Ejercicios de sociopolítica

(Imagen: latest-law-news.blogspot.com)

Hoy voy a proponerle al lector algunos ejercicios (que espero encuentre entretenidos) relativos a una situación sociopolítica. Expondré un escenario ficticio, aunque verosímil, y haré algunas preguntas. Creo que esta puede ser una buena forma de razonar y desarrollar nuestros propios puntos de vista sin que el sesgo ideológico que cada uno de notros tiene nos estorbe demasiado.

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Érase una vez un joven país llamado República de Katlunya (RK); tan joven que aún estaba aprendiendo a conocerse y construirse a sí mismo. Pese a los anhelos, albergados durante décadas por gran parte de su población, de segregarse de Iberka (el reino del que había formado parte desde la noche de los tiempos), esta república se hizo por fin realidad aprovechando una época de fuerte declive de su madre patria más el apoyo de la Confederación de Uropia, una alianza de países ricos adversaria política y económica de Iberka.

Sin embargo, no todos los ciudadanos de la RK estaban tan contentos con su nuevo estatus, Sigue leyendo

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Agenda globalista y guerra en el Donbass

Klaus Schwab y Volodimir Zelenski. (Fuente: flickr.com)

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Los varios canales de información que sigo habitualmente para enterarme del progreso de la guerra en el Donbass y de las vicisitudes políticas que lo rodean coinciden habitualmente en una idea que a mí, en cambio, no acaba de convencerme: la asombrosa estupidez o miopía de los gobiernos occidentales. Esta noción se deriva del desastroso fracaso de las sanciones económicas impuestas a Rusia, que no sólo no le han hecho apenas mella sino que le han servido para robustecer su moneda y desbordar, literalmente, sus arcas públicas con las divisas extranjeras provenientes del exorbitado precio que el gas y el petróleo han alcanzado a causa, precisamente, de esas mismas sanciones; las cuales, además, están resultando ruinosas, en términos económicos y de bienestar social, para los propios países que las han impuesto. Ya hemos comenzado a pader escaseces energéticas y de suministros (includos los alimentos), así como un deterioro de nuestra industria y agricultura, lo cual ha disparado la inflación a unos valores sin precedentes en las pasadas décadas y está provocando un estancamiento general de la economía. Han comenzado ha producirse ya convulsiones en varios estados europeos, con acerbas protestas sociales y debilitamiento de sus gobiernos.

A dichas consecuencias hay que sumar, además, el incremento en gastos de defensa que tendrán que acometer los países europeos de la OTAN, la necesidad de hacernos cargo de millones de refugiados ucranianos, una mayor inseguridad social, el frío que vamos a pasar este próximo invierno y, lo más peligroso de todo, el riesgo de provocar una guerra mundial de impredecibles consecuencias. ¿Y todo por qué? Por alinearnos y apoyar a un determinado bando en un conflicto bélico que ni nos va ni nos viene y que se desarrolla en un país donde nada se nos ha perdido. Y, para colmo, sin fruto alguno, porque Ucrania va a ser derrotada igualmente.

Es indudable -por volver a mi punto de partida- que todas estas repercusiones, acarreadas sobre nosotros mismos, pueden a primera vista sugerir una pasmosa imbecilidad por parte de nuestra clase política; y no digo que esto sea del todo falso: como poco, desde el más necio de nuestros gobernantes hasta el más espabilado, están todos demostrando ser una mancha de lacayos al servicio de unos intereses supranacionales que puentean la democracia y esquivan por completo la declarada soberanía de los pueblos. Pero precisamente por eso me pregunto si las sanciones económicas -y medidas políticas concomitantes- se han adoptado únicamente a dictado de la presunta estulticia de tales gobernantes; si sólo a una incompetencia supina se debe este sufrimiento autoimpuesto, o bien si obedece a otros designios de los que aquéllos son meros ejecutores. Y si se trata de esto último, como yo postulo, entonces hay que descartar la hipótesis de la torpeza, pues no cabría imputársela ni a nuestros subordinados políticos, que no harían más que seguir órdenes, ni a quienes se las dictan, que -es de suponer- saben bien lo que hacen y persiguen. A los poderes globalistas podrá llamárseles todo lo que se quiera: malvados, codiciosos, ambiciosos, faltos de escrúpulos o -en no pocos casos- iluminados mesiánicos con una extravagante y muy particular visión del mundo; pero no puede pensarse que sean tontos. Me niego a aceptar esta última suposición; entre otras cosas porque ningún tonto es capaz de amasar las fortunas y adquirir el poder que ellos detentan.

Por eso, basándome en la certidumbre de que esas castas privilegiadas son un puñado de inteligentes, refinados y maquiavélicos personajes, no puedo evitar formular la tesis de que gran parte de lo que está ocurriendo actualmente en torno al conflicto en el Donbass ha sido deliberadamente planificado y, en buena medida, previsto. Pero hay algo en todo ello que no me encaja. Sirvan estas notas para intentar poner en orden mis ideas, exponer mi visión del presente escenario y formular la aparente contradicción, la incógnita que me estorba una adecuada comprensión de lo que sucede y sus porqués. Sigue leyendo

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El sueño europeo de los ucranianos

Imagen de https://bluzz.org/eu-backs-ukraine-s-european-dream-as-russia-cuts-gas-supplies-3433471.html

Una vez más, la señora Úrsula Vonderleyen nos ha conmovido a todos con sus elocuentes palabras: “Sabemos que los ucranianos están dispuestos a morir por el enfoque europeo. Queremos que vivan con nosotros el sueño europeo.” Éstas fueron, a mi entender, las dos frases clave del discurso que, literalmente envuelta en los colores de la bandera ucraniana, espetó a los oyentes en una conferencia de prensa en Bruselas el pasado 17 de junio. Y ambas frases merecen, también a mi entender, una reflexión.

“Sabemos que los ucranianos están dispuestos a morir por el enfoque europeo”, dijo. Para empezar, me resulta curiosa y algo enigmática su elección de la palabra “enfoque” (si se me admite esta traducción del vocablo inglés perspective, que es el que usó). Este detalle me tiene algo intrigado. ¿Por qué “enfoque” (perspective) en lugar de, por ejemplo, “ideales” o “valores”? Tengo entendido que las palabras, en los discursos políticos, se escogen muy cuidadosamente para transmitir significados y matices muy concretos; de modo que si Úrsula dijo “enfoque”, eso quiso decir y no otra cosa. Pero la connotación, cualquiera que fuese, que quiso imprimir a su frase con esa palabra me parece tan sutil y difícil de adivinar que no me veo capaz de acometer la tarea con éxito; así que no lo intentaré.

En cualquier caso, Sigue leyendo

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El nazismo es irrepetible

(Imagen de https://www.thetimes.co.uk/article/how-mi5-medals-duped-british-nazis-bj6v3rzcm)

Según yo lo entiendo, el nazismo fue la combinación única de un quién, un dónde y un cuándo: Adolf Hitler y la Alemania humillada y depauperada tras la PGM. Fuera del marco que formaron esos tres elementos, no puede haber nazismo ni, por consiguiente, tampoco nazis. De ningún modo. Leyendo el apartado que la Enciclopedia Británica dedica a ese término (y es la fuente más objetiva que he encontrado), no quedan dudas respecto a esta conclusión: el nazismo es irrepetible, pues acabó para siempre con la muerte de su líder y la desaparición de las circunstancias históricas en las que surgió. Ni siquiera en Alemania puede perdurar nazismo alguno, porque aunque la nación alemana sigue existiendo, Hitler y los años 1930 quedaron ya muy atrás. Así que hablar de nazis contemporáneos es tan absurdo como hablar de aztecas, güelfos o almorávides contemporáneos.

Ahora alguien podrá argumentar: “Pero el marxismo también fue el fruto de una persona, un lugar y un momento, y sin embargo sigue existiendo.” Bueno; me parece a mí que no. Primero porque el marxismo no estaba tan íntimamente ligado a Marx como el nazismo lo estuvo a Hitler. Segundo porque, básicamente, era una teoría económica enfocada no sólo a Rusia, sino susceptible y con aspiración de ser exportada, en su momento, a muchas otras naciones, mientras que el nazismo, por definición, se circunscribía prácticamente a Alemania y a la raza aria. Y tercero porque, en el mundo de hoy, el auténtico marxismo está obsoleto y es totalmente irrealizable (suponiendo que fuese realizable alguna vez); incluso en China o en Corea del Norte. Quienes hoy día se llaman a sí mismos marxistas, sobre todo en Occidente, probablemente no saben de lo que están hablando. Sigue leyendo

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Las blancas abren y… ¿ganan?

Hace poco escuché un programa de radio en el que los participantes discutían una cuestión sobre la que yo, precisamente, venía pensando desde hacía una semana: ¿Cuál es el plan de Putin para cuando Rusia alcance sus objetivos militares en Ucrania? Vista la decidida voluntad de Biden & Asociados de seguir avivando el conflito hasta que no quede un soldado ucraniano vivo, ¿cuándo y cómo puede el Kremlin poner fin a las hostilidades?, ¿cómo salen de esta guerra?

Se me antojaba difícil papeleta; y esos analisttas del programa de radio sacaban a colación las mismas razones y argumentos que yo venía barajando. Por supuesto, ninguno de nosotros está en la cabeza de Putin. En cuanto a cuáles eran sus objetivos cuando lanzó la operación militar en el Donbás, de sus propias declaraciones podemos sacar una idea aproximada: liberar a las repúblicas populares de Lugansk y Donetsk del acoso del ejército y milicias ucranianas, asegurar ambos territorios como “países colchón” favorables a Rusia y, de algún modo, forzar al gobierno de Kiev al compromiso de que Ucrania nunca será aliada de la OTAN. Pero Zelenski, al parecer, no tiene intención alguna de aceptar esos términos. Acaso Putin, subestimando el empuje del enemigo, contaba con una rápida ocupación de Lugansk y Donetsk y con que las tropas ucranianas capitulasen más o menos pronto; acaso también los analistas del Kremlin no contaban con el firme e ilimitado apoyo -económico y militar- de USEuropa al régimen de Kiev. Sea como sea, en vista de cómo se desarrollan los acontecimientos bélicos, es razonable asumir que, a lo largo de las pasadas semanas, los esquemas de la política rusa deben haber cambiado al respecto; pero sobre esto ya sólo podemos especular. Sigue leyendo

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El asesinato como un derecho legal

En cierta ocasión, durante un curso de psicología que atendí hace décadas, el profesor nos pidió que contestásemos -anónimamente- a la siguiente pregunta: ¿Serías capaz de matar a alguien si supieras con total certeza que jamás ibas a ser considerado responsable o sospechoso, ni sancionado en modo alguno por ello? Una porción no despreciable de alumnos respondimos que sí.

A lo largo de su vida, la mitad de la gente llega a desear alguna vez la muerte de alguien, y muchos estarían, además, dispuestos a causar personalmente esa muerte si tuvieran la absoluta seguridad de no ser descubiertos.

El deseo de librarnos de Fulano o de Mengano es algo perfectamente natural. Tarde o temprano, siempre nos topamos con personas que nos causan padecimientos o trastornos, físicos o emocionales, muy difíciles de sobrellevar: el vecino que nos atormenta con incesantes molestias, el jefe que nos amarga la vida en el trabajo, el matón que nos humilla y agrede, el pandillero que tiene intimidado al barrio, el mafioso que nos extorsiona, el dictador que subyuga a toda una nación, el terrorista que mató a nuestro padre, el salvaje que violó a nuestra hija… La casuística es infinita, y a nadie se le puede reprochar que desee en algún momento la muerte del causante de sus problemas, o incluso que sienta el impulso de matarlo uno mismo. Pero ahí está el código penal castigando duramente el homicidio para disuadirnos de cometerlo; y de un modo u otro todos comprendemos que así debe ser, aunque acatar la ley nos obligue a reprimir nuestro instinto de protección, justicia o venganza. Parece un poco feo ir por ahí matando a la gente que hace el mal o nos estorba.

Ahora bien: entre la incontable cantidad de supuestos en los que querríamos deshacernos de otro ser humano Sigue leyendo

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Legitimidad para deslegitimar

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1. Lo legal

 
Según los entendidos, la denominada “operación militar especial” rusa en Ucrania es ilegal porque, por lo visto, contraviene la legislación internacional; y aunque esto parece, en principio, bastante plausible, no faltan autorizadas voces que sostienen y argumentan lo contrario. De hecho quizá haya, en efecto, base para una sana controversia de carácter técnico legal, porque si el gobierno ruso -se me ocurre- ha reconocido formalmente a las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, y éstas le piden luego que acuda a ellas con su ejército para ayudarlas a echar al ejército “extranjero” ucraniano, ¿existe en puridad invasión? Mas como no entiendo de esats cosas, para no meterme en camisas de once varas ni alargar esta exposición en demasía asumiré que sí, que se trata de una iniciativa bélica ilegal.

Aun así, quedarme en esa simple afirmación para condenar la acción de Rusia se me antoja sumamente simplista y casi hasta pueril, porque lo importante de las acciones humanas en sociedad, a mi modo de ver, no es tanto su legalidad como su legitimidad. Y aquí tropezamos con un escollo filosófico en el que no hay más remedio que detenerse. Sigue leyendo

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Valencia-Donbass connection

Mucho se ha comparado últimamente el caso del Donbass en Ucrania con el de Cataluña en España, equiparando a aquellos rusohablantes “separatistas” con nuestros secesionistas catalanoparlantes y asimilando Ucrania con España y el Donbass con Cataluña. Pero me parece a mí que tal comparación es bastante desacertada, pues los contextos y antecedentes en ambos casos son esencialmente distintos. En su lugar, yo defiendo una comparación alternativa, y para ilustrarla propongo al lector un pequeño ejercicio de imaginación.

Supongamos que Cataluña, en su ambición expansionista y aprovechando por enésima vez la patológica debilidad de los gobiernos centrales de España, consiguiera de uno de ellos, bajo cualquier pretexto histórico y con la indispensable palanca de nuestra ley electoral, que la Comunidad de Valencia pasara a formar parte de la autonomía catalana. Repito que es un suponer. Si tal evento llegara a darse, lo probable es que, vencidas las lógicas protestas y revuelos iniciales, a la larga se consolidaría el nuevo statu quo: una región habría crecido a costa de otra políticamente más débil, pero el territorio y la unidad española habrían quedado íntegros, que se supone es lo principal. Valencianos y catalanes seguirían siendo españoles, como antes, sólo que ahora formarían una única autonomía. Es probable incluso que muchos valencianos llegasen a encontrar ventajoso el cambio, al menos económicamente -pues ahora disfrutarían de todos los privilegios que tiene Cataluña- y se conformasen con él.

Imaginemos ahora que, unos años o lustros más tarde, por esos avatares históricos y revoluciones de color tan arteramente impulsadas por ciertos sospechosos filántropos, Cataluña lograse por fin su ansiada república independiente… llevándose consigo a lo que antes había sido Valencia; y que una de sus medidas como nación soberana fuese eliminar la oficialidad del español y el valenciano en todo su territorio, y que además enviase a su ejército a masacrar a los insurgentes que, con toda probabilidad, se sublevarían porque una cosa era ser español incorporado a la comunidad catalana y otra muy distinta dejar de ser español y adquirir, por tejemanejes políticos, una nueva nacionalidad.

Seguramente el lector avisado ya vislumbra por dónde voy, pero concluyo: Sigue leyendo

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