay ninguna posibilidad real de un acuerdo de paz, intentarán lentificar el conflicto y hacer lo que puedan para conservar las posiciones que han establecido y destinar al frente la mínima cantidad posible de recursos.
Ha habido también algunas novedades a raíz de la visita de Xi Jinping a Moscú, pero nada en concreto. La gente que proclama que esa visita preludia el amanecer de un nuevo orden mundial se han colocado con su propio suministro de copium [opiáceo ficticio que serviría para consolarse por las decepciones]. A Moscú le gustaría que Pekín empezara a darle crédito y suministrarle, a despecho de las sacciones occidentales, los productos que necesita pero ya no fabrica. Pero China parece limitarse a sacar a bajo costo las materias primas de una Rusia desesperada mientras que continúa vendiendo productos elaborados a Occidente.
Lo mejor que puede ocurrirnos es que Estados Unidos concentre su atención en China o Irán y nos proporcione así un respiro para reorganizarnos. ¿Y las absolutamente necesarias reformas en Rusia? Sin que haya presión externa o interna el Kremlin parece contentarse con dejar las cosas como están.