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(Foto: dreamstime.com)
Durante los últimos meses he estado peinando mi plataforma de cine online en una incesante búsqueda de películas sin contenido woke; e incluso, en la medida de lo posible, desprovistas de toda ideologización. Pero el paisaje es bastante oscuro, por no decir descorazonador.
Desde luego, es comprensible que el cine —como la literatura— juegue un importante papel en la difusión de ideas. Nada que objetar a eso. Mi crítica deriva del marcado sesgo de tales ideas, producto de un cine monopolizado, controlado o canalizado por un pequeño grupo de poderes fácticos (en buena parte integrantes, por cierto, de determinada insidiosa minoría) que, normalmente con algún objetivo egoísta o visionario, financia o patrocina sólo ciertas perspectivas o actitudes y dificulta o excluye la expresión de sus alternativas, sobre todo cuando se le oponen.
Así, por una parte, las industrias cinematográficas en el mundo dominantes producen casi únicamente contenidos que se ajustan a la ideología globohomo; y, por otra, cualquier obra verdaderamente alternativa que salga al mercado desafiando -o simplemente ignorando- ciertas “directrices” difícilmente llegará a los países bajo control woke, ya que las principales compañías distribuidoras censuran filtran dicho cine.
En concreto, desde más o menos la vuelta del milenio la mayoría de las películas que se abren camino hasta nuestras pantallas en Occidente están contaminadas con -por no decir que apadrinan sin tapujos- la deplorable basura progresista que padecemos hoy en día. Prácticamente casi todo lo que nos ofrecen desde hace dos o tres décadas contiene al menos, en mayor o menor grado, alguno de los siguientes elementos:
- Ideología de género; homosexualidad en cualquiera de sus variantes; globohomo.
- Aplauso del feminismo; empoderamiento de la mujer; devaluación de la figura del ama de casa; descrédito de la masculinidad; inversión de los papeles familiares tradicionales; predominio de protagonistas femeninos; menosprecio del matrimonio convencional.
- Cultura woke; discriminación
racista“positiva”; sobreabundancia de personajes de piel oscura en sociedades eminentemente blancas; sesgo racial (como el poli bondadoso o el juez comprensivo, usualmente negros en las pelis norteamericanas); welcomeimmigrantsrefugees; parejas interraciales (en las que normalmente ella es blanca y él moreno, no al revés); indigenismo; minorías “oprimidas”; multiculturalismo. - Las maravillas de la tecnología digital, la videovigilancia (una especialidad china) y la inteligencia artificial.
- Elogio del agnosticismo; paternalismo -cuando no menosprecio- hacia los creyentes; ataques directos y a veces despiadados a las religiones monoteístas.
- Veganos/vegetarianos; derechos de los animales; sostenibilidad; cambio climático.
Aparte de estas tendencias ideológicas reletivamente recientes (unas 2 ó 3 décadas) que han permeado casi cualquier obra audiovisual (anuncios inclusive) que podamos ver en Occidente, Hollywood en concreto ha sido, durante casi un siglo y en lo que respecta al aleccionamiento cultural, político o social, la fragua de cierto conjunto de mitos y relatos históricos distorsionados que se han vuelto dominantes en el mundo entero: la industria cinematográfica de Los Ángeles, la más efectiva y extensa factoría de propaganda jamás creada desde la aurora de los tiempos, ha logrado diseminar por todo el planeta su contenido imperialista y su supremacismo wasp (white anglo-saxon protestant, protestante anglosajón blanco); y la mayoría de sus producciones han subrayado o puesto sobre el tapete, de un modo u otro, al menos una de las siguientes ideas (la lista no es exhaustiva):
- Los “americanos” son siempre más astutos y derrotan a los estúpidos indios, hispanos, alemanes, soviéticos…
- Indiscutible superioridad del sistema democrático estadounidense; el destino manifiesto de USA, la nación imprescindible, el país más grandioso del mundo, salvador de la humanidad,
hipócritaabanderado delfalazconstructo llamado Derechos Humanos. - Victimización del pueblo judío; el holocausto; envilecimiento o caricaturización tanto del fascismo como del comunismo.
- …
Y aunque acaso sea defendible la legitimidad que tiene una nación para reafirmarse o reforzarse a sí misma incluso a expensas de la verdad o la objetividad, tras medio siglo de abrumadora preponderancia del cine hollywoodense en las pantallas españolas un servidor ha quedado más que harto de su estilo y sus prejuiciados enfoques.
Por tanto, teniendo en cuenta lo anterior y de cara a incrementar mis probabilidades de encontrar películas honestas y digeribles en una plataforma de cine online, normalmente filtro los resultados por país y año de producción. A grandes rasgos, el método que empleo es como sigue:
Regla obligatoria nº 1: Nada de Hollywood. Como digo, estoy cansado de sus trillados sesgos. Demasiado bien sé lo que puedo esperar de esa factoría, sobre todo considerando en manos de qué grupo étnico-religioso está.
Regla nº 2: Empezar por países lo más alejados posible de la esfera de influencia (cultural o política) occidental, tales como Rusia, Turquía, Irán, Serbia, Japón, China (excluyendo Hong-Kong), India… Lo malo es que, de estos lugares, a Europa llegan muy pocas obras, y la mayoría de ellas (salvo el caso de Japón) se han filmado durante las últimas décadas, de modo que están afectadas -o infectadas- por las susodichas directrices woke. Incluso el cine ruso contempráneo se ha dejado influir fuertemente por la escuela hollywoodense de filmación. Hong-Kong es un caso curioso, porque esta polis tiene un pie en China y otro en Occidente (como cualquiera que la haya visitado alguna vez habrá podido comprobar); pero el cine hongkonés, aunque tiene buenas películas policiales y de acción, en general no es de mi gusto: lo encuentro sensacionalista, sus guiones no me enganchan y, por lo demás, copia (e incluso exagera) el estilo norteamericano. Así que, de entre los países mencionados, Japón es sin duda alguna la mejor alternativa que he encontrado: directores de la talla de Akira Kurosawa o Kenji Mizoguchi nunca me decepcionan.
Una vez procesadas las dos reglas anteriores, no queda más que el cine europeo e hispanoamericano, cuyos títulos son, en conjunto, los más abundantes en mi plataforma online. Lamentablemente, más de la mitad de ellos son pura basura progre; lo cual me lleva a establecer la regla nº 3: ordenar los resultados por año de producción en orden cronológico descendente. Esta regla es, sin duda, la más efectiva, ya que muchos de los filmes hasta —digamos— los años 90 son bastante aceptables; salvo, claro está, que tengan algo que ver con Da Holocaust, directa o tangencialmente; y es que quien no se haya tomado la molestia de llevar la cuenta o, al menos, anotar mentalmente ese detalle no podrá ni imaginarse la exagerada proporción de películas que hay relacionadas con el nazismo, o que de algún modo lo mencionen. Es increíble hasta qué punto incluso el más insospechado guión contiene alguna que otra referencia, por muy breve que sea, a los pobres judíos o al pérfido III Reich. Y esto me pone enfermo, porque se trata del relato más trillado —y no por ello el más cierto— de los registros de la Historia.
Un inconveniente menor de esta regla nº 3 es que rara vez consigo interesarme por las películas previas a -más o menos- mediados del siglo XX, quizá porque me encuentro ya demasiado alejado de las ideas y preocupaciones sociales de aquella época, y los temas que abordan no suelen llamarme la atención; aparte de que la calidad de vídeo de esas copias suele ser pésima.
De modo que, al final, la principal cantera de la que poder extraer películas digeribles (según mis criterios) es el cine europeo (más el japonés) de la segunda mitad del siglo XX. En particular, el francés y el italiano son tal vez los que mejor se adapten a mis gustos, ya que durante varias décadas (hasta que llegó la progredumbre) han producido buenas obras y su escuela de actución ha sido impecable. También entre las españolas hay algunas excelentes, aunque escasas, realizadas antes del advenimiento de la llamada “democracia”, pero entre el destape y el revanchismo posfranquista se descojonó cualquier posibilidad de desarrollar esa calidad, y el posterior aterrizaje de lo woke acabó de rematar la creatividad u originalidad de mis compatriotas. Por último, no puedo dejar de mencionar a los casi desconocidos pero excelentes directores independientes Aki Kaurismaki (finés) y Costa Gavras (griego).
En conclusión, para un soplo de aire fresco en el hogar, sugiero a cualquier lector cuyos gustos -y desagrados- coincidan con los míos que tenga en cuenta mi sistema de selección y pruebe algunas de las entretenidas, interesantes, didácticas y agradables pelis europeas o japonesas previas al globalismo y alejadas del pensamiento único. Son demasiado numerosas para relacionarlas aquí y, de todas formas, no es ése el objeto de este artículo. Basta con tener presente que, cuanto más se acerque uno al cine actual, exponencialmente menores serán las probabilidades de encontrar cine más o menos honesto y libre.