Hay tantísimas series televisivas que es imposible verlas todas; ni siquiera “sólo las mejores” (suponiendo que “mejores” tenga sentido cuando se habla de gustos). Además, al contrario que las películas, ver una serie completa requiere mucho tiempo y, para colmo, tienden a hacerse adictivas (de hecho, esta cualidad es, en las cultura consumista donde estamos inmersos, el objetivo último de los productores, muy por delante de la calidad), y a menos que seas tan obsesivamente crítico como yo, o tengas tres veces más tiempo libre (cosa difícil), la oferta te desbordará y al final elegirás la serie que te resulte más fácil de ver o la que hayan distribuido y anunciado más eficazmente.
Y así es como, si no fuera porque has venido a parar a este blog, te habrías perdido una de las más inolvidables (y desconocidas en Occidente) de todos los tiempos: 17 momentos de la primavera (Semnadtsat mgnoveniy vesny); una excelente producción soviética de doce capítulos filmada a principios de los setenta y dirigida por Tatyana Lioznova, que en el transfondo histórico de la SGM cuenta las vicisitudes del coronel Maksim Maksimovich Isayev, un agente secreto soviético infiltrado como oficial en las SS de Hitler con el nombre de Max Stirlitz. La trama abarca diecisiete momentos distribuidos a lo largo de los meses de febrero y marzo (invierno en realidad, no primavera) de 1945, y a través de ellos se narra cómo Stirlitz intenta llevar a cabo una difícil misión que le encomiendan sus superiores en Moscú: confirmar si oficiales del alto mando alemán han entablado negociaciones secretas para un acuerdo de paz parcial con los aliados en el frente occidental (que permitiría a Alemania concentrar sus fuerzas en el frente oriental y detener el avance del comunismo) y, en caso afirmativo, tratar de echar a perder dichas negociaciones.
Dejando a un lado ciertos anacronismos e imprecisiones históricas (por otra parte poco visibles o relevantes), esta producción es casi una obra de arte en el género del espionaje, y supone uno de los desafíos más diabólicos que pueda echarse en cara cualquier aficionado al ajedrez o a las historias policiacas. La trama principal, ya de por sí compleja (aunque perfectamente lógica), se complica aún más con una serie de subtramas concurrentes; pese a lo cual, toda la historia está planteada y desarrollada con suma elegancia y “honestidad” expositiva: en ningún momento el guión nos hace trampa ni, mediante táctica alguna, se nos engaña o induce a creer lo que no es; de hecho, bastante tenemos con procesar, ordenar y comprender toda la información que se nos suministra, y en todo momento sabemos al menos tanto como el propio Stirlitz u otros personajes. Ya es cosa nuestra (o de nuestra inteligencia) ponerlo todo en pie y seguir el argumento, o fracasar en el intento. Se requiere una buena habilidad en el juego de la anticipación respecto a los movimientos de los demás (como en el ajedrez) para no perderse en entre la plétora de datos acontecimientos de que el guionista nos hace partícipes, y más de una vez nos veremos rebobinando o parando la reproducción para poner las ideas en orden. O, sencillamente, nos daremos el lujo de ver la serie una segunda vez para disfrutarla incluso mejor que la primera.
Pese a que en la sociedad rusa actual corren bastantes chistes acerca de Stirlitz (lo cual evidencia hasta qué punto este personaje de ficción ha formado parte de la cultura popular), la verdad es que 17 momentos de la primavera se considera la mejor producción rusa sobre espionaje de todos los tiempos; y en cualquier caso supone una brisa de aire fresco para nosotros los occidentales. La puesta en escena es muy distinta de a lo que nos tiene acostumbrados nuestra predecible industria cinematográfica; el planteamiento es sencillo y honesto, y no utiliza pretenciosas estratagemas (ya no digamos efectos especiales ni -benditos sean los soviéticos- gratuitas escenas de sexo) para captar y mantener nuestro interés, ni para distraer nuestra atención de la trama principal: aquí, lo que ves es lo que hay. Y al estar tan “libre de obstáculos” ha de confiar su éxito sólo a sus innegables virtudes: un excelente guión con un argumento casi impecable, una filmación de gran calidad, una interesante variedad de situaciones y escenarios, un espléndido reparto de actores que interpretan sus papeles de manera ejemplar (muy lejos, dicho sea de paso, de los clichés interpretativos del cine de Occidente) y unos buenos diálogos que le ofrecen al espectador curioso una buena cantidad de temas sobre los que pensar.
Además, y salvedad hecha de la propaganda soviética que menciono después, desde un punto de vista histórico esta serie resulta ser bastante objetiva y didáctica: al acabar de verla, habremos aprendido no poco sobre la Segunda Guerra Mundial, sobre muchas de las personas reales que en ella participaron jugando importantes papeles, y sobre otros detalles variados de la época. Y aunque los oficiales de la SS, la SD y la Gestapo son “los malos” de la película, al menos no nos los pintan como excesivamente repulsivos, e incluso algunos de ellos se nos pueden hacer simpáticos. Gracias a Dios, aquí no encontrarás al típico malo super cruel ni al alemán idiota fácil de engañar que tan habituales son en el cine Europeo o Estadounidense. Y además los guionistas han tenido el buen gusto de dejar a la persona de Hitler muy al margen de la trama, y apenas aparece en una o dos escenas al principio.
Pero hay, claro, como no puede faltar en las películas soviéticas de la época, la propaganda patriótica oficial de la URSS, que aquí nos la encasquetan en forma de imágenes de archivo intercaladas (y bastante fuera de lugar) sobre los noticiarios, los combates en el frente u otras escenas del pueblo contra el fascimo. Sin embargo, dicho sea en defensa de la directora, tales añadidos le fueron impuestos por la censura y tuvo que meterlos contra su voluntad. Por suerte para nosotros, y ya que no tienen la menor relación con la trama de la serie, podemos simplemente puentearlos dándole hacia delante a la reproducción del vídeo.
No podía faltar tampoco en 17 momentos de la primavera una historia de amor, o algo parecido, pero está muy bien llevada y fluye tranquilamente en segundo plano, en el transfondo de los acontecimientos, contada de manera tan elegante y discreta que no sólo no “contamina” a la trama principal, sino que le aporta a la seriecierta aura de romanticismo heroico.
Y, por último, no puedo dejar de mencionar la preciosa banda sonora, con música y canciones compuestas por Mikael Tariverdiev. En su mayor parte es música instrumental, pero hay dos o tres temas cantados que se repiten varias veces a lo largo de los capítulos y que, aunque no entiendo la letra, encuentro cautivadores. En concreto, no me canso de escuchar uno llamado Gde-to daleko (En algún lugar lejano). Aquí proporciono el enlace. Por cierto que la escena es una de las más originales, intensas y significativas que he visto en cine. Al parecer, los productores quisieron eliminarla del capítulo en cuestión porque les parecía que los seis minutos de duración, durante los que no se pronuncia una palabra, resultaban monótonos. Pero la directora insistió en dejarla y el tiempo le dio la razón, pues se convirtió en una de las escenas más memorables de la serie.
Hablando del tema, en el aspecto más crítico y aunque sólo sea por objetar algo, debo mencionar dos puntos negativos de esta producción: Primero, en ocasiones la acción tiende a ser algo lenta, y (aparte los fragmentos propagandísticos ya mencionados) cada uno de los capítulos viene “lastrado” con algunos minutos de “filmación vacía” durante los que no sucede nada, que probablemente se podían (o debían) haber eliminado por mor del dinamismo. Segundo, y quizá sea éste el pero más importante que pueda hacérsele a la serie, Stirlitz resulta un héroe demasiado perfecto; la quintaesencia de todas las virtudes: moderado, inalterable, valiente, caballeroso, seguro de sí mismo, equilibrado, agradable y muy inteligente. incluso en las circunstancias más críticas e impredecibles, se las arregla para ser más astuto que los demás; todo lo cual lo hace aparecer a los ojos del televidente como un personaje poco plausible, pues resulta difícil pensar que exista gente así. Pero esta es casi la única concesión que se nos pide que hagamos al guión, y aunque sólo sea porque el tipo es tan modesto, no nos resulta difícil hacerla. En cualquier caso, este “fallo” no me ha impedido disfrutar plenamente de los doce capítulos de que la serie consta. Sin segundas temporadas, gracias a Dios.
Están todos en Youtube, versión original rusa con subtítulos en inglés. O puedes descargarlos de internet con subtítulos en español, que no son difíciles de encontrar. De un modo o de otro, no dejes de ver esta serie. Creo que no te arrepentirás.
Tiene buena pinta. ¿Dónde se descarga en internet?
https://thepiratebay.org/torrent/5698090
Luego buscas los subtítulos en español en opensubtitles.org