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Una de cal
No dudéis que, quien haga los honores
de contar de este pueblo los haberes,
“las más guapas”, dirá de sus mujeres;
de sus hombres: “los más trabajadores”.
Sus productos no pueden ser mejores,
ni tampoco es el menor de los placeres,
bajo el cielo de sus atardeceres,
por el campo, pasear entre las flores.
No le teme el paisano al aguacero
ni a coger aceituna en el invierno.
Nunca falta en su casa un buen puchero
y, aunque es el malguisao hombre moderno,
mientras tenga la camilla un brasero
ya pueden las ciudades irse al cuerno.
… y otra de arena
Con las arcas de Europa bien cebado,
perdiste de los pobres la pureza;
mas no puedes, tampoco, de riqueza
ni progreso alardear, Malcocinado.
De la Campiña te quedas a un lado,
y, des que renunciaste a tu belleza,
sólo si viene a buscar una pieza
la Sierra Norte te pone cuidado.
Es, para el chisme, tu oído impecable,
y sin embargo no escuchas, parece,
de tus motos el ruido insoportable.
Pero, adelante, tú sigue en tus trece:
que aún cabe en las fachadas otro cable,
y en el campo… el cemento se agradece.
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